Benigno Blanco: la esperanza en «El Señor de los Anillos»

Una lectura de Tolkien desde una perspectiva cristiana

Benigno Blanco en el Foro Nueva Revista
Benigno Blanco en el Foro Nueva Revista. Foto: © FMB/Nueva Revista
Ángel Vivas

Benigno Blanco es jurista. Exsecretario de Estado y expresidente del Foro de la Familia.

Avance

La literatura, la actualidad y una reflexión de largo alcance se cruzaron en el Foro Nueva Revista celebrado el pasado 21 de mayo en la Universidad Villanueva. Queríamos hablar de la esperanza, en un tiempo en que es un bien escaso, y nos encontramos con que esta está muy presente, hasta casi ser un leitmotiv en El Señor de los Anillos. Benigno Blanco, que, por decirlo con Borges, tantos hombres ha sido, es también un reconocido experto en la obra de Tolkien, sobre el que ha dado charlas en el mismísimo Oxford. Así que era la persona ideal para protagonizar un foro dedicado a «Tolkien, maestro de la esperanza».

Benigno Blanco empezó por señalar la profunda y multifacética crisis que caracteriza nuestra época, un fenómeno patente en el crecimiento del suicidio, la inestabilidad laboral y económica, y el «virus gravísimo» de las rupturas familiares. En ese contexto, afirmó, El Señor de los Anillos transmite una profunda esperanza y da razones para ella.

ArtÍculo

La popularidad de este libro (Tolkien lo consideraba así, no una trilogía), exponencialmente aumentada por la versión cinematográfica, no necesita ser demostrada. El que ha sido considerado como el cuento de hadas más largo del mundo, es, como dijera Fernando Savater hace casi cincuenta años en su muy recomendable La infancia recuperada, «un capricho literario excepcionalmente logrado». Hablaba entonces Savater de cómo la condición ética impregna todo el libro y el territorio en que transcurre la historia «es el tablero de la partida entre el Bien y el Mal». Y en esa partida, «el Bien es ciertamente lo más fuerte» y «el mensaje más hondo de El Señor de los Anillos bien puede ser una exhortación a no dejarse doblegar por la aparente invulnerabilidad del mal».

En su charla en el foro de Nueva Revista, Benigno Blanco vino a decir lo mismo: el Mal no tiene la última palabra, y en ese convencimiento se ve la matriz cultural cristiana de Tolkien. «Estar convencidos de que el Bien es poderoso, de que el amor es más fuerte que el odio, que la solidaridad es más importante que la injusticia, creo que es una razón para la esperanza, que está muy presente en El Señor de los Anillos, y que sería muy bueno que estuviese presente en nuestra época, porque quien confía en que el Bien es más poderoso que el Mal se empeña en hacer el bien y hace buena a su época».


Un vídeo resumen de la intervención de Benigno Blanco puede verse aquí:


La esperanza, por otra parte, como se puso de manifiesto en el foro, se apoya a menudo en la responsabilidad de las personas. Tenemos esperanza porque algunas, o muchas personas hacen lo que tienen que hacer. En El Señor de los Anillos, la comunidad, la compañía del anillo, se separa muy pronto. Y cada grupo sigue adelante con su misión sin saber si los otros pueden estar cumpliendo con la suya. Quizá Frodo y Sam han sido interceptados y no han podido ni acercarse a Mordor, nadie puede saberlo; pero Aragorn, Légolas, Gimli y los demás siguen adelante con la esperanza de que Frodo y Sam también lo estén haciendo. Una actitud de responsabilidad que recuerda el lema que hacía suyo Julián Marías: «por mí, que no quede». Marías resumía en cinco palabras lo que Gandalf dice por extenso en el libro: «No nos atañe a nosotros dominar todas las mareas del mundo, sino hacer lo que está en nuestras manos por el bien de los días que nos ha tocado vivir, extirpando el mal en los campos que conocemos y dejando a los que vendrán después una tierra limpia para la labranza. Pero que tengan sol o lluvia no depende de nosotros».

Libertad responsable

Es también lo que hace Frodo al aceptar una misión que, claramente, le sobrepasa. «La libertad responsable de alguien que asume su obligación, aunque incluso crea que le supera la capacidad de realizarla, es la clave de la esperanza en El Señor de los Anillos», como señaló Benigno Blanco en el foro.

Y es que otra característica del libro de Tolkien es que la misión casi imposible de destruir el anillo le corresponde a una criatura humilde y sencilla como es Frodo. Los hobbits como él son poco llamativos, empezando por su pequeño tamaño (son los medianos); son además tan amantes de la comida y la bebida, de las fiestas familiares y de fumar en pipa, como despreocupados de la historia y sus desastres. La enseñanza le parece obvia a Benigno Blanco. «Cada época histórica se construye con la vida de las personas que viven en esa época histórica. Todos somos responsables, todos somos una misión en esta vida. Quizá pequeñita, de escasa influencia, quizá no aparezcamos nunca en los libros de historia, pero influimos en mucha gente». Ahí encuentra uno de los mensajes de fondo del libro. «Los grandes héroes de las grandes historias son gente normal y corriente que hace lo que tiene que hacer… Se trata de que cada uno hagamos nuestro papel, pequeñito probablemente, en un capítulo de la historia, pero que es importante para el resultado final de la historia».

Asistentes al Foro Nueva Revista en la Universidad Villanueva
Asistentes al Foro Nueva Revista en la Universidad Villanueva. Fotos: © Federico Marín Bellón/Nueva Revista

Por lo demás, las referencias a la esperanza son constantes en el libro de Tolkien. Una entre muchas: ante el árbol de Minas Tirith que era el símbolo de la grandeza de la ciudad y hoy señala su decadencia, se mantiene todavía una guardia que lo protege. «¿Por qué hacen guardia si el árbol está seco?», pregunta Pippin. «Porque aún tienen esperanza», le responde Gandalf.

Las grandes obras lo son porque permiten varias lecturas y su contenido desborda lo que sería el mero argumento. Así, en El Señor de los Anillos se plasma la fuerza de la amistad. A este respecto destaca claramente Sam, el Sam que al final de la aventura, cuando a Frodo ya no le quedan fuerzas para culminar la misión y parece que todo va a frustrarse a las puertas de Mordor, dice esa frase que le parece «majestuosa» a Benigno Blanco: «Señor, yo no puedo ser el portador del Anillo, no soy digno, pero sí puedo ser el portador del portador del Anillo».

Sabiduría sobre el ser humano

Esa polisemia de las grandes obras tiene también que ver con la edad y las relecturas. No es lo mismo, vino a decir Benigno Blanco, enfrentarse a El Señor de los Anillos en la adolescencia, absorbidos por la trama, que volver a él algunas décadas después, con más experiencia de la vida. No nos bañamos dos veces en el mismo río, no solo porque el río fluye, sino porque nosotros mismos tampoco somos nunca los de entonces. «Hay demasiada sabiduría sobre el ser humano ahí como para que uno no la valore como algo novedoso siempre al leerlo», dice Benigno Blanco, que, tras haberlo leído ocho veces, encuentra que El Señor de los Anillos «refleja profundamente las constantes antropológicas y cosmológicas de la historia de la humanidad», le parece un libro de antropología que plasma la naturaleza humana en su dimensión biográfica.

Las sugerencias, en fin, de la gran obra de Tolkien son múltiples. Desde el hecho de que «hasta los presuntamente malos, si se les respeta, pueden ayudar al bien», como muestra ejemplarmente Gollum. «Los que se obsesionan con erradicar el mal, con la violencia, con acabar con los que consideran los malos, no suelen contribuir al triunfo del bien», dijo Benigno Blanco, en línea con Gandalf cuando le advierte a Frodo que, si no puede devolver la vida, no debe apresurarse a otorgar la muerte. Hasta un claro mensaje ecológico. Todo El Señor de los Anillos rezuma respeto por la naturaleza. Pero sí un personaje sobresale, este es Bárbol, el más destacado de los ents. Bárbol y los suyos, a cuyo lado los hobbits son un prodigio de inquietud y actividad, solo se ponen en marcha cuando su mundo natural está en claro y grave peligro. Todo el bosque de Fangorn echa a andar en una imagen que evoca claramente la del shakespiriano bosque de Birnam en Macbecth. «Tolkien era un ecologista en el mejor sentido de la palabra», dijo también el ponente del foro, que recordó a los asistentes la importancia del ecologismo: «Somos responsables del planeta, somos responsables de nuestros consumos, de nuestro cuerpo y del cuerpo de los demás. Por lo tanto, la mentalidad de fondo de preocupación por la vida que está en Tolkien, ojalá la tuviésemos todos mucho más».