Carlos Casares

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Otero Pedrayo, el gran patriarca

A pocos kilómetros de Orense, en la cima de un monte desde cuyas estribaciones se divisa el cauce majestuoso e imponente del Miño, tenía don Ramón Otero Pedrayo su pequeño pazo rural. Poca cosa. En contra de lo que parece sugerir la resonancia aristocrática del nombre, nada en su arquitectura hace pensar en un palacio. En el exterior, sólo el corredor de madera pintado de verde que acota la solana, y que fue diseñado por Castelao, le confiere un cierto rango de superioridad jerárquica frente a otras casas grandes de la zona. En el interior, nada hay que lo diferencie, a no ser la amplitud de las habitaciones y la calidad de algunos muebles, de cualquier vivienda campesina habitada por una familia de renta media o alta. Por supuesto, en la casa, y éste es otro detalle que la singulariza entre todas las demás, en un pequeño cuarto situado encima de las cuadras, hay una biblioteca. No es muy amplia, aunque sí selecta, con un número considerable de libros que hov podrían llamar la atención por su rareza. En una estantaría de madera de castaño, sobre el lienzo de pared que queda a la izquierda según se entra, se ve un ejemplar manoseado del Ulyses de James Joyce. Está allí desde 1923, poco más o menos. El mismo Otero Pedrayo tradujo algunas de sus páginas al gallego en el año 1926 y las publicó en «Nós», la revista cultural más importante de la Galicia de su tiempo. Algunos pensarán que se trató de una extravagancia. Tal vez. Por lo menos, si se tiene en cuenta que era la segunda traducción parcial que se hacía del célebre y polémico libro de Joyce, hasta entonces sólo vertido fragmentariamente al francés por Valéry Larbaud en 1922 y publicado también en una revista, l.a Nouvelle Revue Française. Mayor extravagancia aún, si se piensa que el capítulo elegido por Otero Pedrayo fue ni más ni menos que el XVII, uno de los preferidos por el novelista irlandés, que un día se refirió a esa parte de su novela como una sublimación matemático - astronómica - físico - mecánica geométrica química de Bloom y Stephen: y que si tenemos en cuenta el paralelismo con (a Odisea, la acción de esas páginas se desarrolla en la ítaca del mito homérico. Hablar en gallego Homero, ítaca, Bloom, sublimación matemático-astronómica.,. ¿qué diría el viejo Tenacio, un fiel criado de Otero, que mientras el señor estaba encerrado en su cuarto de los libros ocupado en tan prestigiosos menesteres, apenas un par de metros por encima de su cabeza, cuidaba él de vacas y cerdos, preparaba las hoces y restauraba con mimbres la cesta rola de recoger las patatas? Por las noches, después del trabajo de la jornada, cuando amo y criado se sentaban al fuego en la cocina, mientras el viento y la lluvia alborotaban y sembraban el miedo en la oscuridad medieval de la aldea, el uno podría pensar en las dificultades de traducir a Joyce al gallego; el otro no dejaría...