Francisco Fernández Ordóñez

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El Golfo y la post-crisis

La imprevista rapidez con que se ha desmoronado el otrora temido Ejército iraquí está teniendo el efecto de una ducha escocesa entre unas masas árabes hasta hace poco enardecidas por la retórica belicista de Sadam Husein. Bien es cierto que su palabra caía en un terreno previamente abonado por sentimientos anti-occidentales (por pro-israelíes) y por las frustraciones derivadas de la incapacidad de la llamada Nación Árabe para organizar una convivencia ordenada sobre bases de justicia social participación económica y democracia política. Tras los últimos acontecimientos, que han convertido a la madre de todas las batallas en la madre de todas las retiradas (o en una retirada desmadrada), un incrédulo abatimiento ha sustituido al enardecido revanchismo que Sadam Husein personificaba para el árabe de la calle. Desilusión acompañada de despecho, al comprobar ¡a magnitud del engaño en el que voluntariamente han vivido las masas árabes desde el pasado 2 de agosto. Sólo permanece inalterable el sentimiento de humillación colectiva con que buena parte de los árabes han recibido la intervención occidental en una guerra «originada entre árabes, hecha contra árabes y pagada con dinero árabe». La organización del futuro debe, pues, partir de esta premisa y del foso de incomprensión que la resaca de este conflicto dejará entre el Norte y e) Sur y que dará lugar a una relación acomplejada, en la que el odio y la xenofobia serán reciprocados con incomprensión y temor, que pueden incluso dar lugar a brotes de racismo. El riesgo es. así. el de un desarrollo paralelo, en ambas riberas del Mediterráneo, de dos mundos que se dan recíprocamente la espalda. Y ello en la medida que las cosas no vayan a peor, con reacciones fanáticas propiciadoras de todo tipo de excesos. Por ahora lo que hay es un rechazo de los modos y modas occidentales en beneficio de un mayor ensimismamiento. Esperemos que sea algo pasajero. En estas circunstancias es preciso hacer un esfuerzo serio por reorganizar una convivencia sobre bases sólidas y justas, pues sólo así podrá ser duradera, Pero no es fácil: — En Oriente Medio y la zona del Golfo esto requerirá hacer frente a los múltiples problemas que hay planteados en esta región tan conflictiva. — En el plano político, la situación en Líbano, el conflicto árabe-israelí y el drama palestino son. junto a las relaciones Irak-Kuwait, los asuntos principales, todos ellos de complicada solución. Una o varias Conferencias Internacionales de Paz serán necesarias para abordarlos debidamente, aunque no haya necesariamente que descartar otros enfoques más posibilistas y graduales, siempre que ninguna opción quede cerrada de antemano. El problema kurdo puede también plantearse en este contexto. En iodo caso, lo esencial será abordar sin demora el caso palestino. Si los árabes han reaccionado en esta crisis como lo han hecho, ha sido en buena medida por el agravio que para ellos supone la ocupación israelí de Cisjordania, Gaza, Golán y Jerusalén Este. Es preciso deshacer su impresión, no infundada, de que las Naciones Unidas le permiten hacer a Israel lo que no le consienten...