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Tomás de Aquino (1225-1274) es una de las grandes figuras de la filosofía y de la teología de todos los tiempos. La Suma Teológica es su obra más importante. Aquí la citamos por: Santo Tomás de Aquino: Suma de Teología. BAC, I (2001), II (1989), III (1990) y IV (1994). La Suma se divide en partes (1; 1 2; 2 2; 3), cuestiones (q) y artículos (a). La cuestión es un ensayo donde se responde a una pregunta. Se divide en artículos, que a su vez se subdividen en objeciones, solución y respuesta a las objeciones.

AVANCE

Tomás de Aquino utiliza el término tolerancia sobre todo para ponerlo en relación con la capacidad de soportar males. Señala las condiciones para que el legislador sea tolerante y el papel que en ello juega la costumbre. Aconseja a los ricos que sean liberales: es decir, que se tomen con buen humor, tolerantes, los pequeños hurtos. Defiende que hay que ser tolerantes con los ritos de los infieles, pero intolerantes con los herejes. Recomienda tolerar las injurias si van dirigidas contra uno mismo, pero no si atacan a Dios o al prójimo. Relaciona la paciencia con la tolerancia, puesto que por la paciencia toleramos los males con ánimo tranquilo.


 

ARTÍCULO

«Se dice que la paciencia ejerce una obra perfecta al tolerar los males, en los cuales no solo excluye la venganza injusta, que también excluye la justicia; o el odio, como hace la caridad; o la ira, como hace la mansedumbre; sino que excluye hasta la tristeza inmoderada, que es la raíz de todos los desórdenes mencionados» (respuesta a la segunda objeción de la cuestión 66: en 1 2 q 66 a 4 (II, p. 497)).

«El alma del hombre se dispone bien, primero, en cuanto a la voluntad de hacer el bien; y a esto pertenece la bondad; segundo, en cuanto al ejercicio de la beneficencia, y a esto pertenece la benignidad, ya que se llaman benignos aquellos a quienes el buen fuego del amor enfervoriza para hacer bien al prójimo; tercero, en cuanto a tolerar ecuánimemente los males inferidos por ellos, y a esto pertenece la mansedumbre, que refrena las iras; cuarto, en cuanto a no hacer daño al prójimo, no solamente por la ira, sino que tampoco por el fraude o el engaño, y esto pertenece a la fe, entendida como fidelidad» (solución a la cuestión 70: en 1 2 q 70 a 3 (II, p. 535)).

«Se lastima menos por una injuria inferida al virtuoso, que lo tolera ecuánimemente, que a otros, quienes sufren daño escandalizados aun interiormente» (objeción primera de la cuestión 73: en 1 2 q 73 a 9 (II, p. 581)).

«Aunque las personas particulares no pueden crear leyes, sí puede hacerlo todo el pueblo. Si, en cambio, el pueblo no tiene la libre facultad de darse leyes ni de anular las que le impone una autoridad superior, aun entonces la costumbre que llega a prevalecer adquiere fuerza de ley al ser tolerada por quienes tienen el poder de legislar, pues con la simple tolerancia se entiende que aprueban lo que la costumbre introdujo» (respuesta a la objeción tercera de la cuestión 97: en 1 2 q 97 a 4 (II, p. 758)).

«La ley se proponía acostumbrar a los hombres a comunicar fácilmente sus bienes, como lo manda el Apóstol en 1 Tim 6:18 a los ricos, que sean liberales en repartir. Pero no puede ser liberal el que no puede tolerar que el prójimo tome algo de lo suyo sin gran perjuicio. Por esto ordenaba la ley que fuera lícito a uno entrar en la viña de su prójimo y comer allí unos racimos, pero no sacarlos fuera, por no dar ocasión de grave daño, de donde viniera a turbarse la paz. Esta no se perturba por esto entre las personas bien educadas, antes sirve para fomentar la amistad y que los hombres se acostumbren a ser liberales» (respuesta a la primera objeción de la cuestión 105: en 1 2 q 105 a 2 (II, p. 868).

«Solución. Hay que decir: El gobierno humano proviene del divino y debe imitarle. Pues bien, siendo Dios omnipotente y sumamente bueno, permite, sin embargo, que sucedan males en el universo pudiéndolos impedir, no suceda que, suprimiendo esos males, queden impedidos bienes mayores o incluso se sigan peores males. Así, pues, en el gobierno humano, quienes gobiernan toleran también razonablemente algunos males para no impedir otros bienes, o incluso para evitar peores males. Así lo afirma San Agustín en II De Ordine (C. 4: ML 32,1000): Quita a las meretrices de entre los humanos y habrás turbado todas las cosas con sensualidades. Por consiguiente, aunque pequen en sus ritos, pueden ser tolerados los infieles, sea por algún bien que puede provenir de ello, sea por evitar algún mal» (cuestión 10 sobre si se deben permitir los ritos de los infieles: en 2 2 q 10 a 11 (III, p. 121)).

«Solución. Hay que decir: En los herejes [el enlace lleva a lo que sobre esto opina John Rawls] hay que considerar dos aspectos: uno, por parte de ellos; otro, por parte de la Iglesia. Por parte de ellos hay en realidad pecado por el que merecieron no solamente la separación de la Iglesia por la excomunión, sino también la exclusión del mundo con la muerte. En realidad, es mucho más grave corromper la fe, vida del alma, que falsificar moneda con que se sustenta la vida temporal. Por eso, si quienes falsifican moneda, u otro tipo de malhechores, justamente son entregados, sin más, a la muerte por los príncipes seculares, con mayor razón los herejes convictos de herejía podrían no solamente ser excomulgados, sino también entregados con toda justicia a la pena de muerte» (cuestión 11, sobre si hay que tolerar a los herejes: en 2 2 q 11 a 3 (III, p. 127)).

«Los malos son tolerados por los buenos en lo de soportar pacientemente, como conviene que sea, las injurias propias; pero no así las injurias contra Dios o contra el prójimo» (cuestión 108, sobre si es lícita la venganza, respuesta a la objeción segunda: en 2 2 q 108 a 1 (IV, p. 235)).

«Solución. Hay que decir. […]. Por eso es necesaria una virtud que mantenga el bien de la razón contra la tristeza para que la razón no sucumba ante ella. De ahí lo que dice San Agustín en el libro De Patientia (C. 2: ML 40, 611): Por la paciencia humana toleramos los males con ánimo tranquilo, es decir, sin la perturbación de la tristeza, para que no abandonemos por nuestro ánimo impaciente los bienes que nos llevan a otros mayores» (2 2 q 136 a 1 (IV, p. 374)).

«Solución. Hay que decir. […]. Por eso Tulio (Rhet. 1. 2 c. 54: DD 1, 166) define la paciencia como la tolerancia voluntaria y continuada de cosas arduas y difíciles por un bien honesto y útil. Al decir arduas se refiere a la constancia en el bien; difíciles, para expresar la gravedad del mal, objeto propio de la paciencia; al añadir continuada, alude a la longanimidad en lo que tiene de común con la paciencia» (2 2 q 136 a 5 (IV, p. 378)).

«Solución. Hay que decir. Que, como ya explicamos (q.137 a.1.2), el mérito de la perseverancia consiste en no apartarse del bien a pesar de la prolongada tolerancia de situaciones difíciles y trabajosas. Lo directamente opuesto a esto es, según parece, el que uno se aparte con facilidad del bien por dificultades que no puede soportar. Esto constituye la esencia de la molicie, ya que muelle o blando se llama a lo que cede fácilmente al tacto» (2 2 q 138 a 1 (IV, p. 384)).

«De la abundancia de la caridad se saca paciencia para tolerar las adversidades» (respuesta a la objeción tercera de la cuestión 184: 2 2 q 184 a 1 (IV, p. 669)).

Director de «Nueva Revista», doctor en Periodismo (Universidad de Navarra) y licenciado en Ciencias Físicas (Universidad Complutense de Madrid). Ha sido corresponsal de «ABC» y director de Comunicación del Ministerio de Educación y Cultura.