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El autor realiza un análisis de los resultados de las pasadas elecciones vascas,fundamentales para el proceso de pacificación del País Vasco.

La regla parecía elemental: si aumenta la participación, se incrementan los votos de las opciones no nacionalistas. La explicación también parecía evidente: hay una bolsa de votantes que se abstienen en las elecciones autonómicas (en 1990 la participación alcanzó el 61% y en 1994 el 59’6%), y que, sin embargo, votan en las generales (71’5% en las últimas de 1996). Como este aumento de votantes juega, en las generales, a favor de los partidos no nacionalistas, sería lógico que fuera así en otro tipo de comicios, como los del pasado 25 de oc­tubre.

La campaña electoral, desarrollada en circunstancias muy especiales como la tregua de ETA y la Declara- ción de Lizarra, que es la formulación de un procedimiento para la reforma del actual marco político, consiguió que la participación se disparara en relación con las últimas autonómicas del 94 y se acercara (70’7%) a la de las generales de 1996, que fue la más alta de la última década. En esta ocasión, se han acercado a las urnas, aproximadamente, 225.000 personas más que en las autonómicas de 1994 pero, sin embargo, la diferencia de incremento de los no nacionalistas con los nacionalistas vascos no va más allá de unos 10.000 votos. La regla, que parecía evidente antes del 25 de octubre, no ha funcionado.

Lo que ha ocurrido ha sido, sencillamente, que el voto de esos dos grandes grupos (679.522 votantes nacionalistas y 555.744 votantes no nacionalistas) se ha redistribuido en su interior. El País Vasco es, en lo que se refiere a este esquema entre nacionalistas y no nacionalistas, bastante parecido al de la anterior legislatura, sólo muy ligeramente menos nacionalista. El reparto de escaños de estos grupos es idéntico: 41 parlamentarios nacionalistas y 34 no nacionalistas.

Entre los nacionalistas, Euskal Herritarrok (nueva cara de HB) ha sido la formación más beneficiada del reparto. Los elementos que han podido jugar en su favor son variados: la recuperación de votos que se habían ido a la abstención por la posición de la coalición ante la violencia, el deseo de apuntalar un cambio de estrategia a partir de la tregua, la suma de los votos de pequeños grupos de la izquierda alternativa que, hasta el momento, se habían resistido a aportar sus papeletas. Lo que está claro es que la retirada de ETA del primer plano de la actualidad beneficia a EH, lo que no deja de ser significativo.

Habrá que comprobar si el tiempo juega también en su favor. Es decir, si este incremento de votos tiene un carácter coyuntural, de apoyo a un cambio evidente en la coalición y en el inicio de un proceso político de nuevos acuerdos, o si, por el contrario, se mantiene como respaldo a políticas concretas en la actividad cotidiana del Parlamento. No se sabe hoy cuál será la participación real de EH en la cámara vasca -hasta el momento reducida a determinados acontecimientos de los que podía obtener un rédito publicitarioni cómo se desarrollará el afianzamiento de la paz. La evolución de la izquierda abertzale dependerá de esos factores y, con ella, la de sus votos. En estas últimas elecciones ha obtenido el mejor resultado de su historia y ha aumentado el número de escaños de 11 a 14.

La paradoja es que, antes de las elecciones, todos los partidos parecían desear el incremento del voto de EH, como garantía, al comprobar el rédito del cambio de estrategia, de que no se volverían atrás. Seguramente se ha conseguido, seguramente el resultado de EH afianza el cese de la violencia de ETA, pero pocos salvo ellos podían desear el día anterior a la consulta electoral un aumento de votos tan considerable.

Desde luego, no el PNV, que se ha visto perjudicado por el reordenamiento de los votos nacionalistas perdiendo uno de los parlamentarios de Vizcaya. El PNV. El propio Xabier Arzalluz manifestaba la noche electoral que el éxito de EH era “un escándalo” atribuible a la reacción de determinados votantes ante el encarcelamiento de la Mesa Nacional de HB, el cierre del diario “Egin”, etc. El PNV ha perdido centésimas porcentuales en Álava y Guipúzcoa en este nuevo reparto y casi 2,7 puntos en Vizcaya, el territorio en el que sus votantes, y buena parte de sus dirigentes, se caracterizan por ser “menos nacionalistas”. La moderación de su candidato a lehendakari, Juan José Ibarretxe, y el cambio paulatino de los mensajes de la campaña, que pasaron habilidosamente de la necesaria reforma de la Constitución a la defensa del Estatuto de Autonomía, no han sido suficientes para que una parte (pequeña pero fundamental a la hora del cómputo final) el electorado de Vizcaya le diera la espalda. La contrariedad de Arzalluz al conocerse los resultados era evidente y la achacaba a una campaña “sucia” en la que PP y PSOE habóan pulsado los resortes del miedo y de la división entre los vascos.

Si no fuera por la importancia, incluso simbólica, que tiene la pérdida porcentual y de escaños del PNV (no así de votos, ya que ha alcanzado el mayor número de ellos desde la escisión), el peor parado del reparto de votos nacionalistas es Eusko Alkartasuna. También, gracias al aumento de la participación, ha incrementado sus votos, pero el descenso en los porcentajes (más significativo en Guipúzcoa, seguramente a favor de EH) hace que pierda dos escaños en el Parlamento Vasco. Aunque su posición es todavía sólida en Guipúzcoa, EA es el partido que tiene un futuro más complicado en el nuevo panorama, y sobre todo con una renovada Herri Batasuna. La tantas veces anunciada retirada de la vida pública, o al menos de las contiendas electorales, de su presidente, Carlos Garaikoetxea, es otro de los factores que juegan en su contra de ahora en adelante.

En el otro gran grupo, el de los partidos no nacionalistas, es el Partido Popular el gran ganador. Ya las encuestas predecían el descalabro de Unidad Alavesa, formación que procede de una escisión en el PP, pero el incremento de votos ha sido general y considerable. El partido Popular ha tenido el más importante en votos y escaños, pasando de 11 a 16 parlamentarios vascos, la segunda fuerza del País Vasco a solo 4 escaños de diferencia del PNV (en la anterior legislatura, por ejemplo, la diferencia era de 11).

Todo hace indicar que el techo no se ha alcanzado y que su posición mejora sensiblemente en las capitales vascas: es el partido más votado en Vitoria y San Sebastián y, en segundo lugar, acorta su distancia con el PNV en Bilbao. Este resultado del PP marca, de un lado, una tendencia y, de otro, supone un importante respaldo a la posición del Gobierno del presidente Aznar, incluso más que a la actuación de su partido en la vida política vasca, ante la tregua de ETA y el debate político consiguiente.

Con ello, el PP y su Gobierno se colocan en una situación inmejorable para el desarrollo de la paz incipiente en el País Vasco que, necesariamente, afecta a cuestiones que son responsabilidad gubernamental, más allá de la voluntad de estos o aquellos partidos.

El PSE ha mejorado también sus posiciones en Vizcaya y Álava, no así en Guipúzcoa. El saldo es un aumento de 2 escaños. Ha de tenerse en cuenta esta diferencia porque el socialismo guipuzcoano ha sido el sector del PSE más proclive al entendimiento con el nacionalismo y el único que se opuso a la ruptura del anterior Gobierno vasco de coalición. Sin duda, este resultado habrá de influir en el mensaje futuro del socialismo que, en general, no ha sacado todo el rédito que podría esperarse del incremento de participación. El esfuerzo de su nuevo secre- tario general. Nicolás Redondo, quizá se ha visto contrarrestado con una parte de la campaña en la que la imagen del PSOE (GAL, cárcel de Guadalajara, etc.) incide en el País Vasco más que en cualquier otro lugar.

Por último, y en un escenario en el que las reacciones de UA parecen las últimas, el otro gran descalabro es el de Izquierda Unida, que pierde casi 23.000 votos (3,5 puntos porcentuales) y cuatro parlamentarios. Se comprueba de este modo que buena parte de su electorado no recibe con buenos ojos su posición en temas como la Declaración de Estella, que firmó con las formaciones nacionalistas.

Juan José Ibarretxe, futuro lehendakari, tiene ahora la palabra. Si quiere hacer lo que ha dicho que iba a hacer, no parece que su camino de pactos vaya a ser muy distinto del de su predecesor, José Antonio Ardanza. Germán Yanke.

PERIODISTA