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Hace escasas semanas tuvo lugar la ruptura del pacto político que desde el año 1991 mantenían el Partido Popular y Unión del Pueblo Navarro (UPN), un acuerdo cuyo eje principal consistía en que los populares no concurrieran a las elecciones municipales y autonómicas en territorio navarro porque lo harían en su lugar los regionalistas navarros; y, como contrapartida, en política nacional, UPN se comprometía a que sus diputados en el Congreso votasen lo acordado por el PP, especialmente en temas considerados importantes. Con este acuerdo, UPN y PP acababan con la facilidad del Partido Socialista de Navarra (PSN) para gobernar por ser siempre la lista más votada.

Han sido 17 años de entendimiento, pero los tiempos cambian, y, en concreto, España ha evolucionado hacia un modelo autonómico en el que el papel del Estado central prácticamente ha cedido su protagonismo a las autonomías —cada vez con más aspiraciones soberanistas—, aunque esta misma cesión haya hecho patente la necesidad de volver a fortalecer el Estado en temas claves como la educación, el sistema fiscal, la seguridad social, la distribución del agua, la reacción ante emergencias de diferente índole, etc., pero ello no es motivo directo de este análisis.

España ha cambiado, nadie lo duda. Y en este nuevo escenario, los representantes de Unión del Pueblo Navarro, encabezados por Miguel Sanz, parecen reflexionar sobre su posicionamiento en el escenario nacional y, por tanto, sobre las ventajas e inconvenientes de mantener su compromiso con el Partido Popular —una vez más el pragmatismo po- lítico se impone—. Lo que queda claro es que, independientemente de que puedan existir razones que la hagan más o menos comprensible, la decisión de ruptura la toma UPN y no el PP, que únicamente actúa en consecuencia una vez que los regionalistas navarros, no sólo no cumplen su parte del acuerdo —votar con el PP contra los Presupuesto Generales presentados por el Gobierno socialista para 2009—, sino que lo hacen a bombo y platillo como si del ruido hecho dependiera alguna contrapartida ulterior.

La óptica de UPN

Es cierto que la situación de UPN no es fácil en el nuevo escenario político. El estatus actual como oposición del Partido Popular a nivel nacional no facilita que sus socios regionales (UPN) sean tratados con garantías por el Gobierno socialista, mientras que desde todas las comunidades autónomas se presiona para obtener réditos de toda clase y condición. Tampoco permite un diálogo fluido de UPN con los socialistas navarros (PSN) para seguir manteniendo la «presa» política que contiene los deseos de los nacionalistas (Nafarroa Bai) con respecto a Navarra. No se debe olvidar que uno de los motivos del nacimiento de UPN fue la defensa de una Navarra ajena al proyecto soberanista del País Vasco que ha pretendido siempre que la comunidad foral fuera el estandarte de lo que se viene a denominar «Euskal Herría». No en vano se suele decir que el navarro es navarro y español pero también «antivasco», en el sentido nacionalista del término, no así culturalmente hablando porque Navarra se enorgullece de su cultura vasca.

La actitud del PSN frente al nacionalismo vasco no dista mucho de la de los regionalistas navarros, pero la mimetización de UPN con el PP ha provocado situaciones límite como la vivida por la amenaza del último candidato socialista al Gobierno de Navarra, Fernando Puras, de pactar con Nafarroa Bai para desbancar a UPN, situación que no se dio finalmente porque lo impidió la Ejecutiva Federal Socialista.

UPN ha podido sentirse responsable de aquella situación porque al sumirse en la lucha bipartidista a nivel nacional entre el PP y el PSOE, no dejaba al PSN más que una única puerta abierta para salir de su ostracismo: echarse en los brazos de los nacionalistas. Ese sentimiento de «culpabilidad» y el deseo de evitar futuros desencuentros ha podido ser clave en su distanciamiento del PP. Es una realidad, que al margen del «episodio Puras», tanto regionalistas como socialistas navarros se han entendido relativamente bien y sólo cuando ha habido pactos con otras formaciones se han tomado decisiones que no encajan a priori con una sociedad conservadora como es la navarra.

Otra consecuencia negativa del mimetismo de UPN con el PP es que en el nuevo escenario nacional en el que las autonomías han potenciado sus identidades con respecto al Estado central, los regionalistas navarros han perdido en parte la vitola de ser el partido que defendía los intereses regionales de Navarra frente a Nafarroa Bai que, paradójicamente, es percibido por una parte de los navarros como un partido que defiende los intereses de Navarra, «paradójicamente», insisto, porque no deja de ser una coalición del nacionalismo vasco con el PNV y EA como principales impulsores.

Inevitablemente, el peaje que UPN va a tener que pagar es el de que su imagen en el resto de España cambie ostensiblemente y pase de ser el modelo de comunidad fiel a la idea de España a ser una comunidad como las demás en lo que a la lucha «por lo suyo» se refiere. Es comprensible que la sociedad española se sienta defraudada después de que gran parte de españoles de otras comunidades se trasladaran a Pamplona para participar en una manifestación convocada por UPN contra la posibilidad de entregar Navarra a los vascos.

La visión popular

Da la sensación de que al Partido Popular esta situación le ha cogido ciertamente desprevenido, quizá porque son muchos los problemas con los que tiene que lidiar en los últimos tiempos, entre ellos cierta falta de orden o liderazgo que no han terminado de acallar algunas críticas sobre su rumbo actual.

Con respecto al caso de Navarra ha adolecido principalmente de una falta de conocimiento de la idiosincrasia de los regionalistas navarros, quizá en parte como consecuencia de la atareada vida de algunos de sus representantes navarros en Madrid que ha hecho que puedan haber perdido la perspectiva local.

O los argumentos de UPN no fueron bien explicados, todo ha podido suceder, o sólo se tuvieron en cuenta en clave de política nacional con respecto a la votación de los Presupuestos Generales del Estado, cuestión en parte anecdótica teniendo en cuenta que los votos de UPN no eran necesarios en ningún caso para «tumbar» la propuesta socialista. A los líderes populares les ha faltado mano izquierda para hacerse cargo de la situación de los regionalistas navarros y haber sabido restar importancia al sentido del voto de los diputados de UPN en el Congreso.

En ello han tenido que ver necesariamente las formas de la que ha hecho gala el presidente del Gobierno navarro, no precisamente las mejores, y que han obligado a los populares a dar por roto el pacto e iniciar las gestiones para organizar a sus futuros representantes en la comunidad foral.

Quizá el deseo de ambos partidos no era distanciarse tanto y la sola conciencia de ello permite augurar que, de una u otra manera, las aguas volverán a su cauce. Tanto regionalistas como populares se han entendido durante mucho tiempo, beneficiándose ambos, así como la sociedad navarra. Sería una pena de hecho que esto realmente pudiera constituir un punto final cuando es tiempo de unir y no de separar.

Periodista. Director de Nueva Revista entre 2006 y 2009