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Hablar de museos de arte contemporánea en nuestro país significa, utilizando un término popular, hablar de un «tema maldito». ¿Por qué «maldito»; Si retrocedemos y dirigimos nuestra mirada hacia atrás, ciñéndonos sólo al siglo XX. podemos comprobar cómo, a lo largo de casi noventa años, el «arte contemporáneo» ha sido ignorado repetidamente por aquellos ámbitos que más directamente le afectan: es decir, por las capas sociales con más poder adquisitivo, por el Estado y por la legislación. La ausencia de coleccionismo en España, tanto privado como estatal —hecho íntimamente ligado a la existencia del museo— es uno de los factores que más negativamente ha repercutido hasta ahora en la práctica inexistencia de museos de arte contemporáneo en nuestro país. El mercado artístico, que es el mejor termómetro para medir y constatar el pulso del coleccionismo, parece que ha empezado a fluir en la última década, aunque de forma tímida si lo comparamos con el resto de los países occidentales desarrollados.

Centro de Arte Reina Sofía

No estuvo mal encaminado Malraux al pronosticar, hace ya muchos años, que los museos se convertirían en las «catedrales del siglo XX», y sin duda en la pasada década de (os ochenta ha sido la época en que Occidente ha construido más espacios dedicados a la cultura y el arte. En España, con el establecimiento de un sistema democrático, se inició el camino hacia una normalización cultural que lógicamente ha afectado al campo de las artes plásticas, y de manera especial al sector museístico español; un campo virgen de acción en lo que se refiere al arte contemporáneo.

Desde 1966, año en que el pintor Fernando Zóbel (Manila, 1924-Roma, 1984) inauguraba el Museo de Arte Abstracto de Cuenca, primer museo dedicado al arte de vanguardia tras la guerra civil, formado por una extraordinaria colección de pintura abstracta española que él mismo había ido reuniendo; hemos tenido que esperar prácticamente hasta la llegada de los años ochenta para poder contemplar en lugares idóneos el arte contemporáneo. Cabria empezar esta relación de nuevos museos por el que debería ser el museo emblemático de nuestro siglo, y que por ahora dista mucho de llegar a serlo algún día. Me refiero al polémico Centro de Arte Reina Sofía, inaugurado precipitadamente en 1986 como un centro cultural para exposiciones temporales y transformado por Real Decreto en Museo Nacional en 1988. Situado en el antiguo Hospital General de Madrid y adquirido por el Estado en 1977, en 1980 se decide llevar a cabo la restauración y remodelación del edificio construido bajo el reinado de Carlos [II por los arquitectos José de Hermosilla y posteriormente por Francisco Sabatíni. Las obras de restauración, encargadas al arquitecto Antonio Fernández Alba, se realizan para que el antiguo edificio albergue exposiciones temporales. Pero la falta de un proyecto político coherente, y tras la configuración del Centro en Museo Nacional, con la integración en él del antiguo Museo Español de Arte Contemporáneo de la Ciudad Universitaria, el C.A.R.S. vuelve a cerrarse de nuevo a) público en 1988. para llevar a cabo una segunda fase de remodelación —esta vez realizada por Antonio Vázquez de Castro y José Luis fñiguez—, con el consiguiente incremento de presupuesto, que bien podría haber sido utilizado para paliar en alguna medida las lagunas con las que cuenta el fondo de la futura colección, todavía hoy sin decidir. La falta de planificación la encontramos desde sus comienzos, ya que durante sus dos primeros años de andadura camina sin una cabeza rectora, pues hasta 1988 no se nombra director del C.A.R.S. a Tomás Llorens, que es destituido al año y medio de su cargo y sustituido por una nueva dirección, con lo que ello implica para el funcionamiento de un centro de sus dimensiones.

Por otro lado, la participación de unos quince arquitectos, con o sin suerte, en las obras de remodelación ofrecen una muestra más de lo que no se debe hacer a la hora de proyectar un centro-museo de tal envergadura. Sin embargo, es indudable que este museo, en fase de formación, cubrirá un importante vacío en la infraestructura cultural de nuestro país. En este sentido, un capítulo importante del C.A.R.S, lo ha configurado en su primera etapa el tema de las exposiciones temporales, con las que el público ha podido entrar en contacto con las van guardias históricas a través de muestras dedicadas al constructivismo, el dada, la Bauhaus, Joan Miró, Julio González…; con colecciones internacionales de indudable calidad como la Beyeler, la Philips, Sonnabend. Panza di Biumo o la Guggenheim, y con el arte de vanguardia español. El Centro de Arte Reina Sofía cuenta con los servicios y prestaciones propios de su categoría, como son librería, tienda, cafetería, taller de restauración, una revista que publica el propio centro (RSj, una Asociación de Amigos del C.A.R.S., además de un extraordinario Centro de Documentación y Biblioteca, especializado en arte del siglo X X, que contiene el más amplio fondo bibliográfico y visual que existe actualmente en España.

Panorama del arte moderno

El año en que realmente pudimos comprobar cómo esta fiebre museística también había llegado a España fue 1989. En febrero se inauguraba en Valencia el LV.A.M. (Instituto Valenciano de Arte Moderno), y en diciembre de ese mismo año, el C.A.A.M. (Centro Atlántico de Arte Moderno) en Las Palmas de Gran Canaria, El Instituto Valenciano de Arte Moderno tuvo como principal impulsor y artífice al entonces director del Patrimonio Artístico valenciano. Tomás Llorens, y director del mismo hasta 1989. Este centro, cuya gestación comenzó en 1986. cumplió paso a paso todos los requisitos para llegar a un final con éxito. En 1985, Llorens adquirió para la Generalitat Valenciana la mejor colección reunida para un museo público, de esculturas, pinturas y dibujos del escultor Julio González. Una colección de tal envergadura, ya que Julio González es una figura clave para la escultura del siglo XX, merecía por sí sola la construcción de un museo. El comienzo no podía ser mejor, puesto que el futuro museo nacía de una colección y no de un edificio.

Este se realizó después, con el proyecta de crear un edificio de nueva planta; el Centro Julio González y el llamado Centro del Carmen, un antiguo convento del siglo XIII, dedicado a exposiciones temporales. El Centro Julio González, obra de un equipo de arquitectos (E. Giménez. V. García, }. Murcia, C. Salvadores y i. Sanchís) en estrecha colaboración con Tomás Llorens. es un edificio de una gran pureza volumétrica, demostrativo de que se le ha concedido mayor importancia al contenido que al contenedor. La colección permanente, destinada a este edificio e iniciada con los González, se ha completado con la colección Pinazo (dibujos y pinturas) y con una seleccionada muestra del informalismo español integrada por obras de Tápies, Saura, Millares y Chillida, así como otras que pertenecen a las figuras más relevantes del pop español. como son el Equipo Crónica y Eduardo Arroyo. Posteriormente, este fondo se ha ido incrementando con obras de las vanguardias internacionales (Torres García, Jean Arp. Henry Michaux, Fontana, Oldenburg..,), de artistas jóvenes valencianos (Joan Cardells, Miquel Navarro, Carmen Calvo…) y de artistas que han expuesto en el centro, como McCollum o Richard Prince.

La historia del Centro Atlántico de Arte Moderno (C.A.A.M.), inaugurado en diciembre de I9K9 en Las Palmas de Gran Canaria. comienza en ]974, cuando la Comisión de Cultura del Cabildo Insular de Gran Canaria aprueba que el edificio donde está situado actualmente este centro se destine a albergar el Museo de Arte Contemporáneo. Once años después, en 1985, se convoca un concurso restringido de propuestas para el museo, y el jurado único, formado por el arquitecto Alvaro Siza Vieira, designa ganador a Francisco Sáenz de Oiza, que comienza las obras de rehabilitación del edificio del siglo XVIII en 1986, Este centro, situado en el Archipiélago canario, nace como un museo vivo, impulsor de la investigación y difusión del arte del siglo XX, con una vocación tricontinental, mirando hacia Europa, África y América. Cuenta con una selección de la colección reunida por el Cabildo en la cual, si bien están presentes las obras de artistas peninsulares como Itiírrino, Solana, Feito o Lucio Muñoz, destaca, sobre todo, la parte dedicada a los artistas canarios, con obras de Martín Chirino, Millares, César Manrique, Néstor y José Aguiar, entre otros. La colección, a diferencia de otros museos, puede ser visitada, pero no estará expuesta permanentemente, por lo que el C.A.A.M. centrará gran parte de sus esfuerzos en la organización de las exposiciones temporales.

En cuanto a los museos de carácter monográfico, hay que destacar de manera especial la apertura en 1990 de la Fundación Tápies en Barcelona. Situado en el edificio modernista de la vieja sede de la Editorial Montaner y Simón, tos arquitectos Lluís Doménech y Roser Amado han logrado llevar a cabo una rehabilitación extraordinariamente bella, que se adecúa a las nuevas necesidades de su contenido. Gracias al impulso y el empeño del propio Antoni Tápies (Barcelona, 1923), que encontró el apoyo necesario en la Generalitat catalana y en el Ministerio de Cultura, ha sido posible la creación de este centro, destinado a conservar y mostrar la obra de uno de los más grandes creadores con que cuenta el arte español de nuestro siglo. Desde que se inauguró el museo, la fundación expone obras de Tápies, así como muestras relacionadas directa o indirectamente con su obra. Hay que destacar especialmente la biblioteca de la fundación, especializada en arte oriental, procedente de los fondos particulares de Tapies, que, junto a la que posee el Museo de Arte Abstracto de Cuenca, donada por Fernando Zóbel, constituyen los dos fondos bibliográficos más completos que existen en España en esta materia.