Ricardo Paseyro

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Francia, enfermedad y crisis

La brutal recrudescencia del antisemitismo ha suscitado horror. Encendidas en Carpentras, las llamas se propagaron. La policía descubrirá, sin duda, a los culpables, y los capturará. Conviene, entre tanto, situar y analizar los sucesos de mayo sin extraerlos del panorama político y social francés. Ello nos conducirá a rememorar, con frecuencia, el pasado. Francia padece, desde su catástrofe militar, intelectual y moral de 1940, una esquizofrenia ya latente, ya manifiesta. Dominado por el tema de la inmigración, el ciclo presente se revela peligroso... Su perigeo data de los años setenta, cuando al acecho de una futura clientela electoral, socialistas y comunistas empezaron a reclamar una amplia apertura de las fronteras y los empleos franceses a los extranjeros. Temiendo que se les tachase de egoísmo retrógrado, las derechas y el centro liberales renunciaron a detener o canalizar el flujo inmigratorio. La extrema derecha encontró entonces un vasto terreno libre para construir, piedra tras piedra, un sólido edificio. Grupúsculo cuyos votos alcanzaban, hace tres quinquenios, apenas el 1 por 100, el Front National se erigió en único defensor de una «identiad francesa» amenazada por la pasividad con que Mitterrand y los socialistas acogieron, llegados al poder, el alud maghrebino. Serio objeto de discusión, al cual Le Pen propuso una respuesta simple y nociva: azuzar el rencor contra los árabes, bereberes y negros venidos de los exdepartamentos, colonias y protectorados franceses debía crear, ineluctablemente, graves tensiones. Movidas por cálculos tácticos, las izquierdas fomentaron, jugando por la banda, el auge del Front National, y privaron a las derechas liberales de los votos imprescindibles para vencer en los últimos comicios presidenciales y legislativos. Mas no habían barajado la posibilidad de que la extrema derecha fuese capaz de trastornar la vida francesa. Así ocurrió... El fenómeno Le Pen Sólo predicador brioso y directo, Le Pen sacudió la inercia general; la práctica del compromiso permanente desacreditaba a la clase política entera y la oposición liberal, floja y dividida, se mostraba impotente para combatir a un gobierno socialista que representa menos de un tercio del electorado. A la naturaleza la espanta el vacío: en virtud de tal principio, el Front National atrajo multitudes. Su crecimiento refleja una inquietud que cunde y que se traduce, también, por el abstencionismo El ultra-nacionalismo del F. N. no soporta un examen severo, y no expresa una doctrina coherente. ¿Cómo conciliar, por ejemplo, las nostalgias seudopaganas y seudo-helénicas de ciertos intelectuales próximos de Le Pen con el rígido catolicismo de otros consejeros suyus? Su común denominador es el culto de Francia. Pero se trata, si bien se mira, de una Francia mítica —de una entidad compacta, intemporal, invariable—. Lo mismo que España, Italia, Suiza, Alemania, etc., Francia es, en realidad, desde siempre, un cambiante mosaico de tradiciones y razas. Sin embargo, el jacobinismo centralizador le forjó una maciza apariencia de unidad social, y le dio, a su tipo de vida y a sus «valores» nacionales, una notable estabilidad. No obstante sus virulentas querellas, monárquicos y republicanos, cristianos y librepensadores, derechas e izquierdas se reconocían la...