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Ver productosA las 7:35 de esta mañana del 21/4/2025, «el obispo de Roma regresó a la casa del Padre»
21 de abril de 2025 - 5min.
Avance
El cardenal Farrell ha anunciado la muerte del papa Francisco con estas palabras: «Con profundo dolor debo anunciar el fallecimiento de nuestro Santo Padre Francisco. A las 7:35 de esta mañana el obispo de Roma, Francisco, regresó a la casa del Padre. Toda su vida estuvo dedicada al servicio del Señor y de su Iglesia. Nos enseñó a vivir los valores del Evangelio con fidelidad, valentía y amor universal, especialmente en favor de los más pobres y marginados».
Recogemos en este artículo algunos de los ecos internacionales con motivo de su muerte, y otras ideas para valorar su pontificado.
Según The Economist, el papa Francisco cambió la Iglesia católica, «pero no tanto como esperaba». Aun así, Francisco es el papa «con la mente más abierta desde hace mucho tiempo». En Buenos Aires, continúa el semanario británico, se le llamaba el «obispo del barrio pobre». Insistía en que él y sus sacerdotes tenían que salir a la calle y estar con los marginados. «No era un seguidor de la teología de la liberación», y por eso se enfadó «con algunos jesuitas». «Sus vagos instintos políticos estaban teñidos de populismo peronista y desprecio por el capitalismo». Su encíclica Laudato si (2015), promoviendo el cuidado de la Tierra, «ataca ferozmente el consumismo y el motivo de lucro».
«Caminaba junto a la gente y los miraba como lo habría hecho Jesús». De los homosexuales, dijo: «¿Quién soy yo para juzgarlos?». Su exhortación sobre el amor marital, Amoris laetitia, parece «dejar abierta la posibilidad» de que los divorciados y vueltos a casar «puedan recibir la comunión». En su Iglesia, «no había parias, excepto los capitalistas y aquellos cuya codicia despojaba la Tierra, el regalo de Dios». «Su mayor ira (y podía enojarse a fondo y ser autoritario, como descubrieron los jesuitas argentinos, de quienes fue provincial por poco tiempo)», se dirigía contra los que chupan la sangre y los hipócritas. Entre los segundos, sobre todo quienes «aunque nominalmente pastores», se preocupan principalmente «por sus carreras eclesiásticas».
Según The Economist, muchos, especialmente «dentro de la Iglesia estadounidense y en la corte de Benedicto XVI», el papa emérito, «eran activamente hostiles contra él». Algunos presentaron serias dudas doctrinales sobre la enseñanza de Amoris laetitia. Pero Francisco reaccionó «nombrando obstinadamente para el cardenalato al tipo de hombres que le gustaban, los del tercer mundo y los de mente abierta».
Para Le Monde, «los progresistas querían verlo como uno de los suyos después de la larga era conservadora de Juan Pablo II y Benedicto XVI. No dijeron una palabra cuando comparó el recurso al aborto con contratar a un ‘sicario’. Los católicos conservadores, defensores de las ‘raíces cristianas’ o tentados por el rito antiguo, se atragantaron cuando elogió una sociedad ‘multicultural’ y marginó la misa en latín. Con el Bergoglio argentino, las líneas políticas habituales no siempre coincidían con las del credo».
Según Le Monde, cuando sucedió a Benedicto XVI el 13 de marzo de 2013, Francisco asumió la dirección de una «Iglesia retraída, resistente a los cambios sociales y que se quejaba del relativismo y del individualismo». Además, sus finanzas no cumplían «ningún estándar internacional de transparencia, relegando a la Santa Sede al deshonroso estatus de paraíso fiscal». En esa Iglesia «hermética y moralista», la curia estaba «plagada de rivalidades». Benedicto XVI, «el predecesor alemán de Francisco», había reconocido su «incapacidad para remediar estos fallos al renunciar a un ministerio» que «parecía estar más allá de sus fuerzas».
«Para escapar del aislamiento y no depender de un séquito», continúa Le Monde, «rechazó el lujo del apartamento papal, en el corazón del palacio apostólico, y se trasladó a la residencia Santa Marta, un moderno edificio que acoge a los prelados que visitan el Vaticano». Comía en el comedor de esa residencia, «donde elige mesa y compañeros cada día». Allí conoce a «personas que no habrían tenido acceso a él en el palacio papal». Al mismo tiempo, «renunció a la lujosa residencia de Castel Gandolfo, dominio exclusivo de los papas desde el siglo XVII, y cuyo palacio y magníficos jardines con vistas al lago Albano están hoy abiertos al público».
Su misa en la capilla de Santa Marta estaba «abierta a unos pocos invitados y a simples empleados del Vaticano». Pronunciaba sus «homilías en un tono libre, a menudo haciendo eco de los acontecimientos actuales». No tenía ni móvil ni ordenador, y hacía un uso «relativamente informal del correo electrónico»: los escribía a mano y luego los pasaba a su secretaría. También desconcertaba con el teléfono: «A veces, personas completamente desconocidas que le habían escrito» se llevaban una enorme sorpresa «al recibir una llamada suya».
El FAZ comenta que descartó, con el mismo rigor que sus predecesores, la posibilidad de que las mujeres reciban el sacramento del orden. La «sana descentralización» de la Iglesia anunciada en 2013 se ha traducido en la revalorización de las regiones periféricas mediante la admisión de figuras simbólicas en el colegio cardenalicio.
El País afirma que el papado de Francisco, 12 años, ha supuesto «una revolución en muchos ámbitos en la Iglesia, empezando por el hecho de que durante nueve años convivieran dos pontífices, hasta el fallecimiento de Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, el 31 de diciembre de 2022. Esta situación dio mucho que hablar y debatir en su día, pero el tiempo ha demostrado que apenas causó problemas. Y ha sentado un precedente».
En Nueva Revista nos hemos ocupado del papa Francisco en varias entradas, como estas dos que destacamos, de nuestro archivo:
La imagen de cabecera: el Papa Francisco en 2021. Licencia de Wikimedia Commons. Se puede consultar aquí.
Textos recopilados y traducidos por José Manuel Grau Navarro.