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Sólo un año después de la publicación de Seré duda, Andrés Trapiello publica un nuevo tomo de sus diario, Sólo hechos, también en Pre-Textos, con el que llega a la veintena de volúmenes. Y el recién llegado, como todos los precedentes, es un festival de inteligencia, poesía y humor de la mejor calidad. En todos y cada uno de ellos está simplemente todo, lo mejor y lo peor de lo que somos, vida y muerte, las inclemencias del tiempo, miserias y compañía, locuras con fundamento.

– Veinte tomos ya, querido Andrés. Perdona, por favor, el manoseadísimo tópico, pero ¿»veinte años no son nada»? Tu diario parece desmentirlo.

Son un tercio de nuestra vida. Y digo nuestra y no mía porque esos libros son la vida de todos nosotros, incluidos, claro, quienes no los hayan leído y los que no han podido leerlos aún, porque nazcan dentro de los famosos ochenta años de los que hablaba Stendhal. Cuando me hablan de «literatura del yo», suelo replicar: no «literatura del tú»; yo no podría ser nunca el argumento de mi libro por diferentes razones. No soy más que un condimento de ellos, o si se prefiere, un aditivo, un colorante, unas veces azafrán, otras azulete… y poco más.  

– Tu diario, como vida que es, ha ido naturalmente cambiando, mutando imperceptiblemente con el tiempo, adaptándose… pero sigue firme en determinados principios y en unas pocas certezas que estuvieron allí desde «El gato encerrado».

Los libros, o al menos los que uno escribe, se hacen un poco solos. Éstos y todos, de poesía o de ensayo, incluso las novelas, a las que se les supone un plan. Como la vida también. Está uno atento a cosas, como cuando camina por la calle, que no te atropelle un coche, no atropellar tú a un ciego (vivo a dos pasos de la sede de la Once)… Y cuando quieres darte cuenta el libro está escrito, y antes de que te des cuenta, dices: Dios mío, si ya tengo sesentaitrés años. En todos estos años he visto que a mí lo que de veras me gusta es escuchar a la gente, a los pájaros, a las cosas que me encuentro, lo mismo en el Rastro que en un museo. Oír lo que dicen, y contarlo a los que acaso no pueden oírlo o no logran oírlo. Y hacer que la vida no tenga fin para nadie.

– Permíteme una pregunta un poco retorcida: en el tomo anterior, correspondiente a 2005, había mucho Cervantes, en este hay mucho Juan Ramón Jiménez… El hecho de que tus años, según leemos, vayan estando más condicionados por las efemérides, ¿puede querer decir que tu estatus o prestigio o como quieras llamarlo iba creciendo?, ¿empezaba a ser el que tienes ahora?

La expresión «mundillo literario» dice mucho de lo pequeño que es, en todos los sentidos. Quien escribe libros forma parte de ese mundillo, con más o menos conformidad. He podido editar algunos libros de otros que me gustaban, aunque no estuvieran de moda, y los míos los he escrito un poco contracorriente, he opinado sin echar la vista a los lados, sin preocuparme mucho tampoco de las reacciones de los demás y algunos editores me han editado a mí sin importarles tampoco que se lo afearan los colegas… Ahora, cuando causa baja alguien del alto mando, me llaman a veces de sustituto para hablar de Cervantes o de JRJ, voy si puedo, y en cuanto puedo, deserto. A veces no debería haber satirizado tanto la vida del mundillo famoso, pero he procurado no hacer sangre con ello.  Si fuera carpintero, hablaría del mundo de la garlopa. Mis mejores amigos son escritores, pero si fuera carpintero seguro que eran carpinteros o de los oficios. Procura uno vivir con naturalidad todo, la vida y la obra, y recordar la frase de Santa Teresa: «Cuando perdiz, perdiz; cuando sardina, sardina», y no darle más vueltas. Las fronteras de nuestra irrelevancia están mucho más cerca de lo que pensamos.

– ¿Y qué es lo siguiente tuyo que leeremos? Hay, por así decirlo, algunos libros que «nos debes»: estabas preparando uno con textos y fotos tuyas sobre el Rastro, algún día tendrá que llegar una monografía sobre «tu» Ramón Gaya…

En eso andamos. El del Rastro está medio escrito y medio hecho. Le falta muy poco, nada. Y lo demás lo mismo, un libro nuevo de poemas, a falta de una corrección, unos libros que recogen artículos, otro nuevo… Todo un poco así, haciéndose solo, como el pan en el horno. Un misterio, porque hasta que no se prueba no sabes si ha salido bueno o malo. Y luego, cuando sale, ya no piensas en ello, sino en lo siguiente. ¿Y por qué me preguntas tanto de mí?

Juan Marqués (Zaragoza, 1980) es poeta y crítico literario. Ha publicado los poemarios Un tiempo libre (La Veleta, 2008) y Abierto (Pre-Textos, 2010).