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Un debate político y religioso como el que plantea el libro The Benedict Option (Sentinel, 2017), publicado hace un par de meses por Rod Dreher (1967), parece impensable en España, donde las posiciones al respecto, no necesariamente más enconadas que en otras partes, dan a menudo la impresión de adolecer de la flexibilidad intelectual suficiente para no reducir al absurdo intuiciones de fondo muy matizadas que están recorriendo un aspecto tan sensible de las sociedades occidentales como la relación estrecha y conflictiva entre vida pública y libertad religiosa. Lo atrayente de este libro es que ha suscitado elogios incluso entre quienes no están de acuerdo con su propuesta, precisamente porque no obliga suscitar unanimidades y adhesiones, sino a pensar y debatir los propios límites de su argumentación.

Lo atrayente de este libro es que ha suscitado elogios incluso entre quienes no están de acuerdo con su propuesta

Rod Dreher, como editor de The American Conservative y destacado publicista, lleva más de una década desarrollando los argumentos centrales que recoge en este libro y que se podrían sintetizar como un manifiesto a favor de recuperar las intuiciones originales del monacato occidental. Esta apuesta es presentada como una oportunidad histórica, en las actuales circunstancias políticas y sociales, para que los denominados «conservative christians» puedan hacer frente a los retos de nuestra época. Parecería que estuviéramos ante la simple reformulación del programa político de la típica derecha cristiana. Pero la vuelta al mundo monástico que se propugna en estas páginas es cualquier cosa menos el regreso a la oscurantista abadía de El nombre de la rosa.

The Benedict Option es un ensayo cuyos marcos culturales son esencialmente norteamericanos y que, por tanto, requieren para un europeo un esfuerzo suplementario. Aun así, empezarlo a leer desafía las expectativas de cualquier lector, hasta del que sea en principio más escéptico. Su punto de partida es el siguiente: la revolución sexual iniciada en los años sesenta ha triunfado definitivamente, pudiendo decirse que en la última batalla de la kulturkampf moderna el cristianismo ha salido derrotado. Por un lado, es preciso abandonar cualquier esperanza de que la situación pueda revertirse y mucho menos seguir pensando que los partidos conservadores de las democracias occidentales no sólo pueden, sino que quieren contener este proceso. Sus reservas morales y políticas frente a la presidencia de Trump resultan de una lucidez que no se permite ninguna ilusión.

Por otra parte, la llamada «ideología de género» no sólo está ocupando el espacio central, sino que está también desplegando, cada vez con más éxito, toda una serie de iniciativas legales y políticas que no dejen margen a cualquier atisbo de civilización cristiana en Occidente. Por consiguiente, de igual modo que ocurrió cuando el Imperio Romano se desmoronó, asediado e invadido por las tribus bárbaras, los cristianos que quieran realmente vivir en radicalidad su fe según Dreher, han de retirarse de este mundo, no para huir de él, sino para poder resistir y sentar las bases de una reconstrucción cristiana de nuestra civilización, siguiendo el ejemplo de la Regla benedictina.

Este retorno quisiera articular las intuiciones del comunitarismo de los años 80 y 90. Dreher se inspira explícitamente en la última página de After virtue de Alisdair MacIntyre, que cita a menudo, en la cual el filósofo norteamericano se preguntaba sobre qué actualidad podría tener un nuevo san Benito en una sociedad que ha sustituido la guía moral de los principios dictados por la razón por el dominio de las emociones. Para Dreher, la construcción de “monasterios”, cuyas puertas no acogerían sólo a las personas que abrazan el clásico estado religioso, sino que servirían sobre todo para las familias y todo tipo de laicado, incidiría en la formación de un modelo político, educativo, eclesial, sexual y tecnológico que permitiese vivir a los cristianos en auténtica libertad.

Este retorno quisiera articular las intuiciones del comunitarismo de los años 80 y 90

Sería muy fácil despachar esta propuesta reduciendo al absurdo sus puntos más débiles y discutibles. Como libro divulgativo, su explicación de las crisis sucesivas de la modernidad desde el siglo XIV al siglo XX es esquemática y superficial. La confusión terminológica entre conservador, reaccionario y tradicionalista no permite observar con precisión el dinamismo espiritual de una vuelta “monástica”. Su percepción de que ésta es la retirada estratégica que necesita el cristianismo para sobrevivir podría ser vista como la aceptación de que éste debe admitir su reclusión voluntaria en un ghetto, que él incluso identifica con la imagen del Arca de Noé. Es inevitable preguntarse sobre su viabilidad interna ante la presión de un mundo global que no permite ya experimentos familiares, más que de monjes, de pioneros. Eppure…

La propuesta de Dreher, que ha sido sucesivamente metodista, católico romano y ahora ortodoxo, desafía las casillas habituales a las que suele confinarse el pensamiento conservador. Su opción monástica pretende ser ecuménica, de sensibilidad ecologista y, de acuerdo con la Doctrina social cristiana, muy cauta ante los excesos económicos del neoliberalismo global.

Aunque pueda ser muy discutible que la suya sea “la” solución para el cristianismo, no debe descontarse que sea “una” solución digna de atención. Cuestiona y resiste el mito de una globalización centrípeta que, como un tornado, absorbe todo lo que se encuentra. El monasterio es un signo de una vida comunitaria que, al separarse, apunta a una trascendencia física y espiritual como garantía legítima de un orden social.

Puede estarse en desacuerdo con el hecho de que estemos viviendo exactamente el fin del Imperio, con el derrumbamiento sin más de la auctoritas y la potestas, pero no cabe descartarlo. ¿Por qué una opción monástica actual no habría de contar también, junto con la de san Benito, con una figura tan sobresaliente y ambigua políticamente como la de san Bernardo de Claraval, cuyo libro De Consideratione ha sido leído por todos los papas desde Juan XXIII hasta Francisco como el equivalente católico de El príncipe de Maquiavelo? Más que la época del Diluvio, sea tal vez la nuestra la de un Exilio que pudiera ser también el tiempo de una Anábasis. El análisis de Dreher, valiente y decidido, merece que sus argumentos sean leídos y debatidos con interés también en nuestro país.