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Mis primeros contactos con el maestro Antonio Fontán se remontan al año 1955 y hay que localizarlos en la redacción de la revista de información gráfica La Actualidad Española, calle Gaztambide de Madrid. Por esas mismas fechas, exactamente desde 1954, y en el mismo pisó de la zona de Argüelles, Antonio Fontán había iniciado también la aventura cultural de Nuestro Tiempo. En 1956, y por sugerencia suya, publiqué mi primer trabajo en esta segunda publicación, de la que fui, sucesivamente, redactor, secretario de redacción, redactor-jefe y finalmente director. Desempeñé este último cargo en Pamplona entre el mes de abril de 1962 y marzo de 1963: fue precisamente Antonio Fontán, fundador y primer director, quien me entregó el testigo de la dirección de la revista. Todos estos datos y algunos más de los que luego hablaré, más confiados actualmente a la frágil memoria de sus protagonistas que a la reseña puntual de los papeles escritos, explican unas palabras llenas de afecto para mi persona que el profesor Fontán me dedicó recientemente1.

De aquellas primeras fechas guardo un recuerdo lleno de gratitud y de emoción. En los despachos y pasillos del piso de la calle Gaztambide, Antonio Fontán oficiaba espontáneamente como maestro natural de aquel pelotón de jóvenes «letraheridos» que habíamos llegado desde diferentes lugares de España hasta aquel rompeolas madrileño, todos con nuestros sueños y nuestras nobles expectativas ante la vida. Estábamos allí -en La Actualidad Española– bisoños periodistas procedentes de Sevilla, Barcelona, Tarragona, Alicante, Madrid, León, Valladolid, Baleares… Por encima de nosotros teníamos un cuerpo reducido y selecto de periodistas experimentados -Zuloaga, Aleixandre, Bernal, Quintanilla, Leal, Fernández Navas, entre otros-, y un eslabón para el engarce entre ambos grupos -Ángel Benito-, pero el jefe máximo, el patrón incuestionable del barco, era un catedrático universitario de Latín, a quien teníamos como maestro permanente y tutor efectivo para todas las estaciones del año -Antonio Fontán-.

Sin embargo, la huella más profunda y eficaz del magisterio de Antonio Fontán yo debo situarla en Pamplona, en el entonces naciente Instituto de Periodismo de la Universidad de Navarra, germen inicial de la actual Facultad de Comunicación. El propósito de esta colaboración mía es explicar cuál ha sido la influencia que sus enseñanzas han tenido en un campo científico en el que habitualmente él no se desenvuelve. Una influencia, si se quiere, por vía indirecta e interpuesta, pero que está ya produciendo unos resultados muy prometedores en el terreno de lo que se entiende actualmente por Periodística, o Teoría del Periodismo.

En más de una ocasión me he referido a este papel magistral de Antonio Fontán. Reproduciré aquí unos párrafos que me parecen muy significativos:

«El planteamiento de la teoría de los géneros periodísticos como una cuestión básicamente filológica o relacionada con la creación literaria no hay que buscarlo, por tanto, ni en Kayser ni en trabajos similares patrocinados en aquellos años por la UNESCO -como, por ejemplo, Une semaine dans le monde, del mismo J. Kayser, o One Day in the Worlds Press, de Wilbur Schramm-. (En ambos casos estamos ante un criterio clasificador descriptivo declaradamente sociológico). De acuerdo con los datos que he podido reunir, fue la Universidad de Navarra uno de los primeros centros de investigación en el mundo occidental -y puede que, tal vez, el primero- donde se empezó a trabajar sistemáticamente con la teoría de los géneros periodísticos a partir de un enfoque filológico. Desde comienzos del curso 1959-60, en el Instituto de Periodismo de la Universidad de Navarra se explicó en el plan de estudios la asignatura Redacción Periodística con el enunciado añadido de «Los géneros periodísticos» y yo fui el encargado de esta materia en aquellos primeros años. Pero debo confesar que la decisión sobre este enfoque y el diseño primitivo del esquema clasificatorio de los géneros y de sus funciones fueron idea inicial del profesor Antonio Fontán, director entonces de dicho centro universitario»2.

Y añado aquí que, como resultado inmediato de aquellas directrices académicas del maestro Fontán, año y medio después, curso 1961-62, los alumnos contaron ya con unos Guiones de clase de Redacción Periodística (Los géneros periodísticos), en una edición ciclostilada que improvisé y que conoció varias reimpresiones a cargo de una librería universitaria de Pamplona. Estos apuntes tuvieron una asombrosa difusión en varios centros americanos dedicados a la enseñanza del periodismo.

No ha sido esta la única vez en que he manifestado por escrito a quién debe atribuirse la autoría inicial de esta teoría filológica acerca de los géneros periodísticos. Oralmente, y tanto en clases como en debates de congresos y seminarios, he tenido oportunidad de hacerlo repetidas veces. Para referirme tan sólo a datos recientes, dejo constancia aquí de dos publicaciones, una de ellas todavía en proceso de impresión3.

Tampoco he sido yo el único que ha puesto de relieve la importancia del papel inicial del profesor Antonio Fontán en la elaboración de esta teoría: la profesora Luisa Santamaría, catedrática de Periodismo en la Universidad Complutense, hace referencia también a este hecho en un trabajo titulado «Géneros literarios y géneros periodísticos»4.

Llegados aquí, y para valorar adecuadamente dentro del marco de la teoría del Periodismo la impronta dejada por el profesor Antonio Fontán, tendré que hacer referencia a un dato verdaderamente revelador en la historia de las facultades universitarias españolas dedicadas a los estudios de comunicación.

Desde comienzos de los años ochenta existe en estos centros una particular línea de investigación que ha sido denominada por algunos autores como «Escuela complutense para el estudio de la Redacción Periodística». El foco principal de esta escuela hay que localizarlo en el departamento de Periodismo I de la Universidad Complutense de Madrid, donde yo he estado ejerciendo como director durante dieciséis años. Pero sus ramificaciones desbordan el marco madrileño y llegan no sólo a todos los centros españoles dedicados a la enseñanza del periodismo, sino que ha saltado al otro lado del Atlántico: México, Perú, Colombia, Argentina, Brasil, Ecuador, Venezuela, Chile, etc.

Efectivamente, la línea de investigación de esta «Escuela complutense» ha servido de base científica en los últimos años para organizar metodológicamente un elevado número de tesis doctorales y de trabajos de investigación de profesores universitarios españoles y americanos. Hace cinco años, en 1998, me tomé la molestia de elaborar un repertorio no exhaustivo de los trabajos publicados, tanto en España como en América, que de una manera evidente han utilizado como pauta organizadora de su investigación la teoría de los géneros periodísticos que yo oí, por primera vez en mi vida, de boca del profesor Antonio Fontán en Pamplona a lo largo del curso 1959-60: la cifra total es de algo más de treinta textos5. En estos momentos no estoy en condiciones de computar el número de tesis doctorales que, en España y en América, continuamente se sirven del esquema Fontán para estructurar sus proyectos de investigación: a ojo de buen cubero, y tomando como apoyo únicamente aquellos trabajos de los que he tenido algún tipo de referencia, yo diría que están por encima del medio centenar.

Afortunadamente, esta teoría de los géneros periodísticos tiene también sus contradictores, lo cual -de acuerdo con Karl Popper- es una garantía de calidad: «Una afirmación es científica no porque haya demostrado su verdad, sino porque ofrece a todos la oportunidad de probar su falsedad». Dos valoraciones críticas especialmente valiosas, a mi juicio, han sido la de José F. Sánchez, de la Universidad de Navarra6 y la de Francesc Burguet Ardiaca, de la Universität Ramón Llull, de Barcelona7.

El primero analiza exhaustivamente la que él llama «tipología de Martínez Albertos, que recoge en parte la tradición europea y, en muy buena medida, también la anglosajona». Me parece un trabajo espléndido que viene a confirmar, una vez más, que la simiente lanzada por el maestro Fontán en el Instituto de Periodismo hace más de cuarenta años sigue produciendo sus frutos entre las nuevas generaciones de investigadores formados en las aulas pamplonesas.

El segundo trabajo, el de Francesc Burguet, debe encuadrarse dentro del amplio marco de teóricos y profesionales que están en contra de la formulación de una teoría de los géneros periodísticos, en la medida que esta construcción -dicen- no es otra cosa, en el fondo, sino una trampa académica para imponer las tesis de un objetivismo rabioso. A mí me califica del «catedrático de la objetividad» y piensa que las aportaciones atribuibles a los profesores de la Escuela complutense son «representativas de las contradicciones y de las inconsecuencias colocadas sin ningún disimulo a los pies de una estrategia de la fiabilidad o credibilidad informativa que se fundamenta en una retórica de la objetividad, formulada según el principio de separación entre información y opinión, y que consagra la teoría de los géneros periodísticos». Este ensayó me ha dejado un poco perplejo y tendré que preguntarle al iniciador español de la teoría -al profesor Antonio Fontán- si él se considera en su fuero interno un retórico del objetivismo puesto al servicio de una estrategia de fiabilidad o credibilidad informativa. Conociendo a Antonio Fontán, me parece que su respuesta será que sí.

NOTAS

1 · Antonio Fontán, «Tres géneros periodísticos en los medios de ahora», en el libro colectivo Mensajes periodísticos y sociedad del conocimiento, Madrid, Servicio de Publicaciones de la U.C.M. (en prensa).
2 · J. L. Martínez Albertos, Curso general de Redacción Periodística, Madrid, Ed. Paraninfo, 1992, p. 393.
3 · La primera es la revista Anàlisi. Quadems de comunicado i cultura, Universidad Autónoma de Barcelona, n° 28, 2002, pp. 159-160, y la segunda el libro colectivo Manual de Redacción Periodística (coordinado por Juan Cantavella y Feo. José Serrano Oceja), Barcelona, Ariel (en prensa).
4 · Publicado en la revista Periodística, Societat Catalana de Comunicació, ns 4, 1991, p. 109.
5 · Cfr. «Los géneros periodísticos en los medios de comunicación impresos, ¿ocaso o vigencia?», en Comunicación y Estudios Universitarios, Revista de Ciências de la Informado, Valencia, na 8, 1998, pp. 70-72.
6 · Discurso, tipos de texto y comunicación, Eunsa, Pamplona 1992.
7 «La trampa de la informado. La classificado deis gèneres periodístics com a coartada de lobjectivisme», en Anàlisi, n 28, 2002.