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Entre la maraña de transgresores, polemistas y artesanos de autocomplaciente suciedad, a veces surge algún escritor sin más pretensiones que la de contar buenas historias, historias que saben dar con realidades interiores de personajes entrañables. Juan Miñana es uno de estos mirlos blancos. Autor de cuatro novelas y un libro de cuentos, su penúltima novela, La playa de Pekín, se reveló como una auténtica delicia, una historia de personas que se buscan y se encuentran, en ese vaivén perpetuo de las almas que conforma la verdadera sustancia de la vida y, por tanto, de la literatura. Miñana dijo en cierta ocasión, con tanto acierto como valentía, que con La playa de Pekín había pretendido hacer «una novela blanca»: sobre una Barcelona maravillosa de luz y rincones, los personajes no tenían que recurrir a escabrosas escenas de sexo y violencia para incrustar, llenos de fuerza, en la imaginación del lector.

En Noticias del mundo real, Miñana vuelve a poner todas sus dotes de narrador al servicio de una historia auténtica, entrañable y, como él diría, «blanca». Gabriel y Teddy, dos estudiantes de Derecho, buscan refugio de la sequedad jurídica y de la no menos seca Barcelona del desarrollismo en el rodaje de la superproducción cinematográfica Circus World, en la que trabajan de chicos para todo.

Gabriel Icart, huérfano de anarquista y modesto integrante de la clase media, es el centro de atención del narrador, que no es sino el mismo Gabriel Icart, con treinta años más a las espaldas. La primera persona resulta, por tanto, cálida y melancólica al evocar el tiempo de la plenitud: «Lo fascinante es tener veinte años y afeitarte silbando, y tomar un café en la calle, en pleno corazón de la ciudad». La mirada atrás del Gabriel maduro no queda en la fascinación por la época dorada de la juventud. Ya la primera frase aclara que el narrador quiere contar el encuentro del joven Gabriel con algo tan inmenso como la vida: «Yo era tan joven que no sabía que en los hoteles de lujo las flores nunca se marchitan».

Un comienzo que es todo un cañonazo de evocación y promesa: estamos ante una novela de iniciación. Llegados a este punto, hay que agradecer que el consiguiente desarrollo de la vida interior de Gabriel no se desvele mediante plomizos monólogos, conversaciones pseudofilosóficas o abigarrados sistemas de símbolos. El lector es testigo del suave discurrir hacia la madurez del protagonista movido por los acontecimientos que ha de asimilar a marchas forzadas. La estrella de Circus World, John Wayne, ha desaparecido misteriosamente, paralizando el rodaje. Para Gabriel y Teddy, encontrarlo supondría ganarse la confianza del productor, el gran Bronston, y, quizá, un billete para Hollywood.

A partir de aquí, Miñana hace avanzar una trama de corte detectivesco, que avanza con fluidez gracias a una sabia administración de la privilegiado del otro lado de la pantalla, intuye que antes que preguntar dónde está Wayne, es necesario intriga y a la prosa sencilla y cuidada. Gabriel, acompañado de su amigo Teddy, comienza a investigar por Barcelona, una ciudad demasiado fértil literariamente como para quedarse en simple decorado. Gabriel intuye en ella una realidad maravillosa, pero castrada por el mundo feliz de la época del desarrollo. Los conocimientos de Miñana sobre Barcelona—es un más sucesor de los Marsé, Mendoza, Vázquez Montalbán— le permiten crear ante Gabriel un apasionante camino urbano hacia la madurez.

Los relucientes veinte años del protagonista detectan esa realidad falsa, netamente imperfecta y mediocre claramente reflejada en la figura de Vivó, un periodista de La Vanguardia que vive holgadamente de su capacidad para confundirse con el paisaje. Pero en este agujero gris, la inocencia y el valor del heroísmo sobreviven custodiados por un mito: el padre de Gabriel, «maestro racionalista, pobre, sindicado, ateo confeso, inmigrante del sur», muerto en la Guerra Civil, al poco de nacer Gabriel.

Pronto surge una analogía bien llevada y de gran vigor dramático entre el padre y John Wayne. El misterio de la desaparición del vaquero más legendario del Oeste toma entonces una dimensión mucho mayor. Gabriel, espectador preguntarse qué le ha movido a desaparecer. ¿Sienten los héroes los golpes del mundo real? Gabriel, tras conocer la soledad del mito, deberá elegir entre el fabuloso mundo del cine y el compromiso con una realidad que se resiste en aparecer en technicolor. Aunque quizá sea posible un mágico término medio: la forja de un héroe gris pero idealista, personaje perfecto para una novela auténtica y blanca.

Periodista y crítico literario