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Ver productosEl novelista Javier Cercas se infiltra en el Vaticano para tratar de dilucidar las claves de la Iglesia
9 de mayo de 2025 - 9min.
Josemaría Carabante es profesor de Filosofía del Derecho. Su libro más reciente es Joseph Ratzinger, el papa de la razón.
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El novelista Javier Cercas, que ya diera un título excelente dentro de un género híbrido de narración y ensayo (Anatomía de un instante, sobre el 23-F), repite ahora la fórmula, mezclando crónicas periodísticas, dietario, apuntes personales, biografía y autobiografía, sin desdeñar acercarse a la ficción, con un tema muy distinto: nada menos que las interioridades del Vaticano y la personalidad del recientemente fallecido papa Francisco. Ateo confeso, Cercas va –dice el autor de la reseña– como el loco de Nietzsche, con una lámpara en la mano, tratando de dilucidar la clave de la fe y de la Iglesia.
Más que para los católicos convencidos, dice Josemaría Carabante, este es un libro para quien no se ha formado con las enseñanzas del catecismo o las ha olvidado, o desconoce la historia y la doctrina de la Iglesia católica: Para este lector, será «todo un baño de realidad que probablemente le ayudará a vencer sus iniciales prejuicios».
En el libro, «quedan más reflejadas las luces que las supuestas sombras de la Iglesia». Se da cuenta en él «de su labor misionera, de su entrega a los más desfavorecidos, de su desempeño en zonas del mundo inhóspitas como Mongolia»; es precisamente en un viaje del papa a Mongolia donde está el núcleo del trabajo de un Cercas que va como invitado (o «infiltrado»). El libro da cuenta también de la generosidad de los creyentes y del valor de vivir la fe en países como China o India; y muestra «que lo eclesial es una realidad más amplia de lo que puede suponer un intelectual occidental que lee la prensa europea… y diversa, más diversa de lo que se piensa».
Junto a lo anterior, El loco de Dios en el fin del mundo es también una mezcla entre una posible biografía y una especie de testamento espiritual de Francisco, ese hombre complejo y contradictorio, bonachón y modelo de buen pastor, pero también impulsivo y con algún ramalazo autoritario, que trabaja hasta la extenuación y quiere transformar las avejentadas estructurales eclesiales.
Cercas no se cae del caballo, dice el autor de la reseña, pero va afinando su sensibilidad religiosa, y muchas de sus consideraciones «funcionan como fogonazos que iluminan los tesoros espirituales de la Iglesia». Sí echa en falta Josemaría Carabante que ni el autor del libro ni los vaticanistas y miembros de la curia con los que se ha entrevistado recuerden la «exquisita antropología» que está detrás de los dogmas de la Iglesia y que explica la lógica de las declaraciones pontificias.
Es indudable que la providencia –o el destino, para quien no cree en Dios– se ha conjurado, de algún modo, para beneficiar a Javier Cercas, pues la publicación de su libro sobre el papa Francisco ha coincidido con el fallecimiento del sucesor de Pedro. Seguramente, además, en las páginas de Cercas se habrá colado el nombre del próximo pontífice, de quienes conformarán su equipo, y servirá para que los no católicos satisfagan su curiosidad sobre el funcionamiento de la Iglesia o sobre sus actuales desafíos.
El libro es poliédrico, inclasificable, puesto que el escritor catalán incursiona –siempre con pluma experta– por todos los géneros posibles. Este es, pues, un volumen que, sin circunscribirse a ninguno, incluye crónicas periodísticas, el dietario, los apuntes personales, la biografía y la autobiografía. Hay algunas partes propias de la ficción, no porque Cercas haya apurado sus dotes novelísticas, sino porque todo escritor –y todo lector– sabe que lo real es mucho más sorprendente e inusual que cualquier relato figurado.
A estas alturas posiblemente se sepa ya que el libro de Cercas tiene su origen en una extraña invitación: la que le lanza Lorenzo Fazzini, a la sazón director de la Librería Editrice Vaticana, con la propuesta de escribir un libro sobre el viaje pastoral de Francisco a Mongolia. Lo chocante es que Cercas sea el elegido, puesto que no cree, puesto que –según confiesa– se hizo escritor a raíz de una crisis de fe y puesto que, hasta aquel momento, era inexistente su interés por Francisco. No descubro nada si digo que Cercas aceptó. Ahí está El loco de Dios en el fin del mundo, flamante, en todas los escaparates y las grandes librerías, para demostrar hasta qué punto se tomó en serio la tarea.
Claro está que Cercas no es tonto y se dio cuenta de que una indagación sobre un minúsculo Estado –absolutista, para más inri– incrustado en el corazón de la laica e ilustrada Europa era una magnífica ocasión, como si le hubieran dado un regalo, el rico material que todo escritor desea recopilar antes de ponerse enfrente del ordenador. Pero también constituía una oportunidad para la Iglesia, para su maltrecho prestigio. Cercas se armó de desconfianza, de sospechas, abandonó la intención de edulcorar la prosa, aunque impuso una condición: que el papa le concediera una breve entrevista para resolver la única duda que todavía permanecía en la nublada mente de su madre, aquejada de alzheimer. ¿Se reencontraría, finalmente, cuando Dios dispusiera, con su marido en la otra vida?
El loco de Dios en el fin del mundo no es un libro para los católicos convencidos. Porque, aunque el practicante hallará pasajes desternillantes o de interés, hay otros hirientes, poco sensibles o simplistas. Ahora bien, para el que ha olvidado las enseñanzas del catecismo, no se ha formado a la sombra de una parroquia o desconoce la historia, la doctrina e incluso la liturgia católica, es todo un baño de realidad que probablemente le ayudará a vencer sus iniciales prejuicios.
Cercas relata su experiencia, infiltrado entre vaticanistas, purpurados y misioneros, acompañando a la expedición papal, entrevistándose con todo aquel que pueda darle una información, desvelarle un misterio o –acaso– adelantarle un poderoso e inolvidable titular.
En cualquier caso, conviene decir que el escritor catalán no se convierte ni cae fulminado por el dedo de Dios. De hecho, queda bastante claro que, aunque su imagen de la Iglesia se hace más verosímil, no acaba por derrotar los principales tópicos que la opinión pública o la desidia siguen difundiendo acerca de la fe católica: la polémica del celibato sacerdotal, la posibilidad del sacerdocio femenino o el papel de la mujer en la Iglesia… Y, como neófito en las sacristías, Cercas interroga y zarandea y opina y quita la palabra a los cardenales con quienes dialoga o disiente.
En su conjunto, sin embargo, quedan más reflejadas las luces que las supuestas sombras de la Iglesia. Así, da cuenta de su labor misionera, de su entrega a los más desfavorecidos, de su desempeño en zonas del mundo inhóspitas como Mongolia, de la generosidad de los creyentes, de la valentía, sin olvidar referir las dificultades de creer en países siniestros como China o India. Muestra, a fin de cuentas, que lo eclesial es una realidad más amplia de lo que puede suponer un intelectual occidental que lee la prensa europea. Que es, tal y como afirma el dogma, una madre generosa, capaz de abrazar a santos y a pecadores, reconciliadora. Y diversa, más diversa de lo que se piensa.
Desfilan por estas páginas bastantes personajes, pero podríamos decir, resumidamente, que hay tres protagonistas: el papa, Cercas y su madre, si bien estos dos últimos aparecen siempre indirecta o lateralmente. A la luz del reciente fallecimiento de Francisco, este libro del escritor catalán constituye una suerte de mezcla entre lo que podría ser una biografía y una especie de testamento espiritual de aquel. El objetivo es desvelar el misterio de este hombre que, atrapado por la locura divina, sale sin medias tintas a ofrecer su misericordia a los marginados, a los necesitados, a todos aquellos que viven en la «periferia» de la cultura, la economía, la sociedad o la moral.
¿Quién es Francisco? ¿Qué secreto esconde Bergoglio? ¿De dónde saca la fuerza para no rendirse, para seguir estrechando entre sus brazos a quienes viven en los aledaños del sistema y curar las heridas de los descartados? ¿Cuál es el fuego que lo alimenta y le lleva a superar los achaques, trabajar hasta la extenuación y transformar, con entusiasmo, las avejentadas estructurales eclesiales? Cercas no desconoce que, además de Francisco, bonachón, modelo de buen pastor, hay un Bergoglio menos carismático, impulsivo, con algún ramalazo autoritario. Y se da cuenta de que no existe sombra de hipocresía porque, al fin y al cabo, Francisco es un hombre: complejo, contradictorio, hecho de carne, capaz, como todos, de lo mejor y lo peor. Un ser humano, igual que el resto.
El libro relata también un viaje de descubrimiento. Es verdad que Cercas no se cae del caballo, pero sí que va afinando su sensibilidad religiosa. Muchas de las consideraciones del catalán funcionan como fogonazos que iluminan los tesoros espirituales de la Iglesia. Indica Cercas, primero, que la fe es «un superpoder», es decir, el motor sobrenatural que hace posible lo imposible. Además, constata que la religión no es una superchería, ni un conjuro mágico que la ciencia ha sido incapaz de desterrar, sino que se asienta en el encuentro personal con Dios y la confianza –absoluta– en la vida eterna.
Ahora bien, se pueden poner algunos peros. En primer lugar, es extraño que ni Cercas ni los vaticanistas y los miembros de la curia que pasean por estas páginas recuerden que detrás de los dogmas descuella una exquisita antropología, es decir, que las declaraciones pontificias no son casuales y normalmente responden a una lógica incompresible porque no es la nuestra, la mundana. Tampoco el tempus eclesial es el mismo que el que rige la historia profana, de manera que la Iglesia no tiene la exigencia de adaptarse al ritmo de los tiempos. A este respecto, aconsejo leer parejamente este libro de Cercas y La sal de la tierra, la larga entrevista con Ratzinger cuando este era aún prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Por esta última razón, y aunque Cercas no busca la comparación de modo directo, se puede tener la sensación de que El loco de Dios en el fin del mundo construye el balance del papado de Francisco parangonándolo con el de sus antecesores más inmediatos. Así, la figura de Bergoglio se recorta como la de un revolucionario, ni tan dogmático como Juan Pablo II ni tan encerrado en el lujo vaticano o retrógrado como Ratzinger, una caricatura que el propio Francisco ha insistido una y otra vez en desenmascarar.
El loco de Dios en el fin del mundo es un libro escrito por un ateo que va, como el loco de Nietzsche, con una lámpara en la mano para dilucidar la clave de la fe y de la Iglesia. Con todas las limitaciones del diletante, Cercas sí que consigue revelar por qué el rebaño de Pedro sigue siendo de una importancia fundamental para el ser humano y hasta qué punto es relevante en términos morales, culturales y políticos quién será el encargado de impartir su bendición desde la logia de la basílica más grande del mundo en los próximos años.
El lector, finalmente, ve satisfechas sus curiosidades: comprende esa maquinaria llena de latinajos que es la curia, descubre el legado de Francisco y, finalmente, conoce todo aquello que el Papa confesó en el asiento de un avión, rumbo a Ulán Bator, a Cercas, el infiltrado.
La imagen superior muestra al papa Francisco en un viaje, tiene licencia de Creative Commons y se puede encontrar aquí.