César Nombela

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Catedrático de Microbiología. Director general de la Fundación de la Universidad Complutense
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¿Cómo prevenir la endogamia?

Una de las deficiencias que lastran la calidad de la universidad española actual es la escasa movilidad y la endogamia del profesorado universitario. Si estas son las características que marcan los procesos de acceso a la función docente, combatirlas con las medidas adecuadas aumentará la capacitación de los profesores y con ello la calidad de la enseñanza universitaria de nuestro país.
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Células madre y bioética

Nuestra vida comienza con la fecundación del ovocito por el espermatozoide, lo cual sabemos bien que da lugar a un proceso continuo, con sus etapas embrionaria, fetal y adulta. Los avances cientificos iniciados por Yamanaka, en 2006, hacen innecesaria la destrucción embrionaria para obtener células madre pluripotentes.
Nueva Revista

Nuevas tendencias en investigación científica

Tras un tiempo caracterizado por la fe ciega en la ciencia, hoy se abre un campo inagotable para los descubrimientos científicos. En los próximos decenios las ciencias de la vida continuarán adquiriendo protagonismo. Por ello, cada vez serán más importantes aquellas disciplinas encargadas de reflexionar sobre los problemas derivados de su investigación, como la biotética.
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De la ley de 1986 hasta nuestros días

Entre el conjunto de los proyectos que el Gobierno plantea para esta legislatura destaca la nueva Ley de la Ciencia. Su antecedente directo es la Ley 13/1986 de Fomento y Coordinación General de la Investigación Científica y Técnica, una norma aprobada en ese año 1986, con amplio consenso parlamentario (tanto del partido socialista como de la oposición popular), y que, a mi juicio, habría de tener un impacto muy positivo en el desarrollo del sistema español de Ciencia y Tecnología.
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Avanza la alternativa a la destrucción embrionaria

La obtención de células madre (1) embrionarias humanas, llevada a cabo por el grupo del norteamericano Thompson en 1998, tuvo lugar meses después de la clonación de la oveja Dolly. Se generó, con ambos descubrimientos, una dinámica que parecía conducir de forma inexorable al empleo de embriones humanos, si es que se habían de desarrollar procedimientos adecuados para lo que se llama medicina regenerativa. Muchos se instalaron en la contundente afirmación de que sólo la aceptación del empleo de embriones humanos, como fuente de células madre, podía llevar al desarrollo de terapias regenerativas. Quedaba, para ellos, abierta únicamente la cuestión de si se llegaría a desarrollar células madre, de algunos embriones, con aplicación a cualquier paciente (terapia alogénica) o, por el contrario, todo estaba abocado a la obtención de células embrionarias clónicas, específicas de cada paciente (terapia autóloga), para poder plantear tratamientos regenerativos. Con ello se acuñó el término, bastante equívoco, de «clonación terapéutica», a pesar de que la propia Academia de Ciencias de los Estados Unidos señalaba que no existían tales terapias que pudieran derivarse de la clonación, por lo que sólo cabía hablar de ésta con propósitos de investigación biomédica. La suerte estaba echada y con ello era preciso abrirse a una producción y manejo general de embriones humanos, en sus etapas iniciales, para todo tipo de propósitos investigadores, terapéuticos e industriales. Aparte de las objeciones éticas, existían importantes limitaciones médicas en el previsible empleo de células de origen embrionario Aparte de las objeciones éticas que suscitaba el empleo de células de origen embrionario, quedaba claro también que existían importantes limitaciones médicas en el previsible empleo de células de origen embrionario, precisamente por sus propias características que la investigación ponía de manifiesto. Las células obtenidas de embriones gaméticos (los normales, que se generan por fecundación entre los gametos) mostraban un crecimiento vigoroso y desordenado, al ser trasplantadas a embriones u organismos adultos, tal como se hacía patente con la experimentación animal. El potencial de diferenciación de estas células daba lugar a la formación de teratomas (tumores integrados por una variedad de tipos celulares) tras su implantación en tejidos. Pero las limitaciones eran aún mayores si se pensaba en células derivadas de embriones clónicos, como el utilizado para generar a la oveja Dolly. Por un lado, la transferencia del núcleo de células adultas, a ovocitos privados de su núcleo, que es la forma de practicar la clonación de mamíferos, daba lugar a estructuras aberrantes, con notable frecuencia. De hecho, la oveja Dolly surge tras cientos de intentos, en los que el embrión que había de ser gestado era portador de deficiencias que daban lugar a organismos inviables o monstruosos. Era razonable pensar que al abordar la clonación humana, no para la reproducción sino para generar embriones como fuente de células madre, muchos de éstos serían portadores de los mismos defectos. Además, era de esperar que las células resultantes de estos embriones clónicos se comportaran como las de los embriones gaméticos, en cuanto a su posibilidad de generar tumores. Pese a ello, la...
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Vida humana diseñada in vitro

El químico Djerassi, descubridor de principios activos anticonceptivos, ha formulado de manera gráfica las consecuencias de los avances en tecnologías contraceptivas y reproductivas. Señala que han suscitado multitud de problemas inquietantes que quisiéramos apartar de nosotros. «Pero eso ya no es posible», y añade, «el genio ha escapado de la botella». Entre esas cuestiones que irrumpen, con consecuencias cuyos alcances no se controlan del todo, está la selección embrionaria y, más en concreto, la selección de seres humanos cuyo «diseño biológico» responda a determinadas características que les hagan útiles para beneficio de terceros. Se ha acuñado el término «bebé medicamento» que refleja toda la carga de utilitarismo que conlleva el nacimiento de estas personas. En las líneas que siguen se reflejan, tanto las limitaciones tecnológicas, como las reservas éticas que rodean a estas prácticas de selección embrionaria para beneficiar a otros.No juzgaré las motivaciones íntimas que animan a quienes practican estas tecnologías, ni a quienes legislan sobre el particular. Pero sí resulta patente que, en su aplicación, se observa una menor exigencia de seguridad y garantías que la que se demanda para otras intervenciones médicas, como por ejemplo la autorización de nuevos fármacos. En estos casos, el empleo se condiciona a la aportación, permanente y continua, de evidencias de la eficacia y seguridad del medicamento novedoso, con la posibilidad, también permanente, de revocación de la autorización. No se aplica la misma exigencia, sin embargo, a la actuación sobre el embrión humano, incluso se aprecia una cierta fascinación por lo que supone el dominio sobre esta etapa de la vida humana, en línea con la atracción que ejerce para algunos todo lo que resulta transgresor de ciertos valores considerados «tradicionales», como la propia intangibilidad de la vida humana.EL EMBRIÓN HUMANO GENERADO IN VITRO: INTERVENCIONES DIAGNÓSTICASHace veintiocho años nacía el primer «bebé probeta», gracias a la fecundación in vitro (FIV) del gameto femenino (óvulo u ovocito, que es el óvulo en el estadio en el que se fecunda) extraído quirúrgicamente de una mujer, con esperma del varón. La práctica, ya consolidada, supone que tras un periodo de desarrollo en placa de laboratorio, unas dos semanas como máximo, el embrión así generado se transfiere al útero de la mujer que lo ha de gestar. Ello puede conducir, si hay éxito, a su gestación y posterior alumbramiento.Esta técnica, en principio planteada como solución para diversos problemas de esterilidad de algunas personas que no podían procrear de manera natural, se abrió pronto a otras intervenciones. Se ampliaban así los espacios de dominio del hombre sobre el inicio de su vida de manera muy notable y con consecuencias que requieren una valoración ética desde diversos aspectos, incluido el de la propia seguridad de su empleo. Entre estas intervenciones está el llamado diagnóstico genético preimplantacional (DGP). Técnicamente, el DGP se practica efectuando una biopsia del embrión, normalmente muy pronto, cuando su envergadura es de ocho células, para extraer dos de ellas y proceder a un análisis genético que permita valorar las características de dicho embrión... y...

La nueva estructura del progreso científico

La importancia de la reflexión sobre el progreso que la investigación básica ha hecho posible, sus frutos y la relación con el progreso humano. Las políticas científicas estatales, los intereses de los capitales privados y el papel del Gobierno.

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Desde la unidad del saber

La fragmentación de los saberes, consecuencia de la superespecialización que demanda la estructura de la investigación científica—también en el campo de las Humanidades— es una realidad tan patente como insatisfactoria en el mundo actual. La mutua ignorancia entre unos saberes y otros se nos aparece como un peligro real. Sin embargo, la producción primaria de conocimiento en las ciencias experimentales está cada vez más en manos de los responsables de grandes grupos, que han de allegar recursos económicos y humanos en gran escala, no sólo para liderar el avance sino para marcar las pautas con arreglo a las cuales se desarrolla.La creatividad científica se materializa hoy con más facilidad, al menos así se hace creer, en el seno de esas grandes estructuras (megaciencia) y se enmarca en aquellos ambientes que priorizan esa producción primaria de nuevo conocimiento, en buena medida como instrumento para el progreso —un progreso cuyo énfasis principal está en el tiesarrolio tecnológico como instrumento económico y de poder—. Ello tiene mucho que ver con las políticas científicas que inspiran la asignación de recursos para la investigación o ia organización de las instituciones académicas.En estas condiciones no podemos decir que se prodigue mucho la reflexión, desde el mundo propiamente científico, sobre el significado de los nuevos desarrollos, tanto en la Ciencia como en la Tecnología, sobre su inserción en los sistemas culturales, sus alcances actuales y posibilidades futuras, ni siquiera sobre cómo orientarlos en la dirección que mejor sirvan al futuro del hombre y la vida en este planeta. Sucede incluso que esas reflexiones pasan a ser también objeto de una «parcela especializada», a la que sirven determinados cultivadores de las ciencias sociales, filosofía, etc.¿Qué queda entonces, en la era del avance científico, de los ideales de Tales de Mileto, el fundador de las ciencias físicas, o de los sueños sobre la unidad del conocimiento que surgen de la Ilustración y que están en la raíz del conocimiento científico moderno?E. O. Wilson, en su libro Consilence.The Unity of Knowledge, establece que «la empresa más grande de la mente ha sido siempre, y continuará siéndolos el logro de una integración entre ciencias y humanidades». Por ello se dedica en este libro a difundir la fascinación que puede suponer llegar a una síntesis, convergencia o consenso en los que apoyar la posibilidad de construir esa tarea a través de todas las ramas del conocimiento. Se trata de lograr esa intersección entre las disciplinas científicas que van desde las más esenciales de entre las ciencias de la naturaleza hasta las ciencias sociales y la ética.El autor, que se formó originalmente como naturalista, es catedrático de la Universidad de Harvard, y ha escrito una serie de obras de reflexión que van desde la Sociobiología a la Biodiversidad. En Consilence incorpora un análisis basado en su conocimiento completo y actual de la situación de las más variadas disciplinas científicas junto con una erudición verdaderamente enciclopédica, que le permite transitar con seguridad por los territorios de la historia del pensamiento científico y sus...