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El segundo Presidente de la v República gala fue, como se sabe, una personalidad en que la brillantez se hizo hábito y la complejidad se expresó a través de una sencillez cautivadora. Sus conocedores -Guy Rothschild, Michel, Jobert- nos hablan igualmente de sus biselados contrastes, de su amor a la vida y su escepticismo profundo, de su mundanidad y cultura enciclopédica. Pero tan rico temperamento en nada impidió que tras la grandeur y tensión superadora del estilo de gobierno de De Gaulle, Pompidou encarnase, ante los ojos del pueblo francés, un pragmatismo de buena escuela y una actuación presidencial adecuada a las verdaderas realidades del Hexágono. No por ello, claro es, abandonó enteramente las metas de la etapa anterior y renunció a bracear con las dificultades para conseguir que su patria siguiera codeándose con las grandes potencias, bien que cosa muy distinta pensaran y dijeran los guardianes de la ortodoxia gaullista, críticos implacables del presidente, al que nunca llegarían a otorgar verdaderamente las credenciales de la «Francia libre». Pero sus esfuerzos por lograr la renovación industrial son unánimemente elogiados, como su sano y bien orientado europeísmo o su madrugadora visión de una economía más abierta y solidaria.

Frente a tal panorama no puede sorprender que reverdezcan y se multipliquen los estudios acerca de su vida y obra. Uno de los de mayor difusión y acogida ha sido este libro de dos periodistas acreditados, lo que quiere decir que nos hallamos ante una publicación ágil y bien informada que, sin abandonar y obtener algunas aportaciones o novedades, no ofrecerá pretensiones historiográficas o académicas excesivas. No obstante, convendría matizar que los adictos a la Historia oral, así como los defensores más ardorosos de su indudable valor exegético se sumergirán con sumo placer y provecho en un libro que utiliza, diestra y abundantemente, los testimonios – a menudo, reiterados- de un centenar de hombres y mujeres -muchos de ellos incluidos en el catálogo de las personalidades académicas, políticas y culturales- que conocieron o trataron con intimidad diversa al biografiado. (En ocasiones, sus juicios e impresiones, como es el caso, v. gr., de Michel Debré, se verterán por escrito, pero a efectos metodológicos cabe incluir sus manifestaciones en el terreno de la ya indicada historia oral). Observada desde este mirador, la obra adensa, sin duda, su contenido.

Su enfoque no será tampoco conformista ni menos aún hagiográfico. De este modo, algunas de las claves más utilizadas en el estereotipo del gobernante francés se relegan al desván de la quincallería al paso que algunos de los argumentos también más empleados para una pintura negativa del personaje son puestos, con buenas razones, en cuarentena.

Especializado o no, al lector le agradaría cierta profundización en algunos pasajes desprovistos de documentación e interés por parte de los autores. Naturalmente la colaboración y amistad entre Pompidou y la familia de los Rothschild iniciada en 1955 se coloca a la cabeza de las cuestiones necesitadas de mayor latitud en la obra reseñada.

Un aspecto sin duda más fácil de reconstruir que el mencionado es también omitido o relegado por los biógrafos de G. Pompidou, muy preocupados, insistimos, en trazar a escala humana el perfil de su personaje. Alguna cosa más sobre los hábitos del segundo Presidente de la v República, de la organización de su trabajo, de sus costumbres y manías, de su horario o de la pequeña historia nacional e internacional durante su lustro en el Elíseo hubieran satisfecho las preguntas de numerosos de sus lectores así como el gusto de la mayor parte de éstos por la cotidianeidad en un gobernante que entendió muy bien que la existencia diaria no puede vivirse con exigencia superior o reclamo heroico. Las notas que consagran a bosquejar la fácil comunicación y la sincera preocupación del Presidente con el mundo femenino -rasgo fundamental de su carácter como señalan acertadamente- es un camino que por desgracia apenas si tiene continuación en otras vertientes del estudio de un político que acaso reine después de morir… Omisión igualmente llamativa es la de E. Balladur, discípulo, confidente secretario general del Elíseo pompidoniano, que hará tan solo una fugaz aparición en el casi medio millar de páginas del libro, al que no ha querido contribuir, según lamentan los autores con su inapreciable testimonio.

En suma, un libro bien construido y escrito -acaso solo en algunos enmarcamientos generales- que puede estimarse como una guía segura y útil no solo para aproximarse a la Francia gaullista y postgaullista, sino también, como posiblemente confirmarán los acontecimientos venideros, una buena y en más de un punto insustituible contribución a la política francesa de fin de siglo.

José Manuel Cuenca Toribio (Sevilla, 1939) fue docente en las Universidades de Barcelona y Valencia (1966-1975), y, posteriormente, en la de Córdoba. Logró el Premio Nacional de Historia, colectivo, en 1981 e, individualmente, en 1982 por su libro "Andalucía. Historia de un pueblo". Es autor de libros tan notables como "Historia de la Segunda Guerra Mundial" (1989), "Historia General de Andalucía" (2005), "Teorías de Andalucía" (2009) y "Amada Cataluña. Reflexiones de un historiador" (2015), entre otros muchos.