Alberto Paredes (Pachuca, México, 1956) es poeta, crítico literario, ensayista y profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha sido profesor invitado de las universidades de São Paulo (1995-1997) y de Poitiers (2005-2006) y es colaborador del Centro de Estudios Flaubert de la Universidad de Rouen. Paredes es poeta de un solo libro: su poesía ostenta el título global de Derelictos (no lo busquen en el drae: significa «restos del naufragio», lo que apunta hacia una visión de la existencia como pérdida y desamparo, pero también como búsqueda de una isla de sentido en medio del océano de la incertidumbre). Ha aparecido en tres ocasiones: 1986 (plaquette publicada por la Universidad Autónoma Metropolitana), 1992 (Joaquín Mortiz) y 2004 (Serie Lecturas Mexicanas del cnca). Además, en 2003 apareció Cantapalabra (poemas sobre música), colección integrada y ampliada en el Derelictos de 2004.
Su obra crítica es notable: incluye Manual de técnicas narrativas. Las voces del relato (1987), Abismos de papel: los cuentos de Julio Cortázar (2005), Figuras de la letra (1990), Una historia de imágenes: XIV estaciones para llegar a Paradiso (1995), El arte de la queja (1995), La poesía de cada día: un viaje al modernismo brasileño (2000), Una semana en São Paulo (2001) y Una temporada de poesía, (2004). Nada más lejos de Paredes que una actitud profesoral, no obstante. En él hay un sabio sereno y un fino observador de la literatura, preocupado en particular por las cuestiones más artesanales métricas, prosódicas, retóricas de la escritura, pero que utiliza su conocimiento del artificio para ocultarlo, disfrazarlo de naturalidad: quien se asome a sus versos no encontrará una fría materia cincelada con irreprochable perfección, sino vida encarnada. El propio poeta da cuenta de su quehacer ese tránsito de la vida a la palabra y viceversa en el poema titulado Sencillamente.
Los poemas que completan la selección que aquí ofrezco confirman en parte la idea ya clásica de que la poesía hispanoamericana bebe de una doble fuente: todo lo que no es Mallarmé es, en último término, Whitman. Sencillamente, puntuación, su ausencia de mayúsculas, su disposición espacial, su abandono de la columna única, su idea no sólo acústica sino visual del poema, etc., nos lleva a recordar al último de los simbolistas franceses (y su trasvase a tierras americanas a través de una vanguardia parisina difundida por personajes como Huidobro). Mediodía obliga a recordar el segundo término de binomio: el profetismo y el adanismo de Whitman (nuevamente, filtrado a través de docenas de poetas en lengua castellana, desde Neruda o Rokha hasta Ercasty o, de nuevo, el propio Huidobro); una visión genesíaca de la naturaleza, que parece levantar una inquietante pregunta en un mundo donde se ha decretado la muerte de lo sagrado. Retrato con palabras, de corte más experiencial, completa este bosquejo general de la poesía de Paredes con una visión más moral de la escritura y una aproximación al ser desde lo cotidiano.
Sencillamente
escribo para que las palabras sean aire
y se desvanezcan
en la bruma de la página
míralas como flamas
leves lascas azules
por un instante
en la hoja
ahí tan cerca
y después
casi nada
danzan una nostalgia
dedos negruzcos
de una caricia tardía
que no insiste
moldean el viento
el blanco azoro
un ala perdida
ésta
y después el tiempo
infinito
ola tenaz
otorgando calma
un pequeño vacío
eximiendo
aquellos deseos
( c o n sus palabras)
aligerándolos
los nudos de la carne y del sueño
desatados
en un blanco esplendor
Retrato con palabras
Cuarenta años has cumplido;
y tantos más.
Cuántos afanes obediencias
y argucias (si numerables son)
has tramado
como hormiga cobarde y laboriosa
para tener tu trozo de mundo?
No lo olvides: todos los esplendores
son viento colorido
franjas de arcoiris
como Helena deshaciéndose en aire
y ruinas.
Hurta este fin de semana
al viejo agrio
el Tiempo.
Festina pronto
llama a los amigos
encarga flores y música
colma la mesa
excédete si puedes
desamordázate un día
(y el amor y el deseo
tal vez)
y cuando empiecen a cabecear
a urdir desatinos
abre la puerta a la noche
déjate abofetear por la intemperie
que Arturo y su cohorte
te sacudan como espiga silvestre
tal si fueras una espada
blandida por un niño
danza con las estrellas
palpita entre sus luces
por un instante
por el tiempo que dura
un instante
Y mañana?
En verdad lo ignoras?
Te inquieta?
Los dioses prudentes
han dictaminado desde su distancia:
Si algo has trabajado
y tus manos y tu pecho están ateridos
porque hubo faena
festeja y canta
desfallece
bebe la noche hasta ver el filo
de la dulce Aurora
eres hierba al viento
(al frío viento del otoño)
para ti
no hay «mañana».
Mediodía
Un águila del tamaño de un dios
lanzó su sombra a la orilla del mar
no playa ni palmeras, rocas
crestas lacerantes,
residuos de cuando las aguas y la Tierra
dirimieron sus reinos
desde entonces enemigos
El águila recorrió el páramo
lo abarcó, con alas de fuego,
bajo el ojo del equinoccio
Su paso recordó aquella era
inaccesible a todas las criaturas
que sucumbirían si tan sólo las rozara
una brizna de aquel fragor
caeríamos
como pétalos en una tormenta de lava
Era una profecía
o el anuncio de una raza nueva
lo que descendió del éter
bajo esa forma intolerable y majestuosa?
Entretanto aguas y peñascos proseguían
también ellos titanes
hiriéndose, triturándose
en espuma y arena
El ave graznó
infinitamente
fue el grito de un volcán
o toda la pólvora de un navío
de cien ejércitos
en un golpe instantáneo
pero no hubo cenizas ni cataclismo
sólo el inmenso rugido
el fortísimo saludo de aquel monstruo celeste
Desapareció
vaciando con el fin de su eco
el territorio de su iluminación
fue una luz en ave de rapiña
No hubo memoria, no hay huella,
aconteció más allá de todo
tal un espasmo entre astros remotos
lejos de testigos que hubieran temblado de pavor
y vagarían hoy, entre nosotros,
protegidos por la ceguera
con que tales visitas se escudan
aunque provistos del don de lenguas
para balbucear entre los pueblos
que un misterio
apareció, estalló y ya no existe,
en el mediodía perfecto del verano,
en el abismo del cielo,
nuevamente sellado