Daniel Innerarity

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Catedrático de Filosofía Política, investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco y titular de la Cátedra Inteligencia Artificial y Democracia del Instituto Europeo de Florencia.

Historia, narración e identidad

«Nuestra identidad es un asunto histórico y no un acto de la voluntad. Que la identidad es el resultado de una historia quiere decir que no es el resultado de una acción consciente, de un plan para conseguir precisamente ese producto. Las peculiaridades históricas resultan de la interferencia de intenciones muy diversas», recuerda en este artículo el catedrático de Filosofía Política Daniel Innerarity.

El antagonismo democratico

La perspectiva racionalista en la que se han movido Rawls, Larmore o Habermas, entre otros autores, está siendo últimamente criticada desde la izquierda. Se vuelve sobre la particularidad, que venía siendo un argumento más bien conservador, sobre el papel fundamental de las pasiones en la discusión política y sobre la conveniencia de la discrepancia para la salud del sistema democrático. De ello tratan los tres libros a los que Daniel Innerarity se refiere en estas líneas: Chantal Mouffe, El retorno de lo político. Comunidad, ciudadanía, pluralismo, democracia radical (Barcelona 1999); Martha C. Nussbaum (y otros), Los límites del patriotismo. Identidad, pertenencia y «ciudadanía mundial» (Barcelona 1999) y Richard Rorty, Forjar nuestro país (Barcelona 2000), los tres editados por Paidós.

La pregunta por el ser colectivo

No todos somos "todos". En el seno de todo orden constitucional, de toda convivencia democrática, hay un "nosotros" inconsistente, un desgarro y una contradicción, que continuamente redefine de manera provisional las dimensiones de la inclusión y la exclusión. Por eso lo político no puede ser monopolizado por las realidades institucionales, por la organización de la sociedad y por la estatalidad ritualizada. Lo político es más bien el lugar en el que una sociedad actúa sobre sí misma y renueva las formas de su espacio público común.

Elogio de la sociedad «enredada»

Europa tiende a la desaparición de los centros y a la formación de redes. Esto tiene relevantes consecuencias políticas y culturales, como la extensión de los sistemas de normas de carácter universal, el fortalecimiento de los regionalismos y, la más importante, la profundización en el pluralismo.