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Loyola de Palacio ocupó el cargo de vicepresidenta de la Comisión Europea y responsable de las áreas de Transportes, Energía y Relaciones con el Parlamento Europeo entre 1999 y 2004. Política de raza y valiente, su legado es una Europa de la energía, competitiva y de calidad al servicio de los ciudadanos. Precursora en el entendimiento de la dimensión estratégica de la energía, su Libro Verde de 2000 lanza una estrategia europea posteriormente articulada en un monumental acervo legislativo para Europa, en torno a tres ejes:

– Medidas para salvaguardar el suministro de energía en Europa. Lanzó el diálogo de la energía con Rusia en 2000 y logró fomentar la integración de los países vecinos en una comunidad energética.

– La competitividad de la industria europea. Mediante el acuerdo histórico de liberalización de los mercados eléctricos y del gas en la UE en 2002, estableció los cimientos de un mercado energético verdaderamente interior que condujo a una competición sana entre operadores, respetando al mismo tiempo las exigencias del ámbito del servicio público.

– Fomento de medidas medioambientales y de la energía eficaz. Su ambicioso plan para aumentar la eficacia de la energía cobró forma en la propuesta europea de eficacia energética para edificios que se adoptó en 2002.

Entre sus numerosas propuestas destaca la primera directiva de la historia de la UE sobre energías renovables

Entre sus numerosas propuestas innovadoras también se cuentan las relacionadas con combustibles biológicos (adoptada en 2003), la de cogeneración (adoptada en 2004) y la primera directiva de la historia de la UE sobre energías renovables (adoptada en 2001). También introdujo el debate acerca del papel de la energía nuclear en el marco de la reducción de emisiones de CO2.

Loyola se adelantó a su tiempo en lo que hoy es conocido por todos, es decir, que la energía representa uno de los desafíos más cruciales que afronta la Unión Europea en la actualidad; un desafío relativo a la integración, así como a la proyección de la UE en el mundo.loyola.png

La energía cada vez depende más de proveedores externos, y los problemas de la seguridad de suministro y la incertidumbre de precios están convirtiéndose en elementos importantes de las políticas europeas. Tuve el privilegio de conversar a menudo con Loyola sobre el papel:  fue capaz de prever lo que hoy es conocido por todos, es decir, que la energía representa uno de los desafíos más cruciales que afronta la Unión Europea en la actualidad; un desafío relativo a la integración, así como a la proyección de la UE en el mundo. fundamental de la energía como impulsora de la unificación europea desde la comunidad de carbón y acero y EURATOM. Medio siglo después, en este momento crucial, la energía vuelve a revelarse como asunto vital de la Europa ampliada, y -me atrevería a decir- el tema principal en torno al cual podemos construir la «Solidarité de faits» que sirvió de cimiento a nuestra estructura actual.

El paradigma de la energía está experimentando cambios profundos que no alcanzamos a apreciar en su verdadera magnitud. Además de la emergencia de nuevas soluciones tecnológicas para energías renovables y eficaces, se están poniendo a punto nuevos instrumentos políticos de una importancia tan crucial como la que reviste la tecnología: los métodos orientados al mercado están extendiéndose rápidamente, pero tienen que tener en cuenta el factor externo, la aceptación pública, la sostenibilidad y otros parámetros de largo plazo, y al mismo tiempo deben preparar el camino para una competencia real y operativa.

Lo que es más, las amenazas cada vez más significativas a la seguridad de suministro exigen no sólo nuevas tecnologías y soluciones institucionales, sino también nuevas dimensiones en las relaciones entre países vecinos, así como, de manera general, en la proyección de la Unión Europea en el mundo.

Existe una dimensión clave adicional, que con frecuencia tuve la oportunidad de analizar con Loyola durante los meses en que estuvo en los Estados Unidos. Se trata del papel de la energía en el desarrollo. Teniendo en cuenta mi cargo en el Banco Mundial, nuestras conversaciones generaron debates estimulantes sobre este asunto de gran interés mutuo.

Vivimos en un mundo complejo e interdependiente y los ciudadanos han tomado conciencia rápidamente de las implicaciones que esta realidad tiene en su vida. La aparición de este nuevo foco de interés ha convertido el desarrollo en un tema candente para la opinión pública.

En los últimos veinticinco años, aproximadamente quinientas mil personas han salido de la pobreza en el mundo entero. Gran parte de ese progreso está motivado por el rápido crecimiento económico de los grandes economías emergentes: China e India. Tal crecimiento hubiera sido imposible sin un aumento en el consumo de energía en estos países, y este fenómeno indudablemente debe seguir produciéndose para que las personas sumidas en la pobreza puedan optar por un futuro más esperanzador.

En la actualidad, hay mil seiscientos millones de personas en el mundo entero que no tienen acceso a la electricidad. En zonas rurales del mundo en desarrollo, especialmente en el sur de Asia y en el África subsahariana, hasta cuatro de cada cinco personas viven sin electricidad. Por este motivo, la demanda de energía en el mundo en desarrollo ésta aumentando exponencialmente. La comunidad internacional tiene que estar preparada para responder a esta demanda creciente generando menos emisiones de carbono.

Teniendo esto en cuenta, ya no percibiremos la reducción de las emisiones como una tarea costosa que sólo sirve para aligerar la carga del cambio climático, sino que también la consideraremos como una oportunidad de generar fondos para invertir en un camino energético diferente, que no solamente utilice menos carbono sino que diversifique las fuentes de energía del mundo, preserve los bosques y facilite el abandono a largo plazo de los combustibles fósiles limitados y la adopción progresiva de las energías renovables y las innovaciones tecnológicas.

Esta es la oportunidad que nos aguarda, y requiere un marco regulador adecuado en el que los países ricos marquen la pauta apoyando a los países en desarrollo a cambio de su aportación para lograr un crecimiento mundial más verde y más inteligente; se trata de una oportunidad que otorga Vivimos en un mundo complejo e interdependiente y los ciudadanos han tomado conciencia rápidamente de las implicaciones que esta realidad tiene en su vida. La aparición de este nuevo foco de interés ha convertido el desarrollo en un tema candente para la opinión pública. certidumbre y estimula la investigación y el desarrollo en las tecnologías generativas; un marco que permita que los mercados del carbono prosperen y aporten flujos financieros a los países en desarrollo, unos flujos que podrían representar hasta cien mil millones de dólares de aquí a unas décadas.loyola_2.png

Tendremos que generar recursos significativos para ayudar a los países en desarrollo a crecer y al mismo tiempo reducir las repercusiones de este crecimiento en el medio ambiente. Teniendo en cuenta estas elevadas exigencias, se debe hacer más para aprovechar la financiación del sector privado, tanto para salvar la brecha como para impulsar la innovación. En el Grupo del Banco Mundial (GBM) marcamos cuatro ámbitos de acción:

1. Invertir en eficacia y conservación, porque a pesar de lo mucho que procuremos diversificar, resulta evidente que la mayoría de países en desarrollo tendrán que apoyarse en gran medida en combustibles basados en carbono en el futuro inmediato y durante mucho tiempo. En consecuencia, el GBM centra su atención en oportunidades para mejorar la eficacia y la conservación en el uso de combustibles fósiles.

A medida que las economías emergentes como Brasil, China e India crecen con rapidez, el GBM trabaja con estos países para desarrollar estrategias y planes de financiación que permitan reducir sus emisiones de carbono.

El GBM también fomenta los Green Investment Schemes (Planes verdes de inversión), los cuales enlazan los ingresos del comercio de derechos de emisión con inversiones en instrumentos para reducir las emisiones de carbono en Bulgaria, Letonia y Ucrania, y ahora estamos comenzando también en Rusia. Si logramos poner a Europa central y oriental al nivel de eficacia energética ya alcanzado en Europa occidental, se abrirá todo un mundo de oportunidades. Pero para ello, resulta crucial una colaboración sólida con el sector privado.

Para proyectar esta labor a gran escala necesitaremos contar con instrumentos financieros innovadores, como garantías y otros elementos que permitan acceder al sector privado y responder a las necesidades específicas de los países en desarrollo que son nuestros socios. Nuestro trabajo con los fondos de emisiones será un componente importante de esta labor.

En la actualidad, el GBM maneja cerca de dos mil millones de dólares divididos en nueve fondos de comercio de emisiones, de los cuales ya están asignados mil cuatrocientos millones. Estos fondos se destinarán a inversiones destinadas a reducir las emisiones, desde la destrucción de gases industriales hasta la captura de metano en vertederos. Estas inversiones también tienen por objeto aumentar la eficacia energética en la producción siderúrgica, la cogeneración de biogases, las energías renovables, el cambio de uso de la tierra y la lucha contra la deforestación.

Por otra parte, con la asesoría de gobiernos y de participantes del sector privado en estos fondos, el Banco está diseñando unas instalaciones dedicadas a fondos de emisiones que se encargarían de recompensar monetariamente las reducciones de emisiones más allá del periodo regulador del Protocolo de Kioto.

2. Aumentar la inversión en las energías renovables y su accesibilidad. Sabemos que no existe ninguna receta mágica, pero una vez más constatamos que el sector privado es la clave del progreso y la innovación.

La energía eólica, la solar, la geotérmica, la hidráulica y la biológica son piezas de esta vía de diversificación de la energía. Estas tecnologías son capaces de llegar hasta zonas donde no procede construir y mantener una red eléctrica centralizada. El GBM está promoviendo el uso de energía geotérmica en Kenia, así como pequeñas instalaciones de energía hidráulica en zonas rurales de Uganda. En Nepal está apoyando un programa de biogases para evitar la quema de madera para cocinar en zonas rurales, lo cual reduce la polución en los hogares, así como las emisiones de carbono. Estamos preparando la comercialización de pilas de combustible en zonas remotas de África, mientras que en India, Kenia y Marruecos fomentamos el uso de paneles solares para generar electricidad. En GuineaBissau ya está en marcha un proyecto del GBM para generar electricidad utilizando cáscaras de anacardos, lo cual favorecerá el sector de producción de estos frutos secos. Dicho sector representa dos tercios del producto interior bruto de este pequeño país.

En 1992, las energías renovables representaban solamente un 0,1% la capacidad total de generación de energía de India. El GBM ha apoyado a India aportando créditos por valor de ciento ocho millones de dólares y recaudando doscientos millones de dólares del sector privado para fomentar la energía renovable y apoyar a las instituciones competentes. Para 2002, la proporción de energía renovable de India había alcanzado el 3%. Aunque sigue siendo un porcentaje pequeño, ya es treinta veces mayor que el de hace diez años. A mayor escala, las tecnologías de segunda generación son muy prometedoras y tenemos previsto apoyar programas sólidos de I+D.

3. La preservación de los bosques. Sabemos que alrededor de un 20% de las emisiones de gases de efecto invernadero se deben a una gestión deficiente de las tierras y en especial a la deforestación. Esto no sólo representa una amenaza para el clima mundial, sino que destruye la fauna y flora y erosiona la riqueza natural del planeta.

En colaboración con nuestros socios oficiales así como no gubernamentales, estamos desarrollando un centro piloto de carbono forestal que apoyará a los países en la lucha contra la deforestación y a obtener fondos de emisiones de carbono. El fondo piloto que se propone prepararía el terreno para un futuro mercado de carbono a gran escala. Desarrollaría la capacidad de los países de beneficiarse del futuro mercado de carbono y manejaría los pagos por el rendimiento en la lucha contra la deforestación y en la mejora de la gestión de recursos naturales, en particular la gestión forestal.

4. En cuarto lugar, en lo relativo a la adaptación, estamos trabajando con nuestros países socios para ayudarles a adaptarse a ciertas repercusiones negativas del cambio climático.

Se trata de un problema grave para los países en desarrollo, especialmente para las personas más pobres de estos países, que a menudo son las que más sufren por las alteraciones del tiempo y graves inclemencias como inundaciones, sequías, olas de calor y subidas del nivel del mar. Suelen estar indefensos ante estos fenómenos, ya que incluso en condiciones normales viven al borde del precipicio.

Por último, permítanme concluir citando la última transcripción no publicada de un borrador de discurso de Loyola que se disponía a pronunciar en una conferencia y que resume su visión:

La interdependencia energética ya es una realidad mundial.

La seguridad energética no puede alcanzarse sino mediante la cooperación internacional y la armonización de mercados, puesto que ningún poder estatal ni regional es capaz de garantizar la seguridad de suministro por sí solo. La sostenibilidad energética es uno de los principales desafíos de las relaciones internacionales en vista del impacto ambiental mundial.

La Unión Europea tiene un papel primordial que desempeñar.