Javier Tusell

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Catedrático de Historia Contemporánea, UNED

1989, La revolución de la libertad

La velocidad de los acontecimientos hace difícil una reflexión detenida que, ^ ¿ sin embargo, resulta por completo imprescindible porque es la esencia misma de nuestra sociedad y de nuestra política la que está en juego. No es así porque corra peligro, sino precisamente porque desde hace meses se está oyendo, a un mismo tiempo, el trompeteo incesante de los que creen que la Libertad es una inequívoca vencedora y la jerga incomprensible de quienes no quieren darse cuenta, todavía, de que el porvenir de la Humanidad camina por esa senda, un sistema que, desde luego, no caracterizaba al mundo político del Este hasta ahora existente. Un examen de las perspectivas de nuestro tiempo exige el de lo acontecido en la URSS y en la Europa del Este, pero sobre todo una reflexión interpretativa. Los datos del debate ideológico son lo suficientemente claros, aunque no siempre quieran ser vistos como tales. La crisis es del sistema Es obvio, por ejemplo, que la crisis de la URSS no es el producto de una transformación de la sociedad que exija súbitamente la adecuación del sistema político a una sociedad ya cambiada, como sucedió en el caso español en 1975. En la URSS, por el contrario, es el propio sistema político, pero también social y económico el que ha entrado en crisis merced a su pésimo funcionamiento y al margen de un cambio social que también se ha producido. Ha sido la crisis del sistema la que ha trasladado el centro de gravedad de la reforma soviética desde la política económica, que constituyó su eje originario, a la política. La «glasnot» tenía como misión incorporar a las masas a los propósitos gubernamentales de mayor eficiencia económica, pero ha producido una multiplicación de los conflictos, principalmente en lo que atañe a las nacionalidades. Mientras tanto, la eficiencia del sistema no ha prosperado en absoluto y el aprovisionamiento se ha deteriorado. Gorbachov no ha demostrado tener un programa coherente y estable sino responder de modo sucesivo a la propia evolución de los acontecimientos. No ha producido una regresión, como a veces se temió, pero tampoco ha satisfecho los deseos de los sectores más decididamente reformistas. El proceso que tiene en sus manos avanza lenta y confusamente, pero no podemos pensar que vaya a obtener necesariamente un éxito a medio plazo. La situación es infinitamente mejor que antes del advenimiento de Gorbachov, pero la inestabilidad de un país, que sigue teniendo 30.000 cabezas nucleares, mantiene un interrogante grave sobre la vida de la humanidad que sería imprudente ignorar. Pero hay motivos para la confianza y por supuesto muy superiores a los que se daban en 1985 cuando llegó al poder Gorbachov. Lo sucedido en Europa del Este durante el año 1989 ha sido una auténtica revolución de la libertad. No era tan imprevisible como a veces se ha dicho por la simple razón de que en realidad esa Europa central —una denominación mucho más oportuna que decir sólo «del Este»— sólo ha sido comunista merced a la presencia del...

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