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Ver productosEl continente africano se ha convertido en el escenario privilegiado para la política exterior de los nuevos países emergentes
15 de abril de 2025 - 6min.
Avance
El interés de las potencias extranjeras por África no es nada novedoso sino, más bien, una constante que recorre los últimos siglos de historia. Lo que sí está cambiando es el perfil de los países que ganan influencia en el continente africano, así como la creciente importancia geopolítica de mantener una presencia activa en él. Ya queda lejos la Guerra Fría, que convirtió al territorio en escenario de expansión de influencias de las potencias comunistas. Más lejana aún se encuentra la época de la pervivencia de las lógicas coloniales, que privilegiaba la posición de Reino Unido y Francia. También parece haberle llegado la hora a la preeminencia de China, que hasta hace poco parecía incontestable. En los últimos años han comenzado a cobrar relevancia en África potencias medias como Turquía, India, Brasil o los países del Golfo.
Esto supone una transformación para la política internacional de los distintos países africanos, que ven ampliado el catálogo de naciones interesadas en invertir en ellos y establecer estrechas relaciones políticas. Este fin de los sucesivos monopolios en África no solo supone una transformación para el continente, sino que también apunta algunas de las coordenadas del futuro escenario de la geopolítica mundial. Financial Times ha dedicado una serie de artículos a analizar este fenómeno y sus implicaciones en los países africanos y en el panorama internacional.
Si tenemos que hablar de un país que ha considerado África como una pieza clave de su política exterior en las últimas décadas, ese es China. Sin embargo, su papel en el continente parece haber tocado techo, afectada por el estancamiento económico y por el escaso éxito de su ambiciosa iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda, en la que los enclaves africanos jugaban un papel fundamental.
Ante este escenario, que algunos califican como vacío de poder extranjero, varias potencias medias han empezado a cobrar relevancia en África. En su carrera por convertirse en potencias de primera categoría, la inversión en política exterior es clave, y países como Turquía, India, Brasil o Emiratos Árabes han decidido poner el acento en las naciones africanas. Esta estrategia se ha visto beneficiada por la apertura con que en las últimas décadas los países africanos han recibido la acción de distintos actores internacionales, acogiendo a todos y no comprometiéndose con ninguno. Así, se está produciendo una transformación en el continente, donde las grandes potencias están perdiendo protagonismo en favor de las emergentes.
Un ejemplo de ello es Turquía, que lleva décadas interviniendo en África a través de distintas facetas. Desde el año 2003 ha cuadriplicado el número de embajadas en el continente, alcanzando las 44. En los últimos años, contratistas turcos han trabajado en cerca de 1800 proyectos de infraestructuras en toda África, incluyendo hoteles y aeropuertos. El país ha financiado también la construcción de mezquitas en Ghana, Malí, Yibuti y Sudán, a la vez que ha relajado las condiciones de visado de entrada en Turquía para los ciudadanos de varios países africanos. Además, vende drones de fabricación turca a distintos estados, y ha contribuido al fortalecimiento del ejército de Somalia.
Son varias las razones de este creciente interés internacional por África. Una de ellas es el rápido crecimiento de su población, que llevará al continente a alcanzar los dos mil millones y medio (2 500 000 000) de habitantes en 2050, la mitad de ellos por debajo de los 25 años. Este potencial demográfico significa, entre otras cosas, un atractivo mercado con un número de consumidores en constante crecimiento. Otro elemento clave son los 54 votos en la ONU con los que cuenta el conjunto de África. Y a esto se añade la riqueza del suelo africano, que presenta una alta concentración de minerales como el cobalto, el litio, el manganeso y el cobre, fundamentales para la industria tecnológica y la transición energética.
Pero no faltan tampoco circunstancias negativas para este crecimiento de la presencia extranjera en África. Muchos de los países del continente están sumidos en una inestabilidad política que supone un riesgo para inversiones comerciales y alianzas políticas. Además, en los últimos años el terrorismo islámico se encuentra en expansión por el territorio africano, diversificándose en distintas ramas regionales, lo que aumenta su capacidad de amenaza transnacional y dificulta combatirlo. No puede obviarse tampoco la crisis migratoria que sacude África y que repercute directamente en Occidente. Estos son algunos de los motivos por los que potencias de primer nivel como Estados Unidos y algunos países de la Unión Europea no hayan terminado de apostar definitivamente por África. En el caso del país americano, pesa especialmente la preocupación por la seguridad, que ha dominado su política exterior desde los ataques del 11 S. No obstante, en los últimos años se ha dado cuenta de la necesidad de estar presente en este escenario y ha buscado recuperar el tiempo perdido. Aunque sus movimientos están muy lejos de convertirle en la nación extranjera protagonista, su solidez como potencia puede facilitarle la entrada en el continente.
En el caso de las potencias medianas, las problemáticas mencionadas no parecen tener tanto peso como para frenar sus alianzas con África. Después de todo, ellas mismas sufren también de inestabilidad política, presencia de grupos terroristas, desigualdades en la población y altos niveles de corrupción. ¿Apunta esto a una nueva dinámica que definirá el escenario internacional futuro? Este pasar por alto las circunstancias negativas de los países africanos ¿podría ser indicativo de una capacidad de ver más allá, que permita a países segundones alcanzar una posición que se les escapa a las grandes potencias aferradas a sus seguridades?
A estas preguntas cabría añadir otro interrogante fundamental: este nuevo escenario ¿beneficia realmente a África? Como es lógico, las respuestas a esta pregunta son muy variadas. Entre las posturas negativas, destaca la constatación de que este panorama se ha construido sobre una relación de desigualdad, en la que países individuales a menudo se dirigen a África como un conjunto, pasando por alto las distintas idiosincrasias de las naciones que la conforman. Por otro lado, el creciente interés internacional por el potencial económico de estos países, a menudo se ha gestionado de tal manera que ha derivado en una enorme deuda, hasta el punto de que el FMI calcula que 25 países africanos corren un alto riesgo de endeudamiento. Además, no parece que este escenario esté apuntando a una transformación del modelo económico, sino a un mantenimiento de las lógicas coloniales: África continuaría exportando materias primas e importando productos manufacturados. A esto habría que añadir que muchas de las potencias medianas que últimamente han apostado por África, no cuentan con un sistema de sólidos controles políticos, por lo que su acercamiento al continente en ocasiones no ofrece garantías.
Considerando los aspectos positivos, resulta evidente que el aumento de las inversiones extranjeras se ha traducido en un crecimiento del comercio para los países africanos y, si estos países cobran más relevancia para el resto de potencias, cada vez tendrán más posibilidades de dictar ellos mismos las condiciones del trato. Además, la pluralidad de naciones interesadas en el continente se traduce en una diversificación de sus posibilidades económicas y diplomáticas. Así, Tanzania ha elegido un puerto operado por Dubai; Ghana y Níger, una terminal de aeropuerto construida por Turquía; y Malí y la República Centroafricana, mercenarios rusos.
A pesar de la diversidad de opiniones, la mayoría de analistas coinciden en reconocer que el contexto actual supone para África una oportunidad, pero todo depende de cómo la aproveche cada país.
Entrada elaborada por Cristina Erquiaga Martínez a partir del especial «Clamour for Africa» de Financial Times. La imagen que encabeza el artículo es de Nothing Ahead, su uso es gratuito y puede encontrarse aquí en el repositorio Pexels.