Hijo de un médico veneciano y de una griega, Ugo Foscolo nació en 1778 en la isla de Zante, por entonces bajo el dominio de la Serenissima, y murió en Turham Green, Inglaterra, en 1827. Historiador de la literatura y traductor, autor de una novela epistolar y autobiográfica, Le ultime lettere di ]acopo Ortis, una especie de Werther, en la que la pasión amorosa y la pasión política arrastran al suicidio al protagonista; de tragedias en las que resulta fácil advertir la influencia de Alfieri; de ensayos políticos y literarios, Foscolo le debe la gloria, casi exclusivamente, como Leopardi, a una obra poética no demasiado extensa. Los sonetos que presentamos, junto a otros ocho más y dos odas de corte neoclásico, «A Luigia Pallavicini» y «Alia amica risanata», fueron publicados en Milán en 1803 con el título de Poesie. En 1807 ve la luz su obra más celebrada, I Sepolcri, un carmen civil y filosófico, con influencias temáticas y de planteamiento de la poesía de Young y Gray, entre otros, pero con un desarrollo del todo original y un gran poder de evocación. Finalmente, el corpus esencial de la poesía foseoliana se cierra con el inacabado poema «Alie Grazie», su proyecto más ambicioso.
En sus sonetos, que Carducci comparó con los de Dante, Petrarca y Tasso, Ugo Foscolo renueva conceptual y estilísticamente la arquitectura de esta forma tradicional. La idea central y su sintaxis no se acomodan a las pausas de verso y estrofa, sino que avanzan con libertad a lo largo de la composición. Como consecuencia lógica, con el tiempo, en sus obras fundamentales, I Sepolcri y «Alie Grazie», Foscolo abandonó el estrofismo y se decantó exclusivamente por el endecasílabo suelto, que ya había sido utilizado con éxito por Parini y Alfieri dentro de la misma tradición poética. Los sonetos son, en su gran mayoría, autobiográficos. En el primero de nuestra selección, repleto de imágenes y sensaciones prerrománticas, hay una anticipación del sentimiento leopardiano, con esas «orme che vanno al nulla eterno». En el segundo, aparece una idea dominante en la juventud del poeta, la del suicidio. El penúltimo verso, que declara con gran fidelidad la tensión que vive Foscolo por aquellos años («Conosco il meglio ed al peggior mi appiglio»), es un calco de otro de Petrarca (Rime, CCLXIV, v. 136), que retoma, a través de Ovidio («…uideo meliora proboque, / deteriora sequor»: Metamorfosis, vil, w. 20-21.), una famosa sentencia de Eurípides (Hipólito, vv . 380 ss). En el tercero de estos sonetos, Foscolo nos habla de una inalcanzable Zante, la isla griega en la que nació y el paraíso de su infancia, vecina de otra famosa isla, Itaca, lo que le sirve para establecer un paralelismo entre su exilio, por entonces solo un motivo poético que se convertiría en experiencia real más tarde, y el de Ulises; aunque éste pudo regresar al fin a su tierra materna y nuestro poeta presiente que no tendrá esa dicha. El último soneto, tal vez el más desgarrador, está motivado por el suicidio del menor de sus hermanos, Giovanni, que, agobiado por las deudas de juego, se había clavado un cuchillo en presencia de su madre. Con gran naturalidad, lo que es una constante en su poesía, Foscolo también toma prestada aquí la expresión de un poeta clásico y cierra su soneto recordando los emotivos versos de Tibulo: «…non hic mihi mater / quae legat in maestos ossa perusta sinus.» ( Lib. III, 3, vv. 5-6.)