Tiempo de lectura: 7 min.

Gabriel Pérez. Periodista, doctor en Ciencias de la Información, autor de la biografía Sinfonía de una vida y yerno de Álvaro d’Ors.


Alos veinte años de la muerte de Álvaro d’Ors (14/4/1915-1/2/2004), la cifra me cae encima haciendo evidente el tiempo que ha pasado sin su presencia. Al margen de su obra científica, de la que apenas puedo decir nada, otros escritos suyos más a mi alcance, como buena parte de sus «Cuadernos Personales» o los epistolarios que pude consultar para escribir su biografía, siguen sorprendiéndome a día de hoy por sugerirme horizontes en los que no había reparado en una primera lectura.

Gabriel Pérez: «Álvaro d’Ors. Sinfonía de una vida» (Rialp, 2020)

Una de las vertientes que Álvaro d’Ors cultivó a lo largo de su dilatada vida académica fue la de la Epigrafía, en especial la jurídica. Dado el mecanismo empleado para escribir sobre piedra o tablas de bronce a base de buril y martillo, los textos producidos por este procedimiento eran algo medido, sin perderse en las florituras que permite el papel y la tinta. Quizá este contacto de mi biografiado con esta forma de ir a lo fundamental con pocas palabras le llevó a formular una serie de definiciones y aforismos que publicó apenas diez años antes de su muerte con motivo de un libro-homenaje a su amigo el profesor Frederick D. Wilhelmsen.1 Su contribución la tituló Horismoi and Aphorismoi, horismos y aforismos, lo que vendría a ser «Máximas y sentencias». En total recoge 14 de estas frases, que equivalen a un resumen de su pensamiento, aunque seguramente podía haber incluido algunas más.2 El mero enunciado de ellas ya da una idea de los temas que le ocuparon a lo largo de su vida:

l. Derecho es aquello que aprueban los jueces.

2. Homo homini persona.

3. Lealtad es la fidelidad a la ley privada; legalidad, a la pública; legitimidad a la divina y a la tradicional de una comunidad.

4. La potestad es el poder socialmente reconocido; la autoridad es el saber socialmente reconocido.

5. Profundo es lo hondo de lo elevado.

6. La verdad es lo que Dios ha revelado.

7. Amor es la voluntad de unir la perfección de otra persona a la propia.

8. Qui et parva curat magnus: qui magna tantum parvus.

9. Tantum Deus sanctificat; homo tantum sacrificat.

10. La potestad es siempre delegada: la autoridad no es delegable.

11. Pregunta el que puede: responde el que sabe.

12. Se reconoce la persona: se acepta el acto.

13. Vivimus socii: morimur soli .

14. Vales si amas, amas si sirves, sirves si vales.

Pregunta el que puede

Una sensación común a muchas personas que han perdido a un familiar o a una persona especialmente querida es la de no haber aprovechado el tiempo con tantas cosas que no hizo o que no llegó a decir. Eso es la nostalgia. A lo largo de estos 20 últimos años he tenido muchas veces la añoranza de mi suegro, con el que prácticamente a diario podía practicar su enunciado número 11: «Pregunta el que puede, responde el que sabe», que no es sino una vertiente más de ese juego de autoridad y potestad tantas veces desarrollado por él. La sucinta explicación que da a este aforismo es muy clara: «La frase significa que es apropiado para el que tiene potestas formular preguntas a una autoridad en el área sobre la que uno quiere aprender algo. Preguntar sin permiso a una persona requerida para dar una respuesta es incluso insolente; pero hay momentos en los que quien goza de auctoritas debe responder al que tiene potestas para preguntar. Rogare legem pertenece al imperium del magistrado romano, e inrogare poenam es un acto de castigo oficial. Un estudiante que pregunta a un profesor, o un juez que examina a un testigo, tiene especial potestas para plantear preguntas».3

Álvaro d’Ors. CC Wikimedia Commons

Me parece que le gustaba que le preguntara, aunque mi horizonte mental estuviera tan lejos del suyo que, de alguna manera, limitaba su capacidad en las respuestas. Ya se sabe que, en una entrevista, quien pregunta restringe la altura de las contestaciones de su interlocutor para adecuarlas a su nivel. Esto se nota en especial cuando el interrogador no ha preparado bien el cuestionario o no conoce el tema. Recuerdo cómo en cierta ocasión Camilo José Cela preguntó antes de ser entrevistado cuántas de sus obras había leído el periodista. Como mi colega no supo dar razón de ninguna de ellas, la entrevista no se produjo. No era así el caso de Álvaro d’Ors, que tenía la habilidad de reconducir preguntas pedestres para hacerlas aparecer como si fueran inteligentes. Uno de sus alumnos destacados, Valeriano Hernández Martín, recuerda cómo «estando en clase, una alumna de las que iban poco y estudiaban menos le preguntó algo que demostraba su ignorancia. Todos nos quedamos sobrecogidos al ver cómo se había puesto en evidencia. D. Álvaro, con una amplia sonrisa, dulcemente le replicó: ‘Seguramente, lo que Vd. ha querido preguntar es’… y reformuló la cuestión convirtiéndola en sutil y difícil. La alumna se apresuró a responder: ‘sí, sí, eso es lo que quería decir’. D. Álvaro acto seguido le dio una lección magistral sobre la materia (y a todos los demás una lección magistral mucho más amplia)».4 

Durante las comidas en familia, aún a riesgo de llevar la conversación a terrenos que no tenían interés para el resto de los presentes, yo le preguntaba de lo divino y de lo humano -y no es una mera expresión coloquial, sino que era literalmente así-. Le preguntaba sobre cuestiones de actualidad, de política, sociología, historia (de su paso por la guerra civil le insistí en varias ocasiones y siempre evitaba hablar de sus circunstancias personales para elevarse a lo que supuso en la Historia de España) … y también sobre muchos temas de religión, que era donde tantas veces acababan las cuestiones inicialmente banales. De alguna manera terminaba refiriéndose a Dios, como lo más natural, pero perfectamente entroncado con el asunto que había iniciado la conversación.

En estos últimos años lo he echado de menos para estas preguntas del día a día, a la par que me alegro de que no esté viviendo tantos asuntos de actualidad que le harían sufrir. Por supuesto, lo eché de menos cuando emprendí la tarea de escribir su biografía, con un sinfín de preguntas que me vinieron a la cabeza y que tuve que contestar buceando en sus escritos, aunque algunas me siguen rondando por la cabeza todavía.

Respuestas vigentes

A día de hoy, a falta de esa relación directa con él, a veces recurro a sus escritos para buscar respuestas a cuestiones de actualidad. Los aforismos que transcribo al inicio de este artículo sirven de contestación a muchas preguntas, siquiera sea de manera genérica, como marco conceptual, porque van a la raíz e invitan a que uno mismo saque conclusiones o las aplique a cada caso. Pero también hallo otras «respuestas» formuladas hace años y que tienen plena vigencia. Así, por ejemplo, en una carta a su amigo Rafael Gibert del 17 de abril de 2002, encuentro una explicación al actual conflicto palestino-israelí. Le decía que el actual desorden mundial «es el de ‘guerra civil globalizada’, no ‘global’, pues no nace como tal, sino ampliada por la realidad de un proceso histórico; por lo que se han venido a unir a una guerra fundamentalmente religiosa cuyo epicentro es Jerusalén, otras subversiones heterogéneas contra el estado, contra el capitalismo, contra la Iglesia, etc, etc. Esta extensión no es, pues, de origen, sino consecuencia de la globalización económica y de poder. Pero es ‘civil’ porque el enemigo está dentro de casa y, por eso mismo, tiende a ser ‘sucia’ y a implicar la criminalización, por ‘traición’ o delito similar. Y, al ser sucia, carece de inicio y de fin: guerra no declarada y nunca terminada por una rendición, que no es posible por su misma universalidad no territorial. Así: guerra perpetua».

Aunque aparentemente no seguía la actualidad política, decía que «el centro siempre se preocupa de conquistar a la izquierda y desprecia a la derecha»,5 de plena aplicación en nuestros días. Ante asuntos controvertidos que podían darse en el seno de la Iglesia, al margen de la crítica que le merecieran, siempre terminaba diciendo que era mejor equivocarse con el Papa que acertar contra él.6

Congruencia

Una característica de Álvaro d’Ors, a lo largo de toda su vida, ha sido la de ser fiel a sus ideas. No permitió -al menos, conscientemente- que nada alterara sus principios en cualquier orden, aunque ello supusiera cierta incomprensión de colegas. Cuando recibió el premio de la «Sociedad de Estudios Vascos – Eusko Ikaskuntza», redactó un texto -que no se publicaría y que llamó Autoscopia– en el que daba cuenta de cómo percibía el eco de su pensamiento, expresado en las numerosas publicaciones que hizo a lo largo de su vida: «Mis ideas -decía-parecen haber ido contra la corriente de nuestra época; pero no es por afán de contradicción, sino por una congruencia fiel con ciertos principios que, siendo de «sentido común», puedo yo haber actualizado sin los respetos humanos que, a veces, suelen ensombrecerlos. En efecto, descubro con frecuencia en mis contradictores la sorpresa de que, partiendo yo de principios incontrovertibles, les llevo a tener que admitir conclusiones que ellos no están dispuestos a aceptar. Esto explica el escaso éxito que mis escritos suelen tener. Por ejemplo, suele admitirse, salvando graves discrepancias, que Dios es Omnipotente, pero pocos aceptan la lógica conclusión de que «toda potestad viene de Dios»; o que, si la «presunción jurídica» es una dispensa de prueba fundada en la probabilidad de un hecho del que aquélla lógicamente depende, resulta absurdo hablar de la «presunción de inocencia» precisamente del «presunto delincuente»; o que, si no existe una «iglesia» islámica o judía, se quiera aplicar a estas religiones un derecho «eclesiástico»; o que, si el trabajo no es una mercancía, se hable de un «mercado de trabajo»; etc. etc. Con sorpresas de este tipo, es comprensible que se me deje a un lado».

Otra respuesta

El 19 de mayo de 1989 se despidió oficialmente de la docencia con una última clase a sus alumnos de aquel curso. Los últimos cinco minutos los dedicó a «regalarles» el anillo que figura al final de sus aforismos, dibujándolo en la pizarra. Les dijo: «Si yo tuviese oro, yo les daría el anillo de oro, con esta inscripción grabada: «VALES SI AMAS», y esto diríamos es lo más importante, continúa «AMAS SI SIRVES», está puesto hacia abajo porque para servir hace falta estar cabeza abajo, y finalmente «SIRVES SI VALES». Y entonces queda: «Vales si amas, amas si sirves, sirves si vales». Le pueden dar vueltas al anillo, y que sea un recuerdo para el resto de su vida». 

Más que un recuerdo, el anillo se puede utilizar como instrumento para dar respuesta a muchas cuestiones, a nada que uno se pregunte por su particular vivencia en los asuntos que le atañen: «Tu valor o estimación depende de tu amor; tu amor depende de tu servicio; tu servicio depende de tu valor. Es decir, serás persona valiosa si amas, pero tu amor debe consistir en tu capacidad para servir. La idea de servicio es central para mi interpretación del comportamiento humano. Ha sido la clave básica para mi entendimiento del destino humano. Siguiendo el mensaje de Cristo que vino ministrare, non ministrari (Mt. 20,28), la excelencia del servicio es la verdadera expresión del amor, y también de la verdadera felicidad».7 


Crédito de la imagen de cabecera: Portada del libro de Rialp elaborada en canva.com

  1. Saints, Sovereigns and Scholars. Studies for F. D. Wilhelmsen, Peter Lang Publishing Inc; New edition ( 1993) . Versión castellana por Jesús Burillo del original inglés en GLOSSAE. REVISTA DE HISTORIA DEL DERECHO EUROPEO 5-6, 1993-94. Instituto de Derecho Común Europeo. Universidad de Murcia.  ↩︎
  2. Por ejemplo, parafraseando a san Pablo y uniéndolo a su extraordinaria actividad epistolar: “Fides ex auditu ; scientia autem ex litteris”; en otro momento sentencia : “La ciencia razona, la técnica raciona”; también “Habet qui accipit : dat qui non accipit, ergo dat qui non habet”; o, por incluir una más, “Afirma el que insiste; contesta el que resiste”. ↩︎
  3. Saints, Sovereigns and Scholars. cit., p. 424. ↩︎
  4. Valeriano Hernández Martín autor. ↩︎
  5. Epistolario Rafael Gibert, 29-II-76. ↩︎
  6. Melius est cum Papa errare (in rebus non ex-cathedra definitis, in quibus ille errare non potest) quam solus rectam doctrinam sustinere, quoniam sine Papa pronus eris ad alios errores, cum Papa vero non, etiam si fortasse in aliqua re dubitari potest de doctrina illius». [Es mejor equivocarse con el Papa (en aquellas cuestiones no definidas ex cathedra, en las que éste no puede equivocarse) que sostener uno solo, sin él, una doctrina correcta: porque, sin el Papa, estarás inclinado a otros errores; no así estando con el Papa, aunque uno pueda quizá dudar de alguna cuestión de su doctrina.] Cuadernos Personales”, p. 7.209. ↩︎
  7. Saints, Sovereigns and Scholars, cit., p. 426. ↩︎
Periodista, doctor en Ciencias de la Información, autor de la biografía «Sinfonía de una vida», sobre Álvaro d’Ors.