Por el cambio
A finales de 1975 la mayoría de los diarios se mostraban favorables al cambio político y, salvo contadas excepciones como El Alcázar, la revista Fuerza Nueva y algunos periódicos del Movimiento, que mantuvieron una posición continuista, la prensa, en general, se inclinó por posturas reformistas. Tampoco hubo periódicos que apoyaran una opción política rupturista, tan solo en Barcelona Mundo Diario fue de los primeros medios en tildar el franquismo de «régimen fascista».
Ahora bien, gran parte de las empresas periodísticas procedían de la etapa anterior, por lo que tuvieron que adaptarse al nuevo escenario político, excepto los recién creados que nacían para dar respuesta a una demanda social. Para algunos periódicos el paso de una etapa a otra supuso un giro en la línea editorial, para otros se trataba de encontrar una nueva identidad, entre los primeros se encontraban las cabeceras tradicionales, La Vanguardia y ABC; entre los segundos, la Prensa del Movimiento. Luego estaba la Editorial Católica, que no tuvo dificultades de adaptación, pues desde 1973 en las páginas de Ya venían apostando por una reforma política.
Aunque a la muerte de Franco se intuía la salida democrática, sin embargo existía cierta expectativa ante cómo se produciría el cambio. Quizás por ello, algunos periódicos que habían tenido connivencia con el régimen actuaron con cierta cautela y esperaron a ver cómo transcurrían los acontecimientos. Este es el caso de La Vanguardia, que tardó dos días en publicar un editorial, seguramente porque prefirió hacerlo sobre la jura del rey y no sobre la muerte del anterior jefe de Estado. Como explican Nogué y Barrera en su biografía sobre el diario barcelonés, La Vanguardia se adaptó al cambio político poco a poco, a causa de las diferencias entre propietario y director, que creaban cierta tensión en el seno de la empresa. Finalmente, gracias a la hábil gestión de su director, Horacio Sáenz Guerrero, el periódico evolucionó hacía la apertura democrática.
No sucedió lo mismo en ABC, que publicó un editorial muy elogioso para el fallecido y prosiguió con una postura continuista en el posfranquismo, de tal forma que su camino hacia la democracia sería más costoso que para otros colegas. Según Víctor Olmos, el principal obstáculo de ABC para asumir la democracia se debía a las diferencias de criterio en la familia propietaria. Al acceder a la dirección del periódico Torcuato Luca de Tena, se impuso la opción continuista y, si bien ABC acabó aceptando la reforma política que proponía Suárez, luego en las elecciones de 1977 apostaría por Coalición Popular, el sector más conservador del espectro político.
Muy distinto fue para Ya, que no necesitaba adaptarse, pues, como señala Antonio Alférez, hacía tiempo que el colectivo Tácito —un grupo integrado por jóvenes democratacristianos, que participarían años más tarde en la configuración del primer gobierno Suárez y en la formación de la coalición centrista UCD— había propiciado desde las páginas del diario el tránsito del franquismo a la democracia. Luego, su director, Fernández Pombo, condujo con acierto el periódico en aquellos difíciles años, buscando la concordia para superar la fractura que supuso la guerra civil.
Por lo que respecta a la antigua Prensa del Movimiento, la estructura de la cadena sobrevivió durante un tiempo a su fundador, pero no consiguió superar el proceso de la Transición: primero, porque su posición política era en unos casos ambigua y en otros anacrónica; segundo, por las pérdidas cuantiosas que venía acumulando desde los años setenta. Como indica Montabes en su libro La prensa del Estado durante la transición política española, los intentos de adaptarla a las nuevas condiciones de la sociedad fracasaron, y finalmente terminó por hundirse en el mismo pasado histórico que aquel.
Pero, sin duda serían los diarios de nueva creación El País y Diario 16 los que lideraron y se beneficiaron del cambio político al carecer del lastre del pasado. El País, gestado en los últimos años del franquismo por José Ortega Spottorno, hijo de Ortega y Gasset, salió a la calle en mayo de 1976 con una oportunidad histórica y como respuesta a una demanda social que le dio muy buena acogida. En su libro sobre «El País» y la transición política, Espantaleón señala que «sus páginas se convirtieron en el intelectual colectivo de las distintas fracciones de la burguesía española que deseaba dar una salida controlada al régimen franquista, una vez desaparecido el dictador».
Por lo que se refiere a Diario 16, su aparición durante la campaña del referéndum de la Ley para la Reforma Política, vinculó al periódico con el eslogan «Libertad sin ira» que popularizó el grupo Jarcha, con el que se pedía el sí para una reforma sin ruptura. Su papel en el cambio político —nació como sucesor del emblemático semanario Cambio 16— y su originalidad, creatividad e influencia hacen que se identifique al periódico con este periodo de la Transición.
Al igual que la prensa nacional, la prensa regional se incorporó con normalidad al proceso democrático y autonómico. En Andalucía, la cadena del Movimiento, que tenía una fuerte implantación al comienzo de la Transición, fue perdiendo intensidad conforme pasaban los años y la prensa privada —al incorporar nuevas temáticas, más acordes con los tiempos— acabó por imponerse.
La «conversión democrática» de la prensa valenciana fue desigual. El diario conservador Las Provincias partía con el aval de una moderada oposición al régimen en los últimos años del franquismo, por lo que ahora solo tenía que proseguir en esa línea hasta la plena aceptación de la democracia. Para Levante, en cambio, el objetivo era des-marcarse del pasado y buscar una nueva identidad ante la situación política creada. Algo similar ocurría en Murcia con La Verdad de la Editorial Católica y Línea de la Prensa del Movimiento. Como ocurriera en otras regiones, los diarios de EDICA no tuvieron problemas de adaptación en la Transición. Línea, en cambio, no llegó a encontrar su espacio en el nuevo escenario político.
En Navarra había dos diarios al comienzo de la Transición, Diario de Navarra y El Pensamiento Navarro, que representaban dos formas distintas de encarar la reforma política. Diario de Navarra estuvo claramente a favor del cambio. Como señala Sánchez Aranda, su director, José Javier Uranga, fue un apoyo para aquellas personas que defendían la transición democrática frente a los que deseaban el continuismo. El Pensamiento Navarro, en cambio, se opuso al proceso democrático y especialmente a la Constitución.
El Correo de Bilbao tuvo que variar sus principios editoriales para ajustarlos a la democracia parlamentaria instaurada por la Constitución. Según Sánchez Tabernero, El Correo cambió su principio fundacional —unión de las derechas— por otro de apoyo a los partidos que fomentaban la libre empresa. En resumen, la mayoría de los periódicos que apostaron por la democracia al comienzo de la Transición hubieron de emprender algunas reformas para asegurar su presencia en la futura sociedad democrática, aunque —eso sí— con desiguales resultados.
La prensa con el Rey
Otro aspecto en el que coincidieron los diarios fue en el trato exquisito a la persona del rey. En este punto, hubo un consenso periodístico, cuyo origen fue la situación creada tras la desaparición de Franco, para transmitir una imagen positiva de Juan Carlos I. Zugasti lo define como un pacto tácito de la prensa hacia el rey y la monarquía por encima del respeto obligado al jefe del Estado; en virtud del cual los periódicos evitaron comentarios y alusiones que pudieran erosionar su figura, por ejemplo su carencia de legitimidad dinástica hasta mayo de 1977.
Y es que don Juan Carlos representaba para muchos periódicos, en esos momentos, la mejor apuesta para la democracia. Conviene recordar que era el jefe de las Fuerzas Armadas y en torno a su figura se fue gestando el movimiento de opinión favorable al cambio. En este sentido decía la revista Destino: «El rey simboliza este futuro al cual el pueblo español aspira, en el cual cree la clase política del país y con el cual son muchos los que, por una u otra razón, desean pactar».
Quizás por ello, un sector de la prensa, en principio hostil al rey, tanto por la procedencia de su nombramiento como por la ideología del medio, sin embargo no se opuso a que liderara el proceso democrático. En estos periódicos se impuso el pragmatismo porque comprendieron que el rey había heredado un cúmulo de poder que le permitía conducir el cambio político en orden y estabilidad; además, sus primeros discursos apuntaban en esa dirección.
En efecto, la voluntad democrática del rey se visualizó por primera vez en su discurso ante las Cortes el día de su proclamación, acto que fue retransmitido en directo por TVE. Siete meses después, su discurso ante el Congreso norteamericano confirmaría que estaba dispuesto a pilotar el cambio. Desde ese momento, la prensa se convirtió en un apoyo para la joven monarquía con la única excepción de El Alcázar, contrario a cualquier medida que supusiese el desmantelamiento del franquismo.
La reforma, adelante
Los periódicos recibieron con sorpresa y cierto escepticismo el nombramiento de Suárez, al parecer su pasado falangista suscitaba recelo entre los periodistas. Sin embargo, un año después la prensa había cambiado de opinión, al comprobar que las reformas se iban cumpliendo.
Aprobada la Reforma Política en las Cortes, el interés informativo recaía en el referéndum, que despertaba expectación e incertidumbre por la falta de hábito democrático y por las suspicacias de la oposición.
Durante la campaña que precedió al referéndum los periódicos manifestaron su postura favorable al sí que proponía el gobierno y pocos fueron los que se mostraban partidarios de la abstención que defendía la oposición. Algunos diarios madrileños que habían acogido con escepticismo el nombramiento de Suárez, se mostraban ahora de acuerdo con el referéndum convocado por él. La mayoría de los matutinos de la capital se decantaban por el voto afirmativo, si bien con matices. Para ABC, con lectores muy de derecha, el «no» era un paso atrás, entrar en un callejón sin salida; mientras que para Arriba, un diario gubernamental perteneciente a Medios de Comunicación del Estado, el «sí» era necesario, y para Ya constituía la única posición coherente. Para El País, con muchos lectores de izquierda, la postura no era fácil y resolvió la cuestión con una solución salomónica: aquellos en los que predomine la ideología, que se abstengan, mientras que aquellos más pragmáticos deberán votar sí.
El hecho de que el lanzamiento de Diario 16, cuya promoción fue un éxito, coincidiera con el referéndum resultó positivo para el gobierno. La campaña publicitaria reflejaba muy bien el momento político, y su mensaje central de una reforma sin ruptura, sin duda, benefició al presidente Suárez.
El referéndum para la Reforma Política contó con un formidable aparato propagandístico. Se publicaron cerca de tres millones de carteles, se contrataron 3.000 vallas, difundieron 700 cuñas radiofónicas, se pasaron 200 spots en Televisión Española y se contrataron espacios en casi 150 publicaciones, entre prensa diaria y revistas. En total se gastaron en la campaña cerca de 1.200 millones de pesetas.
Para la ocasión se erigió en el Palacio de Exposiciones y Congresos un centro de información y prensa dotado de gran despliegue tecnológico al servicio de 280 corresponsales extranjeros, 221 corresponsales nacionales y 343 a radiotelevisión.
«Por la unidad de todos»
Con todo, la principal contribución de la prensa a la democratización del país fue mantenerse cohesionada en momentos delicados del proceso como los ataques terroristas, la legalización del Partido Comunista o la matanza de la calle de Atocha. En aquellas situaciones se tomaron decisiones comunes en las principales redacciones y en varias ocasiones los periódicos publicaron editoriales conjuntos de condena a ETA y a grupos de ultraderecha.
A pesar del consenso mayoritario que provocaba la implantación de la democracia, hubo sectores minoritarios, tanto de la izquierda radical y separatista como de la extrema derecha involucionista, que buscaban por todos los medios desestabilizar el proceso. Durante la «semana negra», entre el 23 y 28 de enero de 1977, se vivieron momentos de gran tensión, cuando fueron asesinadas en Madrid cinco personas vinculadas al Partido Comunista. Mientras tanto el GRAPO secuestraba al teniente general Villaescusa y asesinaba a cuatro miembros de las fuerzas de seguridad.
Con este motivo los diarios españoles publicaron el día 25 un editorial conjunto, titulado «Por la unidad de todos», en el que pedían la unión de los ciudadanos frente al terrorismo. El temor a un retroceso en el camino hacia la democracia, forjó un frente cohesionado de políticos y periodistas. Unos y otros, conscientes de su responsabilidad histórica, colaboraron en el proyecto común en el que estaban embarcados.
Pero no sería este el único editorial conjunto de la prensa. El aplomo mostrado por el Partido Comunista después de la matanza de Atocha facilitó el camino para su legalización; no obstante, había incertidumbre por la reacción de los sectores más conservadores. En abril, el gobierno procedió a su legalización aprovechando las vacaciones de Semana Santa, pero a pesar de ello la decisión gubernamental provocó protestas y manifestaciones. Los periódicos adoptaron diferentes posturas: mientras ABC y El Alcázar criticaban la decisión del gobierno, Ya, El País, Diario 16 y Pueblo la apoyaron. La prensa regional reaccionó de forma similar, aunque hubo algunas matizaciones. Por ejemplo, El Correo Español-El Pueblo Vasco aceptó la legalización del PC alegando razones jurídicas y conveniencia política, pero a renglón seguido manifestaba dudas ante el talante democrático del Partido Comunista.
De nuevo, la prensa de Madrid dio un respaldo impagable a la Transición con la publicación de un editorial conjunto en el que participaron la práctica totalidad de los diarios madrileños, con la excepción de ABC, que no quiso adherirse, y El Alcázar, que no fue invitado por razones obvias. El 16 de abril de 1977 aparecía «No frustrar una esperanza» en Arriba, Diario 16, El País, Pueblo, Ya e Informaciones, con la clara intención de apuntalar la democracia.
Un año después, en vísperas del referéndum constitucional, los periódicos publicarían un tercer editorial conjunto en la misma línea que los anteriores. La imagen de unidad que transmitió la prensa a la opinión pública durante el proceso constituyente resultaría muy beneficiosa.
Concordia, reconciliación
Durante la Transición surgen en las páginas de los periódicos términos alusivos a los nuevos valores democráticos, a los que los españoles no estaban acostumbrados y que hacen referencia a los derechos individuales y a las libertades públicas. A partir de entonces son frecuentes palabras como amnistía, autonomía, elecciones, pluralismo, partidos políticos, libertad, derechos humanos, todas ellas para subrayar los fundamentos sobre los que debía sustentarse el nuevo sistema político.
En este aspecto, como han puesto de relieve Barrera y Sánchez Aranda en su análisis de la amnistía de 1977, cabe destacar la correlación entre los mensajes de los periódicos y las posiciones de los partidos. Diario 16 fue el más batallador en este asunto, y reconciliación la palabra más frecuente con la que la prensa expresaba el significado de la amnistía, que no era otro que la superación de las dos Españas enfrentadas en la guerra civil.
Junto a los valores democráticos surgió otro grupo de conceptos, correspondientes a la misma área semántica, que tenían como objetivo encauzar pacíficamente el camino hacia la democracia. De este modo, concordia y reconciliación se convirtieron en los términos más repetidos por los periódicos durante la Transición, quizás porque eran las palabras claves que marcaron la hoja de ruta iniciada por el rey en sus primeros mensajes a la nación. Siguiendo esta pauta aparecieron con asiduidad en las páginas de los periódicos una serie de palabras con idéntica connotación: consenso, pacto, convivencia, negociación, diálogo…; así como algunas relacionadas con las anteriores, que pedían moderación, responsabilidad, unidad, serenidad y orden.
Tampoco faltaron referencias a un pasado reciente —aún en la memoria de muchos españoles—, que cada periódico interpretaba de acuerdo con su ideología. Durante la campaña de las primeras elecciones democráticas era frecuente encontrar en los editoriales de algunos periódicos de derecha alusiones a la república, guerra civil, paz, franquismo, que deben situarse en el contexto de una campaña electoral, en la que estuvo presente el fantasma de la guerra civil.