¿El comienzo de una amistad entre China y Estados Unidos?

Según Graham Allison, ambos países están abocados a entenderse porque la guerra comercial perjudica a sus economías y Taiwán no es algo prioritario para el presidente americano

Trump y Xi Jinping. CC Wikimedia Commons
Alfonso Basallo

Graham Allison (Charlotte, Carolina del Norte, 1940). Politólogo y analista. Profesor en Harvard, especialista en geoestrategia y defensa. Fue asesor del Pentágono y consultor de la Casa Blanca durante los mandatos de Reagan y Clinton. Autor del libro Destined For War: Can America and China Escape Thucydides’s Trap? (2017).

Avance

A pesar de las tensiones entre EE. UU. y China, hay motivos para creer que en los próximos meses Donald Trump y Xi Jinping pueden establecer una relación mucho más constructiva entre las dos potencias, considera el politólogo y analista Graham Allison en una serie de artículos y entrevistas recientes. Sostiene que ambos gobiernos están dando pasos alentadores para una tregua en la guerra comercial que libran, y aventura que la cumbre que sus presidentes mantendrán a finales de mes puede ser el preludio de una «asociación» entre las dos naciones. Ha llegado a esa conclusión, analizando los intereses de cada una de las partes, si bien advierte que tal escenario está sujeto a muchas variables, y no es la menor de ellas el carácter impredecible y errático de Trump, si bien considera que forma parte de su peculiar estrategia negociadora.

Allison fundamenta su moderado optimismo en varios factores: que tanto Trump como Xi Jinping se conducen con un cauto pragmatismo y son menos halcones de lo que pudiera parecer; que sus economías son demasiado interdependientes como para una desconexión que las perjudicaría internamente; y que el presidente americano no quiere verse envuelto en una escalada bélica por el conflicto de Taiwán, que Pekín reclama como parte irrenunciable de China. Sobre todo ahora que Trump aspira a colocarse la medalla de gran pacificador y tiene una oportunidad en Asia-Pacífico, tras sus pobres resultados de Ucrania y los todavía inciertos de Gaza. 

Argumenta que las dos potencias seguirán siendo «rivales clásicos, pero que viven en un mundo en el que cada uno se las ve ante desafíos que no puede afrontar sin la cooperación del otro». Como llegó a decir el ministro de Exteriores chino, están abocados a construir «una nueva narrativa, basada en la exploración de vías de coexistencia y de intereses comunes».  Por eso, confía Allison en que escaparán de la llamada trampa de Tucídides, esto es, la probabilidad de que estalle una guerra cuando la hegemonía de una gran potencia está siendo disputada por una potencia emergente, como ocurrió en 1914 cuando la rivalidad de Gran Bretaña y Alemania derivó en conflicto bélico. La disuasión sigue siendo un argumento válido tanto ahora como cuando Reagan dijo aquello de que «una guerra nuclear no se puede ganar y, por lo tanto, nunca debe librarse».

Habrá que estar atentos ante los próximos pasos de ese posible acercamiento entre China y EE. UU. para ver en qué se concreta. Y aunque el disruptivo presidente americano presume de ser impredecible, en este caso incluso «sus críticos más feroces deberían considerar la posibilidad de que sorprenda al mundo positivamente», apostilla el politólogo.

Análisis de nueva revista

A pesar de las tensiones entre EE. UU. y China, hay motivos para creer que en los próximos meses Donald Trump y Xi Jinping pueden establecer una relación mucho más constructiva entre las dos naciones, considera Graham Allison. Y eso que ambas potencias se asoman al precipicio, como advirtió el politólogo en su emblemático libro Destined For War: Can America and China Escape Thucydides’s Trap? (2017). Había acuñado ese término —la trampa de Tucídides— en un artículo publicado en The Atlantic, en 2015, para preferirse a la alta probabilidad de que estalle una guerra cuando un poder emergente amenaza con arrebatarle la hegemonía a un poder dominante.

Se basaba en la frase que el militar e historiador Tucídides (siglo V a. C.) dejó escrita para la posteridad en su Historia de la guerra del Peloponeso: «Fue el ascenso de Atenas y el miedo que esto generó en Esparta lo que hizo inevitable esta guerra»

Graham Allison analizaba dieciséis casos, de los últimos quinientos años, de los cuales doce derivaron en conflictos bélicos, como ocurrió con el mencionado de Atenas y Esparta, o con Alemania cuando disputó la hegemonía a Gran Bretaña a principios del siglo XX. En otros cuatro casos, sin embargo se evitó la guerra, como ocurrió en el pulso que planteó la Unión Soviética a EE. UU. entre 1945 y 1990.

¿Qué pasará ahora con la rivalidad entre China y EE. UU.? Allison se muestra relativamente optimista. Sostiene que los contactos que establecieron al comienzo del verano el secretario del Tesoro norteamericano, Scott Bessent, y el viceprimer ministro chino, He Lifeng, son pasos positivos para una tregua en la guerra comercial que libran, y que aún más decisiva va a ser la cumbre entre Trump y Xi Jinping prevista para finales de octubre, en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC). Será el primer encuentro personal que mantengan, desde 2019, aunque han tenido varias conversaciones telefónicas.

Preludio de una asociación entre las dos naciones

Allison cree que ambos mandatarios anunciarán avances en materia comercial, que China aceptará «comprar más petróleo, gas y productos agrícolas estadounidenses para reducir el déficit comercial bilateral en varios cientos de miles de millones de dólares a lo largo de varios años». Y dado que para el presidente americano «los déficits comerciales bilaterales son un objetivo importante, incluso podría imaginar a Xi ofreciendo la perspectiva de eliminar el déficit comercial antes de que Trump deje el cargo».

Aventura que esa cumbre puede ser el preludio de una «asociación» entre las dos naciones, en otros muchos campos, como la industria y la energía. Ha llegado a esa conclusión analizando los intereses de cada una de las partes, aunque deja bien claro que tal escenario está sujeto a muchas variables y que el futuro es incierto.

Allison basa su moderado optimismo en varios factores. En primer lugar, Trump no es un halcón con respecto a China, a diferencia de la mayoría de los responsables de la política exterior estadounidense. O al menos, no tan halcón. La suya es una calculada ambigüedad: en un juego de asociación de ideas, si la palabra fuera «China», sería tan probable que respondiera «amigo» como «enemigo». Ahí están, por otro lado, sus declaraciones en entrevistas y comentarios digitales: «Respeto mucho al presidente Xi»; o «a la prensa le molesta que llame a Xi brillante. Pues bien, es un tipo brillante».

Claro que quizá todo esto sea retórica barata, a la que el presidente tuitero es muy aficionado. Pero Xi Jinping, más serio y menos imprevisible que Trump, es el primero en decir que «todos debemos trabajar juntos para evitar la trampa de Tucídides». En una reunión con un senador de EE. UU., el líder chino enmarcó las relaciones entre las dos potencias en la siguiente idea: «Yo estoy en ti y tú en mí». «Para que yo sobreviva, —interpreta Allison— tengo que trabajar contigo; para que tú sobrevivas, tienes que trabajar conmigo».

Economías interdependientes

En segundo lugar, Trump cree que una relación productiva con China es requisito previo para el auge de la economía estadounidense. De ahí que, tras la inicial guerra de los aranceles, revocara las restricciones a la exportación, diera luz verde a Nvidia para vender semiconductores avanzados a China y ordenara al Departamento de Comercio que «evitara medidas duras» contra Pekín. La idea que Trump tiene en la cabeza es lograr el «gran reequilibrio», un rediseño del mercado que permita que «los consumidores chinos compren más a Estados Unidos y que las empresas estadounidenses vendan más a China».

Trump y su equipo han llegado a la conclusión de que las economías estadounidense y china son tan interdependientes, y sus cadenas de suministro están tan entrelazadas, que será imposible separarlas durante su mandato. Con la excepción de ciertos productos relacionados con el ámbito militar, «las afirmaciones de Trump sobre la desconexión de China son, en gran medida, retórica vacía», afirma Allison.

En este sentido, explica el politólogo, se podría aplicar a las relaciones comerciales el equivalente a la disuasión nuclear. En el conflicto de la cadena de suministros, ambos países deben considerar cómo responderá el otro antes de tomar medidas que le supondrán costos.  

Lo mismo se podría decir respecto a dos importantes escollos: TikTok y el fentanilo. La disuasión ha funcionado en los dos. El mes pasado se llegó a un acuerdo para que la propiedad de la filial de TikTok en EE. UU .—con unos 150 millones de usuarios activos— quede en manos americanas. Trump no veía con buenos ojos que el Gobierno de Pekín pudiera tener acceso a datos de millones de ciudadanos estadounidenses.

Y respecto al opioide, las autoridades chinas se muestran ahora dispuestas a tomar medidas contra la producción y exportación ilegal de los precursores químicos que permiten su elaboración. Algunos autores consideran el fentanilo un arma china contra EE. UU., ya que su consumo se ha convertido en la principal causa de muerte de los norteamericanos entre los 18 y los 45 años.

La oportunidad de Asia-Pacífico

En tercer lugar, Trump aspira al Nobel de la Paz, por polémico que suene. Ha querido hacer méritos en las negocaciones de Ucrania, con pobres resultados; se ha apuntado un tanto, en cambio, con el acuerdo de Gaza, y ahora puede añadir medallas a su palmarés sellando acuerdos con China y alejando el peligro de una escalada bélica. Y está claro que no va a desaprovechar la oportunidad que le brinda Asia – Pacífico.

Hablando de Pacífico, queda el molesto escollo de Taiwán, que Xi reclama como parte irrenunciable de China. Pero a diferencia de otros presidentes americanos desde la Segunda Guerra Mundial, no parece que Trump vaya a convertir el futuro de la isla en casus belli. Cuando se planteó el tema en el Despacho Oval, Trump comparó la punta de un rotulador con el tamaño de su escritorio, y dijo: «Ese punto es Taiwán; el escritorio es China»; y añadió: «Taiwán no nos da nada». No es difícil imaginar —considera Allison— un futuro en el que EE. UU. declare explícitamente su oposición a la independencia de Taiwán y su renuencia a verse envuelto en un conflicto bélico con Pekín por la isla. De hecho, Xi Jinping tiene pensado pedir a Trump que rechace públicamente la independencia de Taiwán como parte de las condiciones para avanzar en un posible acuerdo comercial, según reveló recientemente The Wall Journal. Y el propio presidente americano contó en una entrevista en Fox News que cuenta con garantías del líder chino de que no atacará Taiwan, mientras él permanezca en la Casa Blanca.

Sentado todo esto, Graham Allison no niega dos variables potencialmente negativas: el factor Trump, dada su inconstancia y su carácter imprevisible; y la omnipresente espada de Damocles de una escalada bélica. Respecto de lo primero, reconoce el politólogo que Trump es «errático» y que parece actuar dictado por impulsos y emociones. Pero, a la vez, lo considera «un fenómeno político» digno de estudio —el propio Allison dirige en Harvard un proyecto titulado Tomar a Trump en serio. «No por casualidad» logró, al ser reelegido, «la mayor remontada política en la historia de la república estadounidense». E indica que, aunque a menudo desconcierte, su carácter impredecible es «parte de su estrategia de negociación».

Tampoco niega el riesgo de que las tensiones entre las dos potencias desemboquen en un conflicto armado, sobre todo con las ínfulas conjuntas de Pekín y Moscú, cuyo último episodio es la exhibición de músculo militar en el desfile celebrado en Pekín, el 2 de septiembre, por el 80 aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial.

«Si Tucídides hubiera visto la trayectoria de China y EE. UU. durante la última década, estaría anticipando la mayor colisión de todos los tiempos», afirma. Y recuerda que, poco antes de morir, en 2023, Henry Kissinger le decía que «escuchaba cada vez más los ecos de 1914».

Una nueva narrativa basada en la coexistencia

No obstante, Allison se muestra más optimista e insiste en el pragmatismo del gobierno chino y en su apuesta por lo que ellos llaman la «armonía sin uniformidad», filosofía confuciana que difiere fundamentalmente de la mentalidad occidental de suma cero o de «blanco o negro, tú pierdes, yo gano». Fue lo que le transmitió, literalmente, el primer ministro de Exteriores chino Wang Yi el pasado junio. Este señaló que las dos potencias necesitan construir «una nueva narrativa, basada en la exploración de vías de coexistencia y de intereses comunes».

Saben que «serán rivales clásicos, pero que viven en un mundo en el que cada uno se las ve ante desafíos que no puede afrontar sin la cooperación del otro». Un conflicto bélico echaría por tierra todo ello y no digamos nada una escalada nuclear. Pero la disuasión sigue siendo un argumento válido tanto ahora como cuando Reagan dijo aquello de que «una guerra nuclear no se puede ganar y, por lo tanto, nunca debe librarse».

Habrá que estar atentos ante los próximos pasos de ese posible acercamiento entre Pekín y Washington, no exento de dificultades. Y aunque el disruptivo presidente americano presume de ser impredecible, en este caso incluso «sus críticos más feroces deberían considerar la posibilidad de que sorprenda al mundo positivamente», insiste Graham Allison.


Las fuentes para elaborar este análisis son las siguientes:  

-Los artículos de Graham Allison «The Thucydides Trap: Are the U.S. and China Headed for War?», publicado en The Atlantic (24.9.2015);  y «U.S.-China Talks: Is This the Start of a Bilateral Friendship?», publicado en Foreign Policy (29.7.2025).

-La charla TED sobre el riesgo de guerra entre EE. UU. y China que impartió el politólogo en septiembre de 2018.

-Una entrevista que le hacen a Allison. «An Interview with Graham Allison on a Trump-Xi Deal», publicada en US-China Perception Monitor, (4.9.2025).

-El  artículo «Chinese Foreign Minister meets Harvard Professor Allison» publicado en Global Times (26.6.2025).

-El artículo «Xi Is Cha sing Huge Concession From Trump: Opposing Taiwan Independence», publicado en The Wall Street Journal (27.9.2025).

-Y unas declaraciones de Trump a la cadena Fox News sobre Xi Jinping, recogidas por la agencia Reuters. (17.8.2025)


Imagen de cabecera: Donald Trump y Xi Jinping en la Cumbre del G20, de 2018, celebrada en Buenos Aires. El archivo de Wikimedia Commons se puede consultar aquí.