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Ver productosUn análisis de las ideas y pensadores que sustentan al actual presidente de USA
10 de julio de 2025 - 5min.
Avance
Trump es ególatra, voluble y errático en varios asuntos (los aranceles, la relación con Ucrania, el dilema que parece embargarle entre ser belicista o pacifista, incluso con aspiraciones al Nobel de la Paz), pero tiene algunas ideas básicas que conforman sus políticas. No es, desde luego, ni un intelectual ni un ideólogo; pero hay ideólogos e intelectuales que le sostienen, le aportan munición ideológica y constituyen lo que se puede llamar trumpismo. La conveniencia de estudiarlo no necesita enfatizarse. Maya Kandel, investigadora asociada en la Sorbona, que lleva diez años siguiendo a los intelectuales del movimiento nacional-conservador que ha cuajado en el trumpismo, acaba de publicar en Gallimard Une première histoire du trumpisme. En una entrevista en la revista El Grand Continent explica las características de ese movimiento que rodea y caracteriza a Trump.
Por orden de aparición, el think tank que está en el origen del trumpismo es el Instituto Claremont, fundado por discípulos de Leo Strauss, considerado la figura más influyente del movimiento neoconservador. Los miembros del Claremont abogan por volver al espíritu de los padres fundadores de Estados Unidos, espíritu que se truncó cuando, tras la presidencia de Wilson, el país adoptó políticas intervencionistas tanto en el exterior como en el interior, con el desarrollo de la burocracia.
El Instituto Claremont, dice Maya Kandel, es el motor intelectual del movimiento nacional-conservador, los NatCons, cuya infraestructura la constituyen la Fundación Edmund Burke y las conferencias NatCon. «A partir de 2019, el movimiento intentará reunir a todos los componentes de la derecha estadounidense, desde los paleoconservadores, cercanos a los supremacistas blancos y cuya figura tutelar es Patrick Buchanan (considerado, por cierto, el padre espiritual del trumpismo), hasta los católicos integralistas como Patrick Deneen y Adrian Vermeule», afirma Kandel.
De Claremont también proceden Angelo Codevilla, autor de la expresión «guerra civil fría» y enemigo declarado de la «clase dirigente» –burócratas, académicos, medios de comunicación, responsables demócratas– y John Eastman, autor del memorándum que sirvió de base para el intento de impugnar los resultados de las elecciones de 2020 y el asalto al Capitolio que siguió el 6 de enero de 2021.
La novedad con respecto a los primeros tiempos es la incorporación de la derecha tecnológica, en la que sobresale Peter Thiel, y de los llamados neorreaccionarios, una de cuyas figuras más destacadas es Curtis Yarvin. Otro hito en la evolución del trumpismo es la integración en él de la Heritage Foundation, uno de los principales think tanks republicanos de Washington, autor, entre otras cosas, del Proyecto 2025. Su importancia es palpable en el hecho de que «es la gran maquinaria que, desde la década de 1970, y en particular desde la administración Reagan, proporciona programas y personal a las nuevas administraciones republicanas, sean cuales sean, incluso antes de saber quién será el candidato».
En cuanto a Curtis Yarvin, es uno de esos pensadores que no solo no le hacen ascos a la cultura popular, sino que se apoyan en ella, como, por ejemplo, el universo de Matrix. La famosa píldora roja de la película, que permite ver la verdadera realidad, escapando de la ilusoria realidad virtual creada por las máquinas, ejemplifica para Yarvin el «pensamiento contracorriente». Yarvin ha acuñado el término Catedral para designar a la élite, especialmente, los medios de comunicación, las universidades y otras instituciones intelectuales; lo que Vance y los nacional-conservadores llaman régimen. El programa RAGE (Retire All Government Employees) que presentó en 2012 parece el antecedente más claro del DOGE (Departamento de Eficiencia Gubernamental) que, hasta su retirada, dirigió Elon Musk.
Algo que hizo que todo ese entramado ideológico confluyera con Trump fue la necesidad del Partido Republicano de movilizar a una parte de su potencial base electoral que tendía a abstenerse en las elecciones, los «votos blancos perdidos». En Trump se vio a alguien capaz de recuperarlos, con lo que el movimiento nacional-conservador redefinió sus principios en función de las obsesiones de Trump, en particular en materia de comercio –incorporando así los elementos relativos a los aranceles y la política industrial–, además del rechazo a las guerras de Bush y del cierre a la inmigración.
Esa confluencia ha dotado a Trump de un entorno del que careció en su primera presidencia. La coalición trumpista es hoy mucho más amplia. A la histórica rama MAGA (Make America Great Again), representada en particular por Steve Bannon y muy sensible a los comentarios racistas, se ha sumado el apoyo de la derecha tecnológica desde 2020. A lo que hay que añadir el esfuerzo por formar nuevos cuadros, que está provocando un cambio generacional en Washington.
Con todo este entramado, el trumpismo comparte rasgos «característicos del fascismo, como el nacionalismo, el culto al líder, la apetencia por el autoritarismo, el masculinismo, la intolerancia…», y sobre todo con las democracias iliberales, como la de la Hungría de Viktor Orbán, dice Kandel. Un ejemplo de esto lo ve la investigadora en la frecuente invocación de situaciones de emergencia, que permiten recurrir a poderes específicos claramente contrarios al espíritu de la Constitución, algo que hicieron los predecesores de Trump, pero que él ha llevado a un extremo «delirante, en desprecio de la realidad». La mejor muestra fue la movilización de la Guardia Nacional para reprimir las manifestaciones en Los Ángeles, pasando por encima de la voluntad del gobernador de California. Esas actuaciones le parecen a Kandel «el meollo de la cuestión del trumpismo como nuevo autoritarismo y de lo que Trump está haciendo con la democracia estadounidense».
¿Cómo puede afectar todo eso a Europa? La autora del libro califica de «chantaje» y de «injerencia en nuestras leyes» un reciente documento del Departamento de Estado dirigido a Europa, demandando «lealtad cultural», si es que no un cambio de régimen. Para Maya Kandel, la Unión Europea (UE) es una especie de símbolo, de némesis de todo aquello que Trump y el trumpismo rechazan. La UE es una potencia comercial que desafía la voluntad de Trump de negociar bilateralmente con países más pequeños y rivaliza económicamente con Estados Unidos, por lo que existe la voluntad de romperla. De ahí que los partidos a los que apoya Elon Musk sean partidos anti-UE. «Trump considera los intereses principalmente en términos económicos y comerciales, y desde esta perspectiva, la Unión es una gran potencia que les estorba».
Avance elaborado por Ángel Vivas para Nueva Revista a partir de la entrevista de Marin Saillofest a Maya Kandel en El Grand Continent que puede verse aquí.
Foto: Donald Trump hablando en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) de 2014 en National Harbor, Maryland. La foto es de Gage Skidmore. Licencia de Wikimedia Commons y se puede consultar aquí.