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Robert Spitzer (1952), filósofo, teólogo, jesuita, fue profesor en Georgetown University y ahora preside el Magis Center. Spitzer es autor de numerosos ensayos de gran éxito en los EE.UU., como Finding True Happiness: Satisfying Our Restless Hearts (Ignatius Press, 2015).


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Robert Spitzer afirma que hay cuatro tipos de felicidad que se pueden entender según cuatro niveles: 1) gratificación inmediata; 2) logro o éxito comparativo; 3) felicidad contributiva resultado de la caridad; 4) gozo en el bien último (fe en Jesucristo). La escala es ascendente: el cuarto es el más profundo y duradero. «Felicidad», explica Spitzer, es un término genérico que simplemente significa «el cumplimiento de un deseo» y que se puede aplicar a los cuatro niveles mencionados.

El nivel 1 es la felicidad de la gratificación inmediata del placer físico. Ejemplos: comer gambas rojas frescas a la plancha, conducir un Ferrari o el acto sexual. Aquí entran en juego los deseos biológicos que producen gusto (en latín, el estado resultante es laetus). Nótese que se puede vivir muy bien prescindiendo eternamente de gambas rojas, Ferrari y coito. Vale aquello de «tiene más quien necesita menos».

El nivel 2 (logro o éxito comparativo) es la felicidad por la fama y la consecución de metas (en latín, felix). Los deseos comparativos alimentan el ego. Ejemplos: hacerse rico, poderoso, honorable; triunfar en la profesión, ganar el premio Nobel… René Girard y su teoría de la mímesis (muy resumida: la violencia que engendra la envidia y el deseo de ser como el otro) caben perfectamente en esta órbita. De nuevo: es posible desentenderse muy conscientemente de la fama, la riqueza y el poder.

La mayoría de la población, al menos en Occidente, se queda en estos dos primeros niveles. La razón de ello es la creencia en el mito del materialismo y en el mito del éxito como el verdadero timón de la felicidad última. Así nos perdemos lo mejor, según Spitzer: los niveles 3 y 4. Las redes sociales y los medios tradicionales refuerzan los niveles 1 y 2. El nivel 1 es una gratificación de bajo nivel que no supone esfuerzo. No hay que trabajar para conseguirla. Está ahí. Por ejemplo, es posible pasarse el día en webs pornográficas, que es la adicción de más rápido crecimiento en los Estados Unidos. Sin embargo, también se sabe científicamente que cuanto más tiempo se dedique a la pornografía, mayor será la depresión. Con la autogratificación, no se vive la vida al máximo. Spitzer propone salir del ciclo de la autorrecompensa y educar para decir «no» a una cultura que se queda en los niveles 1 y 2 de felicidad.

El nivel 3 es la felicidad contributiva, que se consigue por medio de actos de servicio. Por ejemplo: ayudar a los drogadictos en un centro de acogida, repartir alimentos, etc. Ese es el bienaventurado (en latín, beatus), el estado contrapartida de ejercer la caridad. Esta felicidad es de la que se habla en las bienaventuranzas evangélicas.

El nivel 4 es la felicidad que responde al anhelo más profundo del corazón humano y consiste en la relación con Dios a través del don de la fe. Es la felicidad del «gozo» (en latín, gaudium); la felicidad sublime de estar en sintonía con el Dios del amor y que tiene expresiones como el canto de los Salmos. El tercer domingo de Adviento, en la Iglesia católica, se llama Domingo de Gaudete (gaudete, que significa «gozad», es el imperativo plural de gaudeo: gozar).

Los cuatro tipos de felicidad son, con precisión latina, y según Spitzer: laetus, felix, beatus y gaudium. 

Fuente: Father Spitzer: ‘Happiness Begins by Looking for the Good News’

Director de «Nueva Revista», doctor en Periodismo (Universidad de Navarra) y licenciado en Ciencias Físicas (Universidad Complutense de Madrid). Ha sido corresponsal de «ABC» y director de Comunicación del Ministerio de Educación y Cultura.