Javier Carvajal

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Las ciudades de hoy ya no nos sirven

Es cierto que no arreglamos nada al quejarnos cotidianamente y el denunciar, sin respuesta, que nuestras ciudades se han convertido en un caos, donde vivir es difícil. Pero la queja está justificada. Las ciudades nacieron, no caprichosamente, sino como respuesta a necesidades compartidas, para el encuentro y y la solidaridad. frente al aislamiento, inseguro, de la vida en la naturaleza. El hombre, al comenzar su andadura histórica, se agrupó en ciudades para unir y sumar esfuerzos más allá de la tribu. Se unió a otros hombres para su defensa, se unió a otros hombres para ofrecer y encontrar ayuda, desde la solidaridad. La simple consideración de esos comienzos y motivaciones hace que nos preguntemos hoy si son ciudades, nuestras ciudades, o si, lejos de ello, se han convertido en monstruos que nos esclavizan y destrozan. Porque, a pesar de todos los pesares, se nos hace difícil pensar hacia el futuro, en una convivencia sin ciudades. Porque la civilización ha nacido de ellas y en ellas se asienta, a pesar de todos sus males y defectos. Tal vez ocurre que de las antiguas definiciones que seguimos proyectando sobre nuestra idea de la ciudad, las de nuestro tiempo sólo han conservado las del pasado, ampliándose y extendiéndose. su emplazamiento y la memoria de su historia, que es memoria de cultura y de progreso, La memoria de los fenómenos colectivos que son cimiento de la civilización que hemos heredado, permanece en ellas y se abraza a las imágenes de sus heredadas arquitecturas, en tanto su realidad cotidiana se ha ido alejando cada vez con mayor rapidez, con el paso del tiempo y la aparición de nuevos factores integrados en la vida colectiva, del fin y razón de ser básico que les dio la vida. Conservamos la idea de que ser civilizado radica básicamente en ser ciudadano, miembro de una «civis» que etimológicamente liga los conceptos de ciudad y civilización. Pertenecer a la ciudad ha significado participar en un grado superior de la convivencia, potenciador de esfuerzos colectivos superadores del egoísmo incivil y salvaje del individuo aislado. ¿Sigue siendo así?. Ciudades deshumanizadas Nuestras actuales ciudades, paso a paso, han ido alejándose de ese ideal de encuentro para convenirse muchas veces en «guetos» económicos y sociales insolidarios que transforman a sus habitantes en miembros de multitudes solitarias pobladas por seres anónimos aislados en la masa. Hoy aquel anhelo original de aunar esfuerzos para lograr una vida mejor y más segura, alcanzar un nivel de vida más pleno y feliz, nacido de un esfuerzo colectivo, difícilmente es aplicable a las monstruosas aglomeraciones urbanas que padecemos. El desarrollo y evolución de las ciudades a partir de la Revolución Industrial las han convertido en anárquicas y deformes aglomeraciones imposibles para el encuentro, el conocimiento y la convivencia humana que en otros siglos fueron. Sin que desde esos abismos de desconocimiento pueda esperarse de ellas reacciones de solidaridad y de ayuda mutua, sino el puro trasvase de esas necesidades esenciales a los capítulos funcionales de las instituciones administrativas, alejados del valor de la vida, ahogados...