«El soldado desafinado», de Gilles Marchand

¿Cuántas guerras caben en una guerra? En esta novela, un veterano de la Primera Guerra Mundial busca a un joven soldado desaparecido en Verdún

Foto: Pixabay / beasternchen
Foto: Pixabay / beasternchen
Nueva Revista

Gilles Marchand. Nacido en Burdeos, en 1976, antes de escritor fue batería en un grupo de rock. En la literatura comenzó escribiendo cuentos y en 2015 publicó su primera novela, Le Roman de Bolaño (La novela de Bolaño), escrita a cuatro manos junto al crítico literario Éric Bonnargent. Un años después aparecía, ya en solitario, Una boca sin persona, a la que han seguido otros títulos como este del que nos ocupamos aquí.  

Avance

La novela «El soldado desafinado», de Gilles Marchand, galardonada con el prestigioso Prix des Libraires en Francia, narra la historia de un veterano de la Primera Guerra Mundial, mutilado y marcado por el trauma, que acepta la pe­tición de una madre desesperada: su misión es encontrar a un joven soldado desaparecido en Verdún. El narrador, con expe­riencia en estas lides, se embarca en una búsqueda que lo lle­va a revivir los estragos de la guerra mientras se enfrenta a sus propias heridas. A través de su investigación, el protagonista re­construye la figura de Émile, una persona apasionada, sensible y rebelde, capaz de desafiar las normas de la época en una historia de amor con una mujer de clase baja. El horror y el absurdo son el lienzo sobre el que se mueven los personajes, mientras emergen grandes verdades: la injusticia con la que eran tratados nume­rosos soldados, los fusilamientos por insubordinación, el olvido institucional y la quiebra emocional de toda una generación.

ArtÍculo

Gilles Marchand, que fue batería de una banda de rock antes de emprender su exitosa carrera como escritor, recibió el premio de los libreros franceses por El soldado desafinado. El Prix des Libraires es un galardón muy valorado, que conceden más de dos mil profesionales independientes. A este reconoci­miento se suma la entusiasta acogida por parte la crítica, que considera la novela como una de las más conmovedoras y singulares de la narrativa gala reciente. Compuesta como una sinfonía herida, con guiños musicales que asoman des­de el título, en cada capítulo se aprecia el ritmo y la cadencia de la prosa de Marchand, al mismo tiempo seca y directa, con frases cortas que son como ráfagas de ametralladora. Forma y fondo se funden de este modo en una historia de horror, amor y búsqueda, con un punto detectivesco.

Gilles Marchand: El soldado desafinado.
Gilles Marchand: El soldado desafinado. Seix Barral, 2024.
Traducción: Lydia Vázquez

Del protagonista no sabemos ni su nombre, pero in­tuimos que perdió algo más que una mano en la guerra, circunstancia que lo llevó a abandonar la primera línea del frente. Una vez terminada la contienda, convertido en investigador, acepta encargos de madres y viudas desespe­radas, mientras nos va presentando a otros personajes se­cundarios, a cual más interesante. Enseguida conocemos a una mujer que «removía cielo y tierra para probar que habían fusilado injustamente a su marido». Pronto llegará la madre burguesa que anhela algo más tangible que su certeza personal de que su hijo está vivo.

Este encargo, eje central de la novela, ayuda al narra­dor a buscarse a sí mismo y a retratar a una generación de verdad perdida. En el París de entreguerras, efervescente y herido, nuestro guía empieza a seguir el rastro de Émile, un soldado desaparecido como el Ryan de Spielberg. La búsqueda, sin el prólogo violento y descarnado de la pe­lícula de Hollywood, no tarda en convertirse en un viaje emocional por los recovecos del amor y el trauma colectivo de una generación marcada por la muerte.

Las injusticias de la guerra

La crítica francesa recibió la novela entusiasmada por la habilidad de Marchand para armonizar lo poético con lo trágico. Le Monde subraya la habilidad del narrador para reconstruir la memoria de los caídos con una sensibilidad cercana a la fábula, sin caer en la idea­lización ni en el sentimentalismo. Libération destaca a su vez la dimensión política del libro, evidente desde las pri­meras páginas. En El soldado desafinado hay una denuncia velada pero constante de las injusticias cometidas durante la guerra, como los fusilamientos arbitrarios de soldados acusados de deserción y el abandono de supervivientes.

Mientras el narrador busca al protagonista ausente, el lector descubre a ambos poco a poco. Otro personaje ca­pital es Lucie, la joven sirvienta que amó a Émile, que aporta al relato una pasión y una doble resistencia, frente a las imposiciones sociales de la época y frente al tono som­brío del relato. El paisaje también es importante, un país todavía atravesado por las cicatrices de las trincheras y un París donde la vida continúa, pese a que allí también hay heridas por coser en cada esquina. La búsqueda de Émile se convierte en una metáfora del duelo nacional.

El propio Marchand ha explicado en alguna entrevis­ta que «reivindica la ternura como forma de combate». El autor propone una narrativa que pone el foco en los marginados y los olvidados por la Historia: excombatientes heridos, viudas y otros civiles más o menos traumatizados sobreviven como pueden en un país fracturado. Es fácil detectar también la voluntad de impedir que el lector se sienta manipulado por el sentimentalismo o por alguna otra tentación aún peor. El escritor ha dicho que su escritura nace de la necesidad de recomponer lo frac­turado, de ofrecer consuelo sin negar la dureza del mun­do. «Me interesa más la fragilidad que la épica», declaró, «porque es desde la fragilidad desde donde se reconstruye el sentido». Cabe citar sus variadas influencias confesas, desde autores de la literatura fantástica a nombres tan co­nocidos como Boris Vian y Dino Buzzati, además de cro­nistas bélicos como Henri Barbusse y Pierre Lemaitre.

El soldado desafinado tampoco es el primer éxito de Gi­lles Marchand, quien ya había acumulado lectores y reco­nocimientos con títulos como Une bouche sans personne y Requiem pour une apache, todavía no traducidos al espa­ñol, que ya mostraban su interés por los márgenes de la sociedad y su uso distintivo del lenguaje para acentuar la empatía. En este último libro, se acerca a su madurez na­rrativa y a su deseada fusión entre la palabra y la música. El consenso es casi general: Marchand ha logrado transformar la memoria del sufrimiento en una experiencia de belleza y compasión. Como alguien destacó, su libro «escucha a los muertos y les devuelve la música de su humanidad». Y nos transmite un mensaje de esperanza que, como el soldado que huye, vale para más de una guerra. A saber, que se puede matar cualquier cosa, menos el amor.


Esta entrada ha sido elaborada por Federico Marín Bellón. La imagen que la ilustra es del repositorio de Pixabay. Se encuentra en la galería de beasternchen y el archivo se puede consultar aquí.