Reseña bibliográficos de varios libros sobre la Rusia soviética y el comunismo, recomendaciones para el verano.
En la Rusia soviética, el manicomio es el único lugar donde puede vivir una persona normal», escribieron los famosos escritores rusos Ilf & Petrov en una de sus mejores novelas, El becerro de oro. La literatura de estos dos autores, especialmente Las doce sillas, su obra maestra, es un buen ejemplo de la excelente literatura satírica rusa, especialmente prolífica durante los años de la Unión Soviética. En un libro reciente, Vida e insólitas aventuras del soldado Iván Chonkin, de Vladimir Voinóvich, el escritor Horacio Vázquez Rial afirma en el prólogo, simplificando deliberadamente, que la historia de la literatura rusa puede dividirse en autores trágicos tipo Tolstói, Dostoievski o Chéjov, o en autores que utilizaron la sátira (Ilf & Petrov, Bulgákov, Olesa, Zóschenko, Dovlátov, Voinóvich…) para reflejar con humor la tragedia del ciudadano ruso contemporáneo. Quizás para esquivar el férreo control impuesto por la autoridades soviéticas, numerosos escritores optaron por la novela satírica como el género apropiado para criticar las costumbres y los vicios del comunismo a todos los niveles.
VÍCTIMAS DE LA CENSURA
Sin embargo, la censura, que controlaba absolutamente toda la vida literaria de la Unió n Soviética, siempre vio en este tipo de textos una oculta, premeditada y peligrosa intención política subversiva, de ahí que entre la larga lista de autores represaliados haya muchos que han practicado este género, el más sibilino e inteligente para oponerse a la realidad que les tocó vivir. Y es que los escritores satíricos tenían muy poco que ver con aquellos otros escritores que adoptaron la línea más oficialista del régimen y que, en sintonía con los ideales de la dictadura del proletariado, pusieron su literatura al servicio de la revolución.
Para Lenin y Stalin, los escritores debían abandonar las veleidades románticas y subjetivas y contribuir con sus libros a crear un nuevo modelo de sociedad basado en el optimismo, en el amor al trabajo, en la fuerza de la voluntad humana, en la grandeza de los ideales solidarios, científicos y humanos del comunismo. Stalin denominó a los escritores «ingenieros del alma», aunque, eso sí, dirigieron bastante bien sobre qué temas debían escribir. En este sentido, resulta sorprendente lo que cuenta el escritor e ingeniero holandés Frank Weterman en su ensayo Ingenieros del alma (Siruela), donde analiza la estrecha relación que existió entre la literatura (en su versión más propagandística y publicitaria) y las numerosas obra hidráulicas que se emprendieron durante los años de terror de Stalin y que eran una muestra de la superioridad de la razón comunista sobre el espacio físico y el símbolo de la nueva sociedad comunista.
Mijaíl Zóschenko (1895-1958) sufrió problemas con la censura durante casi toda su vida, aunque fue a partir de 1946, al acabar la Segunda Guerra Mundial y tras la publicación de Aventuras de un mono, cuando fue excluido de la todopoderosa Asociación de Escritores Soviéticos y obligado a sobrevivir a base de traducciones hasta su muerte. En el caso de Vladímir Voinóvich, empezó a tener problemas a partir de la década de los sesenta, cuando salió en defensa de algunos escritores que fueron detenidos por publicar sus obras en el extranjero. Desde entonces, empezó a colaborar en movimientos disidentes, y cuando quiso publicar Vida e insólitas aventuras del soldado Iván Chonkin, la novela fue prohibida. Se publicó al final en París, en 1974, lo que provocó que fuera expulsado de la Unión de Escritores Soviéticos ese mismo año por dar una imagen negativa de su país en el exterior. En 1980 se le obligó a abandonar el país y en 1981 el presidente Breznev le privó de su nacionalidad. Serguei Dovlátov fue expulsado del Sindicato de Periodistas en 1976 y en 1978 pudo, por fin, abandonar la URSS y trasladarse a Estados Unidos, donde murió en 1990.
ZÓSCHENKO: CONTRA LOS TÓPICOS
MATRIMONIO POR INTERÉS Y OTROS RELATOS MIJAÍL ZÓSCHENKO El Acantilado. |
Estos tres escritores dieron lo mejor de sí en sus escritos satíricos, aunque, como se puede apreciar, los tres fueron perseguidos por los aparatos de control del Partido Comunista. Mijaíl Zóschenko fue uno de los escritores más populares tanto en la Unión Soviética como entre los emigrantes rusos. Consiguió su popularidad en los años de la NEP (Nueva Política Económica), tras el final de la guerra civil en 1920 y la llegada al poder de Stalin en 1928. En todos los frentes, se respiró un ligero soplo de aire fresco que se manifestó en una mayor libertad de expresión, en un menor control de la actividad literaria y en la proliferación de iniciativas privadas vinculadas con la literatura. Todo ello acabó en 1928, cuando la Asociación Rusa de Escritores Proletarios, el germen de la todopoderosa Unión de Escritores (creada en 1932 por Stalin) impuso su disciplina en el mundo literario y los escritores se vieron forzados a ser una pieza másdel engranaje revolucionario.
Matrimonio por interés y otros relatos contiene una selección de los cuentos satíricos que escribió entre 1923 y 1955. No hay en ellos grandilocuencia ni esmero por el lenguaje ni excelentes descripciones. Suelen ser relatos muy cortos, de dos o tres páginas, en los que Zóschenko presenta pequeños aspectos de la cotidiana realidad soviética de aquellos años. Su mirada es muy divertida y original, actitud que le sirve para hacer una crítica de los excesos y defectos del comunismo y añorar la vida de la pequeña burguesía durante el pasado zarista. En sus relatos, con el lenguaje antirretórico del hombre de la calle, critica con ironía el exceso de burocratismo, la extendida corrupción y los tópicos del lenguaje comunista, que condicionan la manera de vivir y el juicio sobre la historia reciente de su país.
MROZEK: CONTRA LOS CONVENCIONALISMOS
LA MOSCA SLAWOMIR MROZEK El Acantilado. |
Bastantes de los relatos de Zóschenko recuerdan a los de Slawomir Mrozek (Borzecin, 1930), un escritor polaco que también puede adscribirse a esta literatura satírica, y aunque no hable de la realidad soviética, también censura abiertamente el comunismo, igual de uniforme en todas las latitudes. Descubrí a Mrozek en 1995, cuando la editorial Sirmio publicó La vida difícil (también editado por El Acantilado), su primer libro de relatos que se traducía al castellano. Fue una gozosa lectura, pues Mrozek disparaba cómicamente contra los excesos ridículos del comunismo. Desde entonces, se han ido sucediendo los libros (Juego de azar, Dos cartas, El árbol, El pequeño verano). El último volumen publicado es La mosca, que contiene los relatos que escribió entre 1990 y 1993, cuando ya había caído el Muro de Berlín. El punto de partida de la mayoría de ellos tiene que ver con la literatura del absurdo, pero Mrozek es diferente porque tiene siempre los pies en el suelo. La experiencia de haber vivido en un país comunista, abrumado por el peso de la propaganda y la demagogia, le han hecho desconfiar de los discursos grandilocuentes y de los sistemas políticos. En La mosca sigue habiendo una burla del comunismo, aunque los temas ahora son más amplios. Con un inteligente y divertidísimo sentido del humor, Mrozek cuestiona múltiples aspectos de la realidad, dejando en evidencia el absurdo de muchas ridículas convenciones.
DOVLÁTOV: CONTRA EL PERIODISMO DE FICCIÓN
EL COMPROMISO SERGUEY DOVLÁTOV Ikusager. |
Otro descubrimiento muy interesante, especialmente para periodistas, es El compromiso, de Serguey Dovlátov (1941), escritor ruso que refleja muy bien en sus escritos y en su propia vida el alcance de la buena literatura satírica. Dovlátov recurre a la sátira para dejar al descubierto el imperio de la sinrazón comunista. Como la casi mayoría de los escritores satíricos, trabajó como periodista, lo que le llevó a conocer muy de cerca la realidad rusa a ras del suelo y las absurdas consignas que los periodistas se veían obligados a cumplir. En España, se han publicado La maleta, Los nuestros y La extranjera. En El compromiso revive los tres años —de 1973 a 1976— que fue redactor del diario Estonia Soviética de Tallín. Su estructura permite diferenciar la realidad oficial y la realidad cotidiana que vivían los ciudadanos de a pie. Al comienzo de cada uno de los doce capítulos, Dovlátov reproduce un breve pasaje de una noticia ya publicada en la prensa. Luego, cuenta la trastienda, es decir, la versión no oficial, casi siempre desternillante.
VOINÓVICH: CONTRA LOS EXCESOS BUROCRÁTICOS
VIDA E INSÓLITAS AVENTURAS DEL SOLDADO IVÁN CHONKIN VLADÍMIR VOINÓVICH Libros del Asteroide. |
También resulta muy divertida la novela de Vladímir Voinóvich (1932) que ya hemos mencionado, Vida e insólitas aventuras del soldado Iván Chonkin. El autor se sirve de un disparatado argumento para describir la realidad de una apartada aldea que puede ser el resumen de una buena parte de la población soviética. El torpe e ingenuo Chonkin, un soldado a punto de licenciarse del Ejército Rojo, recibe la misión de vigilar un avión averiado que ha tenido que realizar un aterrizaje de emergencia en una aldea alejada de su cuartel. Pero pronto todo el mundo se olvida de Chonkin y el soldado tiene que apañárselas para buscarse la vida en el koljós. Mientras tanto, la URSS entra en guerra con la Alemania nazi y Chonkin, de pronto, es considerado un espía o un desertor. Las situaciones son esperpénticas, divertidísimas, muy agudas. Voinóvich deja al descubierto el ridículo control del Partido Comunista sobre todos los aspectos de la sociedad, desde los más grandes e importantes hasta los más menudos.
Pero la literatura satírica rusa no ha finalizado con la caída del Muro de Berlín. La sociedad poscomunista es fuente de ingeniosos argumentos para algunos escritores que vuelven a utilizar la literatura para manifestar su rechazo a una sociedad que va dando tumbos. Es el caso de Andrei Kurkov y su ingeniosa y disparatada Muerte con pingüino (El tercer hombre), Vladimir Kaminer y su esperpéntica Música militar (RBA) y, especialmente, Víctor Pelevin (Moscú, 1962), autor de La vida de los insectos, Omon Ra, Homo Zapiens y El meñique de Buda (Mondadori), todas ellas con el telón de fondo de la herencia del comunismo.
Risas y carcajadas para escapar, pues, de la tragedia.