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Jean Guitton (1901-1999) publicó en 1951 Le travail intellectuel. Su libro, escribía en el prólogo el académico francés, había nacido de un “sentimiento de amistad profunda hacia los estudiantes».  Se dirigía también a los que “no han renunciado a leer, a escribir, a pensar”, y a los más iniciados, “pues todos somos, en materia de conocimiento, de estilo y de lenguaje, unos aprendices”. Es una obra siempre muy recomendable, pero de modo especial ante el nuevo curso académico.

El ensayo de Guitton va en la misma línea que el de la Vida intelectual de A.-D. Sertillanges, del que se siente deudor: “Soy igualmente consciente de la ayuda que me prestaron antaño algunas obras sobre el método del trabajo y que me han inspirado escribir este libro para completarlas” (p. 14, citamos por la edición en castellano publicada por Rialp en 1999).

A continuación destacamos aspectos especialmente relevantes de esta obra:

§ «La prueba de que se sabe algo consiste en que se puede enseñar» (idea original de Aristóteles) (p. 18).

§ “En todas las cosas, querer es también no querer… La catedral de Notre-Dame es un partido tomado, entre un gran número de soluciones igualmente posibles, por una voluntad juiciosa” (p. 21).

§ “Los americanos tienen razón al pensar que se puede cambiar varias veces de modo de vida, nacer a los cuarenta, lanzarse a la vida a los sesenta y terminar en la escuela” (p. 26).

§ “Es una feliz experiencia, y que habitualmente solo los religiosos pueden llevar a cabo, el volver a rebajarse. Habría que desearla a muchos, y que el coronel volviese a ser sargento…” (pp. 27-28).

§ “La diferencia entre el hombre y el jovenzuelo consiste en que este último no posee este poder de interrogar que solamente Jesús de niño se había otorgado ante los doctores” (p. 28).

§ “El valor de una inteligencia no consiste tanto en su ciencia (los diccionarios están al alcance de la mano) como en la posesión de costumbres muy vivas que le permiten adaptar su saber y sus principios a la singularidad de los casos siempre nuevos” (p. 36).

§ “Hay que partir antes de que todo esté listo, pues si no no zarparíamos nunca” (p. 44).

§ “Los proyectos son necesarios, y los éxitos los obtienen los que prevén largamente. Pero el proyecto debe quedar flexible y libre” (p. 50).

§ “La inteligencia reside en la mente y no en las cosas: si tuviésemos Ideas, ¿cuántas cosas podríamos ver? (p. 66)

§ “Lo que enseñaba Bézard era a tomar notas, a redactar fichas que pudiesen utilizar durante toda la vida… Lo que es muy descorazonador en los estudios es ver que no se adquieren nunca los conocimientos, que no se conservan, que no se añaden los unos a los otros en un desarrollo continuo y sustancial” (p. 72).

§ “Hay que aconsejar llevar consigo un pequeño carnet de fichas… La ventaja de esto es poder captar la palabra, la información, la inspiración que usar, sin más trabajo que el de atraparla al vuelo. La idea nos llega tal como debe llegar el día del juicio: inesperadamente” (p. 110).

§ “A menudo la materia de nuestros estudios es fútil: ¿para qué sirve, nos preguntamos, hacer esta traducción latina, si nunca voy a hablar en latín? Razonamiento que podría extenderse a casi todas nuestras ocupaciones. Solamente se puede vencer … pensando que todo acto de atención, de apoyo, toda búsqueda de perfección minúscula, fuera del beneficio y de todo resultado, encuentra en sí mismo su recompensa” (pp. 149-150).

§ “Los esfuerzos inútiles de cura de Ars, durante largos y dolorosos años, para aprender latín, dieron todo su fruto en el maravilloso discernimiento con el que percibía el alma misma de los penitentes tras sus palabras e incluso tras sus silencios” (p. 150).

Y para terminar (así casi acaba también el libro):

§ “Lo que te es dado en este momento acéptalo, mejóralo, profundízalo. Entonces, vivirás” (p. 151).

Pinchando en el siguiente enlace adjunto un PDF del índice de la obra de Guitton:

Índice del libro «El trabajo intelectual», de Jean Guitton.

Director de «Nueva Revista», doctor en Periodismo (Universidad de Navarra) y licenciado en Ciencias Físicas (Universidad Complutense de Madrid). Ha sido corresponsal de «ABC» y director de Comunicación del Ministerio de Educación y Cultura.