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Andrea Riccardi es un personaje polifacético: fundador de la Comunidad Sant´Egidio, exministro de Italia, historiador, implicado en labores humanitarias de resonancia internacional desde hace décadas y católico de amplia proyección pública como tal. En esta obra -cuyo título parte del incendio de la catedral de París en 2019, hecho que proyecta como imagen de la situación general de la Iglesia- Ricardi reflexiona sobre la Iglesia actual analizando el pontificado de Juan Pablo II, de Benedicto XVI y de Francisco.

La Iglesia arde. Arpa. 2022. 278 págs. 19,90 € (papel) / 12,3 € (digital)

El autor parte de la considerable reducción del número de católicos practicantes y de sacerdotes en toda Europa, sostenida en el tiempo; y de, a la vez, la disminución de la militancia anticristiana beligerante, así como del hecho de que perviven entre nosotros valores profundamente cristianos como el respeto a la persona que puso de manifiesto la crisis del Covid 19. Su repaso se detiene con especial detalle en Francia (págs. 30 a 44), Italia (págs. 45 a 53), España (págs. 53 a 61) y Alemania (págs. 61 a 66).

Riccardi analiza el «epicentro de la crisis» que ubica en la revolución antropológica de mayo de 1968, «la revolución más radical que la historia haya visto jamás en lo que a costumbres y ética sexual se refiere»  

En el capítulo segundo estudia las presuntas soluciones intentadas en el pasado a la crisis del catolicismo; soluciones que denomina nacionalcatolicismo (ejemplos de Hungría y Polonia) y democracia cristiana (alemana e italiana) para constatar que han fracasado; y la apuesta por la evangelización del Vaticano II que tras setenta años «no ha frenado ni invertido la crisis» (pág. 100).

El capítulo tercero (págs. 103 a 141) es, en mi opinión, el más clarividente del libro; en él Riccardi analiza el «epicentro de la crisis» que ubica en la revolución antropológica de mayo de 1968, «la revolución más radical que la historia haya visto jamás en lo que a costumbres y ética sexual se refiere»  cuyo centro es un feroz individualismo (pág. 116) que en la Iglesia generó una contestación al Magisterio en materia de sexualidad y contracepción, la crisis del sacramento de la confesión y su conexión con la eucaristía y la conversión del concepto subjetivo de cada uno en criterio de fe y moral: «el yo es el centro, sin maestros» (pág. 122). A partir de esa crisis del 68, se rompe la cadena de transmisión entre generaciones, los experimentos pastorales de clérigos jóvenes desarraigados de la tradición y la progresiva ruptura entre Iglesia y sociedad. (págs. 124 a 141).

Los capítulos 5 y 6 se dedican a los tres últimos papas con un reconocimiento de la excepcional personalidad y liderazgo de Juan Pablo II (págs. 143 a 162) cuyo pontificado se presenta bajo la duda de si fue «una ilusión o una excepción en el declive del cristianismo entre los siglos XX y XXI«las dudas sobre el pontificado de Benedicto XVI (págs. 163 a 169) que el autor no aprecia mucho y cuya renuncia al ministerio petrino presenta Riccardi con claro sentido crítico pero respetuoso en las formas (respeto que se pierde en un comentario cruel sobre Benedicto en la pág. 209).

A partir de la pág. 169 el autor analiza la novedad de Francisco: un papado que se desprende de la sombra de una Europa decadente para hacerse más universal, que abandona la batalla sobre las raíces cristianas de Europa y apuesta por un pueblo que evangeliza frente a la apuesta de Ratzinger por las minorías creativas, y se caracteriza por un gobierno muy personal empeñado en iniciar procesos más que en proyectos y resultados y por la cercanía a los pobres

En la parte final del libro Riccardi se refiere con cierto detalle a la crisis de las vocaciones sacerdotales y de la estructura territorial de las parroquias como base de la pastoral de la Iglesia y a los nuevos movimientos de las poblaciones (migrantes y refugiados). Manifiesta una razonable preocupación por una Iglesia incapaz de garantizar la eucaristía a los fieles por falta de curas y pone de manifiesto cómo la estructura territorializada de la pastoral ya no se corresponde con la movilidad de las modernas poblaciones urbanas.

Me ha sorprendido la simpatía de Riccardi por la solución fácil de admitir el sacerdocio de casados para afrontar la disminución de sacerdotes y me ha gustado su apuesta final (pág. 238) por «la esperanza que viene del Evangelio»aunque quizá no haya mucha coherencia entre aquella y ésta.

Este libro de Andrea Riccardi es una interesante mirada a la actual crisis de la Iglesia, pero tiene una limitación conceptual muy italiana -o quizá, romana a secas-: concentrar la mirada en las estructuras eclesiásticas y obviar la consideración de los fenómenos pastorales que el Espíritu Santo viene suscitando en la Iglesia en el último siglo; y que ya están aportando soluciones fértiles y en clara coherencia con la tradición y el Vaticano II a muchos de los problemas que a Riccardi le preocupan. En todo caso es un libro que aporta luces y análisis dignos de consideración.

Jurista. Exsecretario de Estado y expresidente del Foro de la Familia.