Cesta
Tu cesta está vacía, pero puedes añadir alguna de nuestras revistas o suscripciones.
Ver productosEste libro recopila once charlas sobre el aprendizaje, la inversión, la filantropía y la psicología de los errores de juicio
30 de julio de 2025 - 14min.
Charles T. Munger (1924-2023). Abogado, empresario e inversor mundialmente famoso por haber sido desde 1978 y hasta su muerte el vicepresidente del holding Berkshire Hathaway, con Warren E. Buffett como presidente. Fue, además, presidente de Wesco Financial Corporation de 1984 a 2011, presidente de la Daily Journal Corporation y consejero de Costco Wholesale Corporation.
Peter D. Kaufman. Editor del libro aquí comentado: El almanaque del pobre Charlie. Kaufman fue amigo de Munger y es presidente y consejero delegado de Glenair, Inc.
Avance
El almanaque del pobre Charlie recopila once charlas de Charles T. Munger (Charlie Munger) pronunciadas a partir de 1986. En ellas transmite sus conocimientos sobre el aprendizaje, la inversión, la filantropía y la psicología, sobre todo la psicología de los errores de juicio. Sus conferencias van precedidas de un «Prefacio» (escrito por John B. Collison), un «Prólogo» (de Warren E. Buffett), una «Réplica» a Buffett (de Charles T. Munger), una «Introducción» (de Peter D. Kaufman), «Un retrato de Charles T. Munger», un capítulo donde sus hijos lo recuerdan y otro acerca del enfoque de Munger sobre la vida, el aprendizaje y la toma de decisiones, estos últimos sin firma. El libro está bellamente ilustrado con las caricaturas de Ed Wexler.
El hilo conductor de las once conferencias de Munger es la necesidad de dominar varias disciplinas, la multidisciplinariedad. Munger insiste una y otra vez en el imperativo de que todos estudien matemáticas (interés compuesto, combinatoria y álgebra), (buena) psicología, filosofía, física y biología, para ser lo que se debe ser en cualquier oficio. Se ha de saber eliminar rápidamente el gran universo de lo que no se debe hacer, de tal manera que se aborde lo que queda con un enfoque fluido y multidisciplinar, y se actúe con decisión cuando se den las circunstancias adecuadas.
Este libro se publicó originalmente en 2005 y se reeditó en inglés en 2023, en una versión más completa. Esta segunda es la que ahora se presenta traducida a los lectores en español. El libro está pensado sobre todo para los emprendedores e inversores, pero en realidad resulta una guía magnífica para quienes deseen formar (bien) su carácter.
Lo que Charles T. Munger llama su enfoque multidisciplinar consiste en un conjunto de modelos, de diversas ciencias, para alcanzar un pensamiento claro y simple. Ese conjunto de modelos tuvo que fabricárselo él mismo, aquí y allá, porque no se lo ofreció la universidad cuando cursaba estudios, ni lo detectaba en los departamentos universitarios cuando ya era una personalidad muy destacada, con muchos recursos y mecenas de universidades.
Pero no se piense que Munger predica un picoteo de disciplinas absurdo. Sus conceptos y modelos son cualquier cosa menos simplistas. Por ejemplo, insta a la repetición para alcanzar una «fluidez» profunda. Sabe que la reiteración es clave en el aprendizaje. Así, pues, aplicado a casos concretos, no se trata de hablar inglés, sino de hablarlo fluidamente, y no se trata solo de saber hallar la media de una columna numérica en Excel, sino también de aprender a fondo los conceptos contables para dominar esa ciencia con soltura.
La sabiduría de Munger se aleja de las admoniciones estentóreas. La suya se transforma en humor, paradoja y lo que llama «el pensamiento inverso», siguiendo la directriz del matemático Carl Jacobi (1804-1851): «Invertir, siempre invertir». Invertir en el sentido de cambiar, sustituyéndolos por sus contrarios, la posición, el orden o el sentido de las cosas. El pensamiento inverso implica, digamos, que ante un problema se considere también, a veces primero, lo que se puede perder, no solo lo que se pueda ganar. «Todo lo que quiero saber es dónde voy a morir, para no ir nunca allí», era una de sus bromas favoritas.
Munger procede del Medio Oeste, una región de los Estados Unidos donde tradicionalmente se ha valorado el aprendizaje permanente, la curiosidad intelectual, la sobriedad, la evitación de la envidia y el resentimiento, la fiabilidad, el aprendizaje de los errores de los demás, la perseverancia, la objetividad y la voluntad para poner a prueba las propias creencias. Del Medio Oeste proceden personajes como Henry Fonda, Harry Truman, Walt Disney, Gerald Ford y el propio socio de Munger, el famoso Warren E. Buffett.
La educación formal de Munger comenzó en una escuela llamada Dundee Elementary School (Omaha, Nebraska, Estados Unidos), donde se le recuerda como a un niño inteligente, un poco sabelotodo. Disfrutaba desafiando la sabiduría convencional de sus maestros y compañeros de estudios con sus conocimientos cada vez más amplios, adquiridos a través de lecturas continuas y asimiladas. Dundee es una zona residencial histórica de Omaha, donde Munger creció. En ese mismo vecindario trabajó como repartidor en la tienda Buffett & Son, propiedad del abuelo de Warren E. Buffett.
Muy pronto, el pequeño Charlie dio con los aforismos de Benjamin Franklin (1706-1790), y estos alimentaron en él una admiración imborrable por el ecléctico y excéntrico estadista e inventor. Los padres de Charlie, Al y Florence Munger, alentaban a sus hijos para que leyeran y les regalaban muchos libros. De esa época parte su amor por las biografías, de las que dice: «Me apasionan las biografías. Y creo que cuando intentas enseñar los grandes conceptos que funcionan, ayuda mucho vincularlos a las vidas y personalidades de las personas que los desarrollaron. Creo que aprendes economía mejor si consigues que Adam Smith sea tu amigo. Suena gracioso eso de recomendar hacer amigos entre los “muertos eminentes”, pero si vas por la vida haciéndote amigo de los muertos eminentes que tenían las ideas correctas, creo que esas ideas funcionarán mejor para ti en la vida y funcionarán mejor en tu formación. Es mucho mejor que dar solo los conceptos básicos».
La familia cercana de Charlie no se vio muy afectada por la Gran Depresión, pero algunos miembros más alejados, sí. Y ahí conoció la talla filantrópica y social de su padre. El abuelo de Charlie era un respetado juez federal, y su padre se convirtió en un próspero abogado. Del abuelo aprendió un sólido principio: concentrarse en la tarea que tenía ante sí y controlar el gasto.
Munger terminó los estudios secundarios en la Omaha Central High School en 1941, a los 17 años, y dejó Omaha para matricularse en la Universidad de Michigan. Allí eligió las matemáticas como especialidad, atraído por la lógica numérica y la razón. Descubrió la física tras inscribirse en un curso básico para cumplir con un requisito académico de ciencias. Quedó fascinado por el poder y alcance de la física. Le maravilló el procedimiento seguido por físicos como Albert Einstein para abordar lo desconocido. La resolución de problemas al modo de la física se convertiría en una pasión para Charlie y en una habilidad que considera útil para resolver los problemas de la vida. A menudo ha declarado que cualquiera que desee tener éxito debe estudiar física porque sus conceptos y fórmulas demuestran muy bien la potencia de una buena teoría.
A comienzos de 1943 dejó la universidad para alistarse en el Ejército del Aire de los EE. UU. Fue entrenado como meteorólogo en Caltech (California Institute of Technology). En 1945, mientras estaba en el servicio militar, se casó con Nancy Huggins, una joven de Pasadena, buena amiga de su hermana Mary. Munger y Huggins vivieron en Albuquerque y luego en San Antonio, donde fue destinado, hasta que Charlie se licenció del Ejército del Aire, en 1946. Charlie y Nancy pronto tuvieron su primer hijo, un niño al que llamaron Teddy. Y luego dos más.
Charlie Munger asistió a la Harvard Law School tras el servicio militar durante la Segunda Guerra Mundial y consiguió el título de doctor en Derecho en 1948.
Arreciaron pronto importantes golpes anímicos. Él y su esposa se divorciaron en 1953. Poco después, Charlie se enteró de que su hijo, Teddy, sufría una leucemia en fase terminal. En aquella época, antes de los trasplantes de médula ósea, no había esperanza con una enfermedad así. Un amigo recuerda que Charlie visitaba a su hijo moribundo en el hospital y luego caminaba por las calles de Pasadena llorando.
En 1956 se casó con Nancy Barry Borthwick, con quien continuó unido hasta que ella murió, en 2010. Con Nancy tuvo cuatro hijos más y ella aportaba, como él, dos de su primer matrimonio.
La historia del extraordinario éxito de la corporación Berkshire Hathaway bajo el liderazgo de Warren E. Buffett y Charlie Munger se ha contado muchas veces. Véase aquí. Se resume en que Buffett y Munger ostentan un historial espectacular de identificación de empresas infravaloradas, para luego comprar grandes participaciones de las mismas en los mercados cotizados o adquirirlas directamente.
Warren E. Buffett, en este volumen, El almanaque del pobre Charlie, dice de su amigo: «Inicialmente un mero discípulo de Benjamin Franklin, Charlie pronto abrió nuevos caminos. Lo que Ben había recomendado, Charlie lo exigía. Si Ben sugería ahorrar centavos, Charlie subía la apuesta. Si Ben decía que hay que ser puntual, Charlie decía que debemos llegar antes. La vida bajo las reglas de Ben comenzó a parecer positivamente cómoda en comparación con el rigor exigido por Munger».
Además, subraya Buffett, «Charlie practicaba constantemente lo que predicaba (iy vaya si predicaba!). Optó por convertirse en una lección viva de capitalización, evitando gastos frívolos (definidos como “otros») que pudieran debilitar la fuerza de su ejemplo. En consecuencia, los miembros de la familia de Charlie aprendieron las alegrías de los largos viajes en autobús, mientras que sus amigos ricos, recluidos en jets privados, se perdieron estas experiencias enriquecedoras».
Buffett, ensalzando a su amigo, ofrece algunos consejos sobre la elección de un socio. Dice: «Presten atención: primero, busquen a alguien más inteligente y sabio que ustedes. Una vez lo localicen, pídanle que no haga alarde de su superioridad para que ustedes puedan disfrutar del reconocimiento por los muchos logros que surjan de sus pensamientos y consejos. Busquen un socio que nunca les cuestione ni se ponga de mal humor cuando cometan errores costosos. Busquen también un alma generosa que arriesgue su propio dinero y trabaje por una miseria. Finalmente, únanse a alguien que aumente constantemente la diversión mientras recorren un largo camino juntos». Buffet subraya que «solo había un socio que se ajustaba en todos los sentidos a mi lista de detalles: Charlie».
Charles T. Munger refuta en El almanaque del pobre Charlie la idea de que ha sido el gran iluminador de Warren: «Es en cierto modo un mito». Según Munger, Buffett «no ha necesitado de mucha iluminación. Francamente, creo que recibo más reconocimiento del que merezco. Es cierto que Warren, tras trabajar con Ben Graham y ganar un montón de dinero, estaba un poco estancado mentalmente. Es difícil cambiar algo que ha funcionado tan bien. Pero si Charlie Munger nunca hubiera vivido, la trayectoria de Buffett continuaría siendo más o menos la que es».
Según Barry Munger, uno de los numerosos hijos de Charlie T. Munger, su padre «era sarcástico, pero tenía el optimismo subyacente de que uno podría llevarse bien con el mundo si tenía la perspectiva y el carácter adecuados». Una nota de ese humor sarcástico es la que Charlie T. Munger envió a un inversor sueco de Berkshire Hathaway. Le decía: «¡Ojalá tuviera yo con mi esposa e hijos la misma influencia que tengo en otros lugares!».
Charlie Munger era un maestro de la preparación, la paciencia, la disciplina y la objetividad, tanto en sus iniciativas personales como en las empresariales, especialmente en sus inversiones, sea cual fuera la dinámica del grupo, los impulsos emocionales o la creencia popular de que «esta vez es diferente».
Sus modelos los edificó sobre la base de los sistemas de redundancia y respaldo de la ingeniería, el interés compuesto de las matemáticas, el punto de ruptura, el punto de inflexión, la autocatálisis de la física y la química, la síntesis darwiniana moderna de la biología y, en especial, los modelos psicológicos sobre error cognitivo. Todo eso, como decía él ya muy mayor, a pesar de que «hasta el día de hoy, nunca he asistido a ningún curso, en ningún lugar, de química, economía, psicología o negocios».
Se esforzaba por reducir las situaciones complejas a sus fundamentos más básicos y no emocionales, pero evitando lo que él llama envidia de la física, el anhelo humano habitual de reducir sistemas enormemente complejos (como los de la economía) a fórmulas newtonianas universales. En cambio, honra fielmente la advertencia de Albert Einstein: «Una teoría científica debe ser lo más simple posible, pero no más simple». O, en sus propias palabras: «De lo que estoy en contra es de tener excesiva confianza y pensar, con absoluta seguridad, que lo que hagamos hará más bien que mal. Porque se trata de sistemas altamente complejos en los que todo interactúa con todo lo demás».
Usa una especie de análisis de dos vías. «Primero, ¿cuáles son los factores que realmente rigen los intereses involucrados, considerados racionalmente? Y, en segundo lugar, ¿cuales son las influencias subconscientes con las que el cerebro, a nivel subconsciente, se lanza automáticamente a estos razonamientos, que, en general, son útiles pero que a menudo funcionan mal?».
Munger evalúa la gestión de una empresa mucho más allá del simple análisis numérico convencional. Se pregunta si los gestores son «capaces, fiables y orientados a los dueños de la empresa», cómo administran el efectivo, si lo asignan inteligentemente buscando el beneficio de los propietarios o se remuneran excesivamente a sí mismos, etc. Intenta evaluar y comprender las ventajas competitivas en todos sus aspectos —productos, mercados, marcas comerciales, empleados, canales de distribución, tendencias sociales, etc.— y la durabilidad de esa ventaja.
Para Munger y Buffett, el trabajo duro ha de ser continuo, tanto si resulta en una actividad de inversión real como si no, y generalmente para ellos resultaba en un «no». Esta costumbre de dedicar mucho más tiempo a aprender y pensar que a hacer no es accidental. Es la mezcla de disciplina y paciencia que recomienda: «Practica una paciencia extrema combinada con una decisión extrema».
Riesgo
Todas las evaluaciones de inversión deben comenzar midiendo el riesgo, especialmente el reputacional.
Incorpora un margen de seguridad adecuado.
Evita el trato con personas de carácter dudoso.
Exige una compensación adecuada al riesgo asumido.
Ten siempre cuidado con la exposición a la inflación y tasas de interés.
Evita los grandes errores; evita la pérdida permanente de capital.
Independencia
Solo en los cuentos se les dice a los emperadores que están desnudos.
La objetividad y la racionalidad requieren independencia de pensamiento.
Recuerda que solo porque otras personas estén de acuerdo o en desacuerdo contigo no debes sentirte bien o mal. Lo único que importa es la corrección de tu análisis y juicio.
Imitar lo que hace la mayoría conduce a la regresión a la media (rendimiento meramente medio).
Preparación
La única forma de triunfar es trabajar, trabajar, trabajar, trabajar y esperar tener unas pocas ideas.
Desarrolla tu autoaprendizaje de por vida a través de una lectura voraz; cultiva la curiosidad y esfuérzate por ser un poco más sabio cada día.
Más importante que la voluntad de triunfar es la voluntad de prepararse.
Adquiere fluidez en el dominio de los modelos mentales basados en las principales disciplinas académicas.
Para ser inteligente, la pregunta que debes hacerte una y otra vez es: «¿Por qué, por qué, por qué?»
Humildad intelectual
Reconocer lo que no sabes es el inicio de la sabiduría.
Mantente dentro de un círculo de competencia bien definido.
Identifica y concilia las evidencias discordantes.
Resiste el anhelo de falsa precisión, falsas certezas, etc.
Por encima de todo, nunca te engañes a ti mismo, y recuerda que eres la persona más fácil de engañar.
Rigor analítico
El uso del método científico y las listas de verificación efectivas minimizan los errores y las omisiones.
Determina el valor independientemente del precio, el progreso independientemente de la actividad, la riqueza independientemente del tamaño.
Es mejor recordar lo obvio que captar lo esotérico.
Sé un analista de negocios, no un analista de mercado, macroeconómico o de valores.
Considera la totalidad del riesgo y su impacto; considera siempre las posibles consecuencias de segundo orden y de niveles superiores.
Piensa hacia adelante y hacia atrás: invierte, siempre invierte.
Asignación
Una asignación adecuada de capital es el trabajo número uno de un inversor.
Recuerda que el óptimo uso del capital siempre se mide en relación al siguiente mejor uso (coste de oportunidad).
Las buenas ideas son raras: cuando las probabilidades están muy a tu favor, apuesta (asigna) con fuerza.
No te enamores de una inversión, actúa en función de la situación y de las oportunidades.
Paciencia
Resiste el sesgo humano natural hacia la acción.
«El interés compuesto es la octava maravilla del mundo» (Einstein); nunca lo interrumpas innecesariamente.
Evita los impuestos transaccionales innecesarios y los costes de transacción; nunca actúes simplemente por hacer algo.
Permanece atento a la llegada de la suerte.
Disfruta tanto del proceso como de las ganancias, porque es en el proceso donde tú vives.
Decisión
Cuando se presenten las circunstancias adecuadas, actúa con decisión y convicción.
Sé temeroso cuando otros son codiciosos, y codicioso cuando otros tienen miedo.
La oportunidad no llega a menudo, así que aprovéchala cuando lo haga.
Las oportunidades encuentran mentes preparadas: ese es el juego.
Cambio
Vive con el cambio y acepta la complejidad ineludible.
Reconoce y adáptate a la verdadera naturaleza del mundo que te rodea; no esperes que se adapte a ti.
Desafía continuamente y modifica voluntariamente tus ideas más queridas.
Reconoce la realidad incluso cuando no te gusta y especialmente cuando no te gusta.
Centrarse
Simplifica y recuerda lo que te proponías hacer.
Recuerda que la reputación y la integridad son tus activos más valiosos, y pueden perderse en un santiamén.
Protégete de los efectos de la arrogancia y el aburrimiento.
No pases por alto lo obvio ahogándote en minucias.
Ten cuidado cuando excluyas información innecesaria: «Una pequeña vía de agua puede hundir un gran barco».
Afronta tus grandes problemas, no los escondas bajo la alfombra.
El almanaque del pobre Charlie. El ingenio y la sabiduría de Charles T. Munger. Editado por Peter D. Kaufman. Traducido por Manuel Cabedo y Amelia Cabedo. Revisado por Luis Torras. Ilustraciones: Ed Wexler. Barcelona: Valor Editions de España, 2025.
Edición original: Poor Charlie’s Almanack.The Essential Wit and Wisdom of Charles T. Munger. Editado por Peter D. Kaufman. San Francisco: Stripe Press. 2023. Primera edición: 2005.
Foto de cabecera: Charles T. Munger en 2010. © Nick Webb. Licencia de Creative Commons. Foto recortada para adaptarla al formato de www.nuevarevisa.net. La versión original se puede consultar aquí: https://www.flickr.com/photos/nickwebb/4588662554/