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«Os quiero mucho». Estas palabras que pronunció a dos amigos, que se desplazaron a Pamplona, horas antes de fallecer resumen muy sucintamente el lema de su vida.

Juan Pablo de Villanueva, amigo, maestro, consejero, jefe y presidente, fue una persona con profundas convicciones que intentó desarrollar en su vida tratando a todos por igual. No estaba encerrado en los despachos, actitud muy propia de los presidentes. Eran muy frecuentes sus paseos por las redacciones departiendo amigablemente con todos, desde el director adjunto hasta el último becario, siempre tenía tiempo para todos. Le interesaba no sólo la faceta profesional de sus trabajadores, sino primordialmente la humana. Sabía meterse en la piel de la otra persona, en sus problemas y alegrías, porque esto era lo que le ocupaba. Le interesaban las personas, la amistad, la felicidad. Más de uno de sus trabajadores cambió el rumbo de su vida por un consejo acertado que le dio.

Recuerdo que cuatro días antes de fallecer estuve comiendo con él en Pamplona. En esa comida salieron a relucir muchos nombres, con algunos de ellos mantuvo ciertas discrepancias profesionales. Me llamó la atención que no tuvo ninguna palabra negativa para ellos, más bien al contrario, siempre justificaba una actitud equivocada de la otra parte, porque tal y como repetía como un soniquete «siempre hay que ponerse en el lugar del otro».

Decía las cosas, pero nunca las imponía, dejaba hacer. Con su famoso «tú verás» la redacción hacía y deshacía a su libre antojo, pero con una enorme responsabilidad. Esto que es muy fácil de decir no es lo que ocurre precisamente en las redacciones de los periódicos españoles, donde si te descuidas la noticia que aparece publicada no tiene nada que ver con lo que habías firmado. A quién no le han cambiado un titular o el enfoque de una noticia. Con Juan Pablo, esto no pasaba, siempre y cuando toda la información fuera veraz y estuviese contrastada. Por eso era muy fácil que siempre se pusiera del lado de su trabajador ante las presiones externas.

Recuerdo un día que estaba en su despacho cuando le llamó un importante empresario para quejarse de una información que publicaba el periódico. Enseguida le amenazaron con retirar la campaña publicitaria que había en marcha. Daba igual, Juan Pablo se ponía al lado de su trabajador. Muchas veces le escuché: «Nosotros no nos ponemos de rodillas delante de nadie». Ésta era otra de sus frases, pero tenía muchas más que reflejaban su pensamiento y su forma de vida en la que no paró de trabajar, aunque en estas líneas haya intentado dibujar el perfil profundamente humano que tenía. De hecho, días antes de su fallecimiento aún seguía dándole vueltas a un nuevo proyecto empresarial que ya estaba avanzado y en vías de financiación. Aunque el primer sentimiento que hayamos podido tener es el de la orfandad, ahora es el momento de seguir desarrollando toda su obra, incluso este último proyecto, ya que contamos con toda su ayuda desde el cielo.