José Antonio Pérez González

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Las elecciones de la democracia

Elecciones 93 Las elecciones generales convocadas para el próximo 6 de Junio no van a tener el encanto que tuvieron en 1977, ni el dramatismo que tuvieron en 1982, pero, en mi opinión, van a pasar a los anales electorales como unas elecciones cruLciales, por dos razones: 1) No hay un vencedor previo. El desbloqueo político, del que, en algún momento se llegó a desesperar, se convierte así en una realidad. El sistema de partido hegemónico enfila el camino del recuerdo. Y, al despojarse del sombrero mexicano, nuestra democracia se empieza a descubrir. Para que se haya llegado a esta situación se han tenido que dar una serie de circunstancias, de las cuales las más sobresalientes son: Un desfondamiento lógico, una bicefalia antagónica progresiva, y un acorralamiento judicial por actuaciones de legalidad más que dudosa, en el partido en el poder. Una sucesión acertada, una asunción sin complejos de la función de control, y una apuesta decidida por el centrismo político, en el principal partido de la oposición. Una recesión económica, agravada por la táctica socialista de enmascaramiento de realidades ingratas, y un eclipse parcial del ideal/coartada comunitario, que priva al Gobierno de la zanahoria europea, completarían el cuadro. 2) No va a haber una mayoría absoluta. Este hecho va a traer consigo, con toda probabilidad, un Gobierno de coalición, o en su defecto un Acuerdo de Legislatura. Por primera vez, el resultado de unas elecciones no va a suponer un Gobierno monocolor o un Gobierno sin compromisos estables con otras fuerzas políticas. Las previsiones sobre las consecuencias de un sistema electoral proporcional corregido, como es el que adoptaron nuestros constituyentes, van a cumplirse al fin. Razones del adelanto electoral La última convocatoria electoral no ha podido sustraerse a la regla, hasta el momento sin excepciones, del adelantamiento. Hay, sin embargo, una diferencia fundamental con las otras elecciones convocadas por el actual Presidente del Gobierno. Si entonces tomaba la iniciativa aprovechando circunstancias favorables (éxito del Referéndum sobre la permanencia en la OTAN en 1986 o bonanza económica en 1989), ahora lo hace a remolque de los acontecimientos, y ante unas perspectivas electorales futuras aún más adversas. ¿Por qué, entonces, no convocó elecciones antes?. Pues, sencillamente porque se equivocó. No evaluó bien los factores de erosión que se avecinaban. La razón aducida: conveniencia de que el Tratado de la Unión Europea conocido como Tratado de Maastricht fuese ratificado en el plazo previsto (antes del 31 de diciembre de 1992), si no es determinante en sí misma, sí proporciona una pista acerca de la metodología electoral socialista. Concluido el 92 se necesitaba otro horizonte, cuanto más lejano mejor, y el Tratado se lo proporcionaba con la incorporación a la Unión Económica y Monetaria Europea en 1997 de los países más idóneos. Comprometerse a largo plazo es una forma de no comprometerse, y si esto sirve para justificar inevitables decisiones económicas de escasa popularidad, miel sobre hojuelas. La alquimia inversa del oro olímpico en papeletas de voto y poder contante y sonante fue desaprovechada en una decisión que, a buen seguro, hoy se estará lamentando. ¿No...