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Ver productos5 de enero de 2012 - 9min.
Es un hecho histórico que:
1) Las sociedades libres y prósperas — han sido poco frecuentes y más bien excepcionales en la historia universal.
2) Todas esas sociedades excepcionales han establecido la mayoría de sus actividades económicas mediante mercados libres y privados —capitalismo privado de libre competencia.
3) Lo contrario no es verdad: no todas las sociedades que han establecido la mayoría de sus actividades mediante mercados libres y privados han gozado de libertad civil, personal y política (la Grecia clásica y Estados Unidos antes de la guerra civil con sus esclavos son ejemplos del pasado; Portugal bajo Salazar y Chile bajo Pinochet son ejemplos más recientes).
4) La libertad política no es necesaria ni suficiente para conseguir la libertad económica, civil y personal (respecto al término necesario, Hong Kong ha sido una de las sociedades más libres en el mundo desde este punto de vista, y sin embargo no ha gozado de libertad política: ha sido gobernado por Gran Bretaña; respecto al término suficiente, india ha disfrutado de una gran libertad política, pero sin embargo tiene poca libertad económica y dispone sólo de una libertad civil y personal limitadas.
5) La libertad política ha conducido muchas veces a la limitación, así como a la destrucción de la libertad económica y civil, y ha originado su propio final (las antiguas colonias de Gran Bretaña «liberadas» después de la II Guerra Mundial son ejemplos muy claros).
Estos hechos históricos demuestran que las libertades económica, civil, personal y política no constituyen el cuarteto mutuamente reforzado que correspondería de forma tan clara al valor que la mayoría de nosotros atribuye a los cuatro componentes.
Un examen completo de la compleja relación entre las distintas libertades —y de su vínculo con la prosperidad económica— sería tema de un tratado. Por el momento, la cuestión fundamental son los cambios políticos en Europa oriental.
El derrumbamiento de los gobiernos totalitarios ha originado un regocijo comprensible en todos los países implicados y en todo el mundo occidental. Sin embargo, dicho derrumbamiento ha provocado también unas expectativas exageradas acerca de una mejora económica como resultado inmediato del cambio político. Esas expectativas están destinadas a quedar frustradas, poniendo así en peligro las nuevas y frágiles estructuras políticas.
Algunas sociedades autoritarias han evolucionado con bastante rapidez hacia la libertad económica y civil —los ejemplos más recientes son España después de Franco y Chile después de Pinochet. Sin embargo, hasta ahora ninguna sociedad totalitaria ha conseguido importantes libertades económicas y civiles. Cuando estuve en China hace un año, tenía muchas esperanzas de que resultara ser lo primero. La Plaza de Tiananmen destruyó dicha esperanza. ¿Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Bulgaria o Rumania darán el primer ejemplo? (omito Alemania Oriental porque es un caso especial por su unificación con Alemania Occidental).
La transición hacia la libertad no puede llevarse a cabo de la noche a la mañana. Las sociedades anteriormente totalitarias han desarrollado instituciones, posturas públicas e intereses personales que son totalmente contrarios a la rápida creación de los requisitos de índole económica necesarios para la libertad y la prosperidad.
Es fácil formular dichos requisitos; sin embargo, son difíciles de realizar.
Este enunciado absoluto oculta muchas complejidades detrás de las palabras «la mayor parte» y «propiedad privada». El término «propiedad privada» no puede definirse a priori, debido a los posibles conflictos entre los derechos de diferentes individuos, y tampoco puede ser considerado como absoluto, puesto que es necesario financiar y llevar a cabo algunas funciones públicas esenciales como, por ejemplo, la defensa. No obstante, formula la única condición principal para conseguir la libertad y la prosperidad.
Aunque ninguna sociedad occidental cumple íntegramente todos esos requisitos, todas ellas los cumplían en mayor grado cuando empezaron a desarrollarse rápidamente y adquirieron prosperidad. Sostendría que si en su tiempo dichas sociedades hubieran partido de un ideal tal y como hacen hoy en día, no serían actualmente sociedades «avanzadas». Los países que traban de imitar el éxito de Occidente cometerán un grave error si desarrollan su política centrándose en la situación actual del mundo occidental en vez de tener en cuenta la situación de los países occidentales cuando éstos se encontraban en la misma fase en la que están ahora los países de Europa del Este. Sólo gracias a las riquezas que hemos adquirido podemos apoyar esos sectores públicos derrochadores y excesivos. Hong Kong es un modelo mucho más apropiado para ellos que Estados Unidos, Gran Bretaña o Suecia.
Ninguno de esos requisitos es fácil de conseguir. Lo único que tienen en común es una reducción drástica de la magnitud y del papel del gobierno. Una reducción similar amenaza prácticamente todos los poderosos intereses personales que existen en la sociedad de hoy en día. En efecto, se podrá conseguir, creo yo, sólo en circunstancias de crisis extrema y sólo si se hace rápidamente. Las palabras de Macbeth acerca del homicidio de Cundan, «si se hubiera hecho cuando ya está hecho, estaría bien si se hiciera rápido», también pueden aplicarse al homicidio de un gobierno totalitario.
Sería imposible detallar en una lista los pasos a seguir para satisfacer dichos requisitos. Los detalles específicos dependerán de las circunstancias en los distintos países, que son muy diferentes en cuanto a sistemas económicos, posturas públicas, estructura social y condiciones políticas. No obstante, sí es posible hacer algunas observaciones generales.
Aunque muchas medidas necesarias pueden — y deberían— tomarse rápidamente, la transición hacia una sociedad capitalista estable y próspera de libre competencia tardará inevitablemente años, y no meses. El pueblo tendrá que tener paciencia y tendrá que creer que las cosas están avanzando en la dirección correcta. Irremediablemente, habrá personas y grupos que sufrirán en el proceso. Sin embargo, el debate acerca de los enormes costes originados por la evolución hacia una economía de libre mercado es demasiado pesimista. No hay ningún motivo por el cual la producción total no pueda empezar a crecer rápidamente, y casi inmediatamente después de que se elimine el control totalitario sobre las actividades de los individuos. Esto fue naturalmente el caso del sector agrícola en China después de las reformas importantes llevadas a cabo a finales de los años setenta. Al eliminar los controles sobre los sueldos, los precios y los tipos de cambio, y al eliminar las asignaciones de trabajo obligatorias, se podrían conseguir los mismos resultados en Europa occidental.
Una última observación: los rumores generalizados acerca de la necesidad de una mayor ayuda financiera por parte de los gobiernos occidentales a los gobiernos democráticos que acaban de hacer; en Europa oriental no sólo son, en mi opinión, incorrectos, sino también peligrosos. Una ayuda similar serviría más para mal que para bien (como ha sucedido con ¡a mayor parte de la ayuda extranjera en el pasado). Frenaría la transición, en lugar de acelerarla. La transición requiere sobre todo reducir la magnitud y la competencia del gobierno de modo que el sector privado pueda crecer y encargarse de las actividades básicas, como la producción. La ayuda a los gobiernos los consolida, y (os ánimos a seguir con sus intervenciones contraproducentes y a aplazar las medidas necesarias para llegar a una economía libre y viable.
Los cambios políticos sin precedente que los creyentes en la libertad humana han acogido con tanta alegría pueden ser el preludio de unos milagros económicos de la misma índole, pero esto no tiene por qué ser inevitable. Pueden ser igualmente el preludio de la continuación del colectivismo bajo otro grupo de dirigentes. Todo depende de la voluntad política de la gente, de los conocimientos económicos de sus líderes y de la capacidad de esos líderes para persuadir al público para que apoye las medidas radicales que sean necesarias.