El capitalismo de Estado

Se están borrando las fronteras entre Estado y mercado y no solo en autocracias, sino también en EE. UU. y en la Unión Europea

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Crispin Sartwell

Ilias Alami.  Profesor adjunto de Economía Política del Desarrollo en el Centro de Estudios del Desarrollo y director del programa de doctorado de la Universidad de Cambridge.

Adam Dixon. Doctor en Geografía económica. Director de la cátedra Adam Smith de Capitalismo Sostenible en la Escuela de Negocios de la Universidad Heriot-Watt (Edinburgo).


Avance

Según numerosos expertos en diversas disciplinas científico-económicas, el mundo lleva las dos últimas décadas adentrándose con pasos reticentes e irregulares en un periodo de «capitalismo de Estado». Los académicos Ilias Alami, de la Universidad de Cambridge, y Adam D. Dixon, de la Heriot-Watt University, ofrecen con El espectro del capitalismo de Estado (The Spectre of State Capitalism) unas bases sólidas a partir de las cuales se puede profundizar en el tema desde una perspectiva interdisciplinar más amplia. 

ArtÍculo

E en El espectro del capitalismo de Estado (The Spectre of State Capitalism) Ilias Alami y Adam D. Dixon definen este «proceso histórico de alcance mundial» de muchas formas, pero todas estrechamente relacionadas. Según sus palabras:

Se caracteriza, por un lado, por la multiplicación de híbridos capital-estado (entre los que se incluyen los fondos soberanos, las empresas públicas, las políticas y bancos de desarrollo) que controlan los recursos y mercados dentro de un rango geográfico en expansión; y por otro, por un estatalismo que va desarrollando de manera coordinada modos cada vez más asertivos y agresivos (lo que engloba las políticas tecno-industriales, las estrategias de desarrollo espacial, el nacionalismo económico y las restricciones al comercio y la inversión).

Por dejar las cosas claras desde un principio, advierten de que «Leviatán ha despertado.»

Aunque la idea del capitalismo de Estado serviría para denominar a este periodo, Alami y Dixon prefieren utilizar esta etiqueta como una forma práctica de abarcar y coordinar todo un conjunto difuso de instituciones y procesos internacionales relacionados entre sí. El concepto surgió originariamente de las dificultades que experimentaron, entre otros, los economistas de las décadas de 2000 y 2010 a la hora de abordar el fenómeno chino. El espectacular crecimiento económico e incremento de la influencia internacional de este sistema totalitario no parecía encajar con esa animadversión mutua que se les suele presuponer a los mercados y a las economías dirigidas. Desde un punto de vista occidental convencional, estas últimas solían percibirse como ineficaces, poco competitivas y condenadas a hundirse a largo plazo. Sin embargo, pocos pueden ya seguir pensando así con un ejemplo tan claro de lo contrario como el de China.

Es difícil ignorar el hecho de que muchas de las principales empresas energéticas del mundo, desde la Aramco saudí a la Gazprom rusa, pasando por la PDSVA [Petróleos de Venezuela, S.A], son compañías de propiedad estatal o con fuerte injerencia gubernamental. Los fondos soberanos de países como Noruega (con 1,71 billones de dólares en acciones) se encuentran entre los principales inversores internacionales. Según señalan Alami y Dixon: «El capital controlado por estos fondos pasó de no llegar al billón de dólares en el año 2000 a dispararse hasta los 11,8 billones en 2023, unas cifras que superan el valor combinado de los fondos de cobertura y las empresas de capital privado». Afirman que el capital de las empresas públicas ascendía a 45 billones de dólares en 2020, lo que supone 13 billones más que en 2000, el «equivalente a la mitad del PIB mundial.»

Cuando en la década de 2010 comenzaron a publicarse estudios en torno al capitalismo de Estado, solían tomarse como ejemplo políticas asiáticas como las de Singapur, Taiwán, Vietnam y China, en las que existen estrechos vínculos entre el Estado y diversas corporaciones. Sin embargo, en parte por emular y en parte por competir con estas potencias emergentes, pronto comenzaron a producirse similares transformaciones institucionales en todos los rincones del mundo, incluso EE.UU. y la Unión Europea. La relación entre gobierno y economía en ejemplos como Egipto, Turquía, Irán, Hungría, Japón, Senegal y México adopta diferentes grados de fusión, que Alami y Dixon han documentado con profusión en su bibliografía.

El espectro del capitalismo de Estado supone una lectura técnica y hasta cierto punto difícil, pero también constituye una guía esencial para el tema por varias razones. Proporciona una explicación flexible y meditada de los términos básicos relacionados, al tiempo que resume el planteamiento teórico que se le da en la actualidad a cuestiones tan fundamentales como estas. Ofrece una introducción completa y consistente a un corpus especializado cada vez más amplio, además de a documentos clave emitidos por entidades como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. La investigación de Alami y Dixon ha sido portentosa en cuanto a alcance y nivel de detalle. Para legitimar el uso del término «capitalismo de Estado» en referencia a ciertas configuraciones de poder y riqueza, o incluso como denominación para este periodo, no basta con enredarse en polémicas (aunque ciertos enfoques más incisivos, como el del libro de Joshua Kurlantzik de 2016, State Capitalism: How the Return of Statism is Transforming the World, puedan pedirlo a gritos); también hace falta empezar por aclarar los conceptos básicos y proporcionar una cuidada documentación empírica.

A pesar de mantener una admirable neutralidad ideológica, Alami y Dixon sugieren que estas nuevas fusiones de Estado y capital desafían las ideologías y categorías tradicionales: conceptos como «neoliberalismo» y «austeridad», por ejemplo, habrían tenido una aplicación más directa en la década de los 1990 que ahora. El concepto de capitalismo de Estado, según demuestran, supera la creencia engañosa en la existencia de ciertos dualismos antagónicos: «Estado frente a mercado, nacional frente a internacional, público frente a privado, (geo)política frente a lógica comercial, liberal frente a intolerante, democrático frente a autoritario, objetivos rentistas frente a lucrativos, etc.»

Otro antagonismo, que los autores no incluyen pero que el capitalismo de Estado también pone en tela de juicio, es el de la izquierda frente a la derecha. La eliminación continua y progresiva de la distinción entre Estado y mercado que se ha ido produciendo a lo largo del siglo XXI, y que esta obra documenta de manera incansable, ha logrado hacer del espectro político un amasijo informe en el que terminan enfrentándose Estado y capital, individualismo económico y colectivismo, o incluso socialismo y capitalismo tardío.

La proclamación de que «Leviatán ha despertado» puede sonar sombría, como un augurio de una jerarquía mundial en la que el poder económico y el político se fusionan por completo. Sin embargo, Ilias Alami y Adam D. Dixon argumentan en sus últimos capítulos que el nuevo capitalismo de Estado podría ser la puerta que nos permita alcanzar una economía más democrática y con mayor capacidad de reacción. Sea como fuere, lo que sin duda nos ofrece es la oportunidad de replantearnos lo que hasta ahora habíamos considerado plausible y lo que no dentro del espectro político.


Este texto fue publicado por Crispin Sartwell el 21 de febrero de 2025 en The Times Literary Suplement y puede consultarse aquí. Lo reproducimos en Nueva Revista con la autorización expresa de TLS. Traducción del inglés al español de Patricia Losa Pedrero.