Martin Wolf. Editor jefe de Economía del Financial Times, está considerado uno de los periodistas económicos más influyentes de la escena internacional. Ha sido profesor visitante en las universidades de Oxford y Nottingham, miembro del Foro Económico Mundial en Davos y miembro de la Comisión Vickers del Reino Unido sobre la banca.
Avance
En este libro, Wolf invita a reflexionar sobre por qué el matrimonio entre democracia y capitalismo se diluye y se pregunta qué podemos hacer para solucionarlo. Muestra su convicción de que «ambos se necesitan mutuamente» y este es el eje central de la obra. El autor utiliza una provocativa metáfora: la colaboración entre democracia y capitalismo es posible que sea un matrimonio mal avenido, pero de alguna manera necesario: se podría decir que es un matrimonio de conveniencia.
A la hora de rastrear las causas que han conducido a la situación Wolf señala a los fracasos económicos que han erosionado la democracia: crecimiento lento, desigualdad creciente, pérdida de buenos empleos… Un cóctel que ha favorecido la aparición y el auge del autoritarismo posdemocrático, también llamado populismo. A este fenómeno se suman los grandes promotores de las tecnológicas, a los que el autor denomina «nuevos rentistas», dueños y señores de un mundo digital de costes marginales cero que utilizan plataformas tecnológicas, redes sociales y los grandes datos para dominar los mercados globales. Y resume: «un pequeño número de ganadores que ostentan fuertes posiciones de monopolio parecen capaces de moldear tanto el presente como el futuro». En el pensamiento de Wolf, los principales villanos son los gigantes digitales.
A la hora de apuntar posibles soluciones, Wolf echa la vista atrás: hay precedentes brillantes en los que apoyarse para llevar a cabo la necesaria renovación del capitalismo democrático. Aparecen nombres como Winston Churchill, Franklin Delano Roosevelt, William Beveridge y la posibilidad de un nuevo New Deal para mejorar la vida de la gente. Se trata de un ambicioso programa de políticas sociales (nivel de vida creciente, ampliamente compartido y sostenible; buenos empleos; igualdad de oportunidades; seguridad y fin de los privilegios) que, al mismo tiempo, se debe complementar con una ortodoxia liberal: estabilidad macroeconómica, innovación, inversión y libre comercio.
Hacia el final, Wolf rescata la famosa cita de Churchill: «(…) la democracia es la peor forma de gobierno con la excepción de las otras formas que de vez en cuando se han intentado» porque a la hora de intentar renovar la democracia lo primero que hay que hacer es valorarla, cuidarla y no darla por supuesto. Puede parecer una obviedad y no lo es dado que un porcentaje considerable de la población desconoce la historia, sólo ha vivido en democracia y tiene un alto nivel de insatisfacción por la falta de oportunidades laborales, de acceso a la vivienda o a otros bienes. En este sentido no está de más establecer una comparación de los males actuales con los de la primera mitad del anterior siglo. Alemania perdió dos guerras, millones de hombres, un imperio, una moneda… Es cierto que, en las primeras décadas del siglo XXI, el mundo rico ha sufrido tres crisis económicas globales: la financiera, la del confinamiento y la de la energía. Pero las ha afrontado con una política económica y unas redes de seguridad social mucho mejores que las de los años treinta del siglo pasado. Con todo, la crisis financiera mundial de 2008 produjo un shock y un caldo de cultivo para los partidos populistas.
Junto con la restauración de la democracia, el autor aboga por restaurar la ciudadanía también. Occidente debe renovarse, asumiendo, de forma más decidida cambios clave de estas últimas décadas como son los relativos al calentamiento global, las tecnologías de la información o el nuevo papel de la mujer y pide a las democracias que se legitimen con una prosperidad económica ampliamente compartida y con una mayor implicación de los ciudadanos en la política.
Artículo
Si un viajero se acerca al templo de Apolo en Delfos, encontrará esta sentencia: «Nada en exceso». Esta frase, sabia y sencilla, es el comienzo del libro que reseñamos.
Martin Wolf [1], es una de las voces más autorizadas en el análisis económico internacional. En este libro propone restablecer el equilibrio tanto en el sistema político democrático como en la economía de mercado y, para ello, defiende que hay que ir a contracorriente de los grandes poderes económicos. Explica que «la recuperación de las democracias liberales —si aún es posible— requeriría un esfuerzo colosal por parte del Estado» y que, para ello, «habrá que pagar muchos más impuestos para financiar más educación, más sanidad y más servicios públicos, verdaderas palancas de igualación para la ciudadanía».
En este libro, Wolf invita a reflexionar sobre por qué el matrimonio entre democracia y capitalismo se diluye y se pregunta qué debemos hacer para solucionarlo. Muestra su convicción de que «ambos se necesitan mutuamente» y este es el eje central de la obra. Wolf no duda en confesar que sus opiniones «han cambiado a medida que el mundo ha ido avanzando». Sin embargo, aclara que no pide disculpas por esto. Defiende que «aquellos que no cambian de opinión a lo largo de su vida no dedican tiempo a pensar». Sin embargo, asegura que sus valores «no se han alterado».
En las primeras páginas de La crisis del capitalismo democrático, Wolf incluye un prefacio en el que explica, en su primera sección, el porqué de este libro. Afirma que se considera una persona pesimista y a la que no le gusta la evolución que está teniendo nuestro mundo. Muestra como en el siglo XX, la Humanidad se salvó por poco de dictadores terribles (Adolf Hitler, Mao Zedong, Josef Stalin, Pol Pot, Kim Il Sung, Fidel Castro, etc.) y le preocupa que en el siglo XXI no podamos evitar los excesos de nuevos dictadores, quizás no tan monstruosos, pero que pueden causar un grave daño a la democracia y a la economía. Xi Jinping, Vladímir Putin, Donald Trump, Jair Bolsonaro, Recep Tayip Erdogán, Víktor Orbán, etc. son algunos ejemplos de quienes están en el poder o aspiran a volver al Gobierno en sus respectivos países.
Wolf resume su inquietud en esta frase: «La salud de nuestras sociedades depende de que se mantenga un delicado equilibrio entre lo económico y lo político, lo individual y lo colectivo, lo nacional y lo global» (pág. 17). Nada en exceso como señala al comienzo del libro.
En otro apartado del prefacio incluye una referencia al ensayo ¿El fin de la historia?, de Francis Fukuyama, publicado en 1989. Para Wolf hoy parece ingenuo y precipitado el pronóstico de Fukuyama de que se habían acabado las ideologías y que la democracia y la economía de mercado habrían triunfado, definitivamente, sobre sus adversarios. En opinión de Wolf, la democracia es hoy más débil que en los años 90.
Capitalismo y democracia, matrimonio de conveniencia
Tras este prefacio, el libro se divide en cuatro partes. La primera parte lleva por título «Sobre el capitalismo y la democracia». Hay una primera sección con un rótulo muy gráfico «Gemelos simbióticos: política y economía en la historia de la humanidad», lo que es ya una declaración de intenciones. Se pone de manifiesto que Wolf es un liberal que cree en lo colectivo y llega a afirmar que «el capitalismo no puede sobrevivir a largo plazo sin un sistema político democrático, y la democracia no puede sobrevivir a largo plazo sin una economía de mercado» (pág. 35).
El autor utiliza una provocativa metáfora: la colaboración entre democracia y capitalismo es un matrimonio mal avenido, pero que, al mismo tiempo, se podría decir que es un matrimonio de conveniencia. La excesiva concentración de poder económico en pocas manos (plutocracia) es un riesgo para la democracia. Si no hay oportunidades económicas los ciudadanos pueden caer en manos del populismo, tanto de derechas como de izquierdas.
El capitalismo y la democracia necesitan, por tanto, una cierta igualdad para coexistir. «Como señalaron Platón y Aristóteles, una gran desigualdad entra en conflicto con las premisas igualitarias del gobierno democrático. Esto convierte a la plutocracia —un sistema que no gustaba a ninguno de estos filósofos— en una amenaza para la democracia» (pág. 61).
La segunda sección de la primera parte se titula «La evolución del capitalismo democrático». Aquí Wolf repasa la historia de la democracia liberal y del capitalismo y habla también de la globalización. Su conclusión es clara: la democracia y el capitalismo han cambiado mucho en los dos últimos siglos. El derecho al voto se ha ampliado, y el capitalismo se ha hecho más complejo. «La interacción entre los gobiernos democráticos y el capitalismo de mercado ha dado forma a ambos» (pág. 104). Por otro lado, el capitalismo se ha hecho global, aprovechando la caída en los costes del trasporte y las comunicaciones. Además, el auge del capitalismo ha coincidido con las etapas de más democratización en el mundo.
Pero, quizás, lo más interesante e inquietante es el párrafo final de esta sección, que refleja su pesimismo sobre el futuro con la siguiente reflexión: «La situación actual de la democracia liberal occidental es muy preocupante. Ello se debe en parte a los fracasos económicos: crecimiento lento, desigualdad creciente, pérdida de buenos empleos. Una vez más, la democracia liberal y el capitalismo global deben salvarse juntos (pág. 105)».
Populismo y «capitalismo rentista»
La segunda parte se titula «Lo que falló». Empieza con un capítulo que tiene un rótulo llamativo, «Es la economía, estúpido» (famosa frase de la campaña de Bill Clinton en su campaña presidencial de 1992). Según Wolf, habría que buscar, precisamente, en la economía la crisis de legitimidad que tienen los regímenes democráticos occidentales. En efecto, el estatus social, las condiciones de vida de amplias capas de la población han empeorado y eso explica el autoritarismo posdemocrático, también llamado populismo. También explica la victoria de Donald Trump en 2016, ya que «las cosas habían ido mal para demasiadas personas durante demasiado tiempo como para que esa confianza fuera creíble. A falta de confianza en una revolución progresista, había llegado la política de la nostalgia reaccionaria». (pág. 150)
La segunda sección se titula «El auge del capitalismo rentista». Además de la desigualdad, de la falta de oportunidades económicas para muchos, otra causa del malestar actual es lo que Wolf llama el «capitalismo rentista». Es decir, el hecho de que «una proporción relativamente pequeña de la población ha logrado captar rentas de la economía y utiliza los recursos que ha adquirido para controlar los sistemas políticos e incluso jurídicos, sobre todo en Estados Unidos, el abanderado más importante de la democracia en el mundo» (pág. 213).
¿Por qué ha sucedido esto? por «la combinación de las nuevas tecnologías con la ideología del laissez-faire que ha acelerado la aparición de una plutocracia dedicada a aumentar su riqueza y su poder y de nuevas tecnologías con un potencial destructivo extraordinario». Estos promotores de las nuevas tecnologías los denomina rentistas [2]. Un mundo digital de costes marginales cero que utilizan plataformas tecnológicas, redes sociales y los grandes datos para dominar los mercados globales. En resumen, un pequeño número de ganadores que ostentan fuertes posiciones de monopolio parecen capaces de moldear tanto el presente como el futuro. El resultado, según el autor, es que «los mercados estadounidenses se han vuelto menos competitivos; la concentración es alta en muchas industrias, los líderes están atrincherados y sus tasas de beneficios son excesivas. Esta falta de competencia ha perjudicado a los consumidores y trabajadores estadounidenses: ha provocado precios más altos, una menor inversión y un menor crecimiento de la productividad».
En el pensamiento de Wolf, los principales villanos son los gigantes digitales: «los beneficios de las grandes empresas tecnológicas —escribe— Amazon, Apple, Google, Facebook y Microsoft se deben en gran medida a la renta de monopolio [3]». A las que se podrían añadir, X, Instagram, Alibaba, Tik Tok y WhatsApp [4].
La Segunda Parte termina con otro capítulo, «Los peligros del populismo». En este momento histórico, quedan pocas dudas sobre el auge de este fenómeno, que ha llegado al poder en la última década en importantes países, Turquía, Rusia, India, China, o Hungría, por citar sólo algunos ejemplos. Esta sucesión política de cisnes negros (expresión del poeta latino Juvenal) tiene que ver, según Wolf, con una combinación de dos ingredientes: individualismo tóxico y populismo autoritario. Y nos puede llevar a una situación distópica: menos democracia y menos crecimiento económico. En efecto, las políticas populistas y proteccionistas (como fue el America, First de Trump) no suelen dar buenos resultados.
Un nuevo New Deal
En la tercera parte, «La renovación del capitalismo democrático», el autor intenta adoptar un tono menos sombrío y apuntar soluciones. Empieza con una sección titulada «Renovación del capitalismo», en la que se apoya en un liberal intervencionista como Keynes, para proponer cambios. Indica que se necesitan liderazgos políticos que lleven a nuestras sociedades a un término medio entre el statu quo y la agitación revolucionaria, es decir, la reforma. Y hay precedentes brillantes en los que apoyarse para hacer este cambio social: Winston Churchill, Franklin Delano Roosevelt o William Beveridge (autor del informe que dio origen al Estado del bienestar). El objetivo, para Wolf, es «una reforma cuidadosa e inteligente destinada a mejorar de manera sustancial la vida de la mayoría de la gente» (pág. 282).
En lo que el autor titula «Hacia un «nuevo» New Deal» se intenta concretar, precisamente, cómo mejorar la vida de la mayoría de la gente. Y se apoyaría en los postulados de Roosevelt, actualizados al siglo XXI. Es decir:
- «Un nivel de vida creciente, ampliamente compartido y sostenible.
- Buenos empleos para quienes puedan trabajar y estén dispuestos a hacerlo.
- Igualdad de oportunidades.
- Seguridad para quienes la necesitan.
- Fin de los privilegios especiales para unos pocos» (pág. 284).
Se trata de un ambicioso programa de políticas sociales, que, al mismo tiempo, se debe complementar con una ortodoxia liberal: estabilidad macroeconómica, innovación, inversión y libre comercio.
La tercera sección de esta tercera parte tiene un rótulo prometedor: «Renovación de la democracia». Empieza con una cita famosa de Churchill: «(…) la democracia es la peor forma de gobierno con la excepción de las otras formas que de vez en cuando se han intentado». Esta obviedad no lo es tal para todos, sobre todo, si tenemos en cuenta que un porcentaje considerable de la población desconoce la historia, sólo ha vivido en democracia y tiene un alto nivel de insatisfacción por la falta de oportunidades laborales, de acceso a la vivienda o a otros bienes de consumo.
Es más, la situación parece mejor que la del siglo XX. En este sentido una comparación de los males actuales con los de la primera mitad del anterior siglo es especialmente clarificadora. Alemania perdió dos guerras, millones de hombres, un imperio y una moneda. En el punto álgido de la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado, una cuarta parte de su mano de obra estaba en paro. Es cierto que, en las primeras décadas del siglo XXI, el mundo rico ha sufrido tres crisis económicas globales: la financiera, la del confinamiento y la de la energía. Pero las ha afrontado con una política económica y unas redes de seguridad social mucho mejores que las de los años treinta. La desigualdad no ha aumentado mucho desde 2000 y, salvo en unos pocos lugares, la renta per cápita ha crecido.
Sin embargo, la percepción de los ciudadanos ha sido otra. Como consecuencia la crisis financiera mundial de 2008 se produjo, en efecto, un shock, y un caldo de cultivo para los partidos populistas. De ahí que Wolf vea una serie de ámbitos en los que la democracia se la juega: a) la política identitaria, b) el papel de los medios de comunicación y de las redes sociales y c) la gestión de la inmigración «los países que no logren controlar política y socialmente la inmigración corren un serio riesgo»). Y termina abogando por «restaurar la democracia» y por la necesidad de «más ciudadanía».
El escritor y editor de economía del Financial Times nos recuerda al final de esta sección que «debemos recordar que las reformas no son la revolución, sino todo lo contrario. Intentar recrear una sociedad desde cero, como si su historia no contara para nada, no sólo es imposible, sino también es erróneo. El resultado de tales intentos siempre ha sido la destrucción y el despotismo. Sólo el poder desenfrenado puede provocar un derrocamiento revolucionario del orden existente. Pero el poder desenfrenado es destructivo por naturaleza: hace añicos la seguridad necesaria para sostener relaciones humanas productivas y vivir vidas decentes».
Conclusión: restaurar la ciudadanía
La cuarta parte lleva por título «Una bisagra de la historia». Tiene un primer capítulo, «El capitalismo democrático en el mundo», en el que defiende el modelo de las democracias liberales, dotadas de una economía de mercado. Y lo contrapone a China, un país también «capitalista», aunque con un régimen autoritario. Se detiene en analizar lo que puede ser la relación entre China y Occidente en los próximos años. Y apuesta por «cooperar, enfrentarse y competir con China» (pág. 418), evitando una nueva Guerra Fría.
El libro termina con una conclusión: «Restaurar la ciudadanía». Afirma que Occidente debe renovarse, asumiendo, de forma más decidida cambios clave de estas últimas décadas como son los relativos al calentamiento global, las tecnologías de la información o el nuevo papel de la mujer. Además, apuesta por la ingeniera social gradual, que propugnaba Karl Popper. Pide a las democracias que se legitimen con una prosperidad económica ampliamente compartida. Y con una mayor implicación de los ciudadanos en la política.
Para terminar, se puede señalar que el libro La crisis del capitalismo democrático se basa en la sabiduría acumulada en la larga carrera profesional de Wolf. Una obra que se puede resumir en que la mayor parte de la culpa del debilitamiento del sistema democrático está relacionada con los malos resultados económicos. El autor invita a reflexionar sobre que ahora estamos en «un momento de gran temor y débil esperanza. Si queremos convertir la esperanza en realidad, debemos reconocer el peligro y combatirlo ahora. Si fracasamos la luz de la libertad política y personal podría volver a desaparecer del mundo» (pág. 439).
[1] El autor está considerado como uno de los periodistas económicos más influyentes del Reino Unido. Es editor asociado del Financial Times. Wolf tiene una brillante trayectoria. Estudió en la Universidad de Oxford. Trabajó como Economista Principal del Banco Mundial (1974-1981). Ha estado vinculado al Financial Times desde 1987. Y ha compatibilizado sus colaboraciones periodísticas con la publicación de cinco libros de economía, y con la docencia en la Universidad de Nottingham. Además, ha recibido distinciones tan destacadas como: el Doctorado Honoris Causa, por la London School of Economics (2006) y por la Universidad de Lovaina (2018), así como el título de Caballero de la Orden del Imperio Británico (2009).
[2] Comparar a las grandes empresas tecnológicas con los rentistas, es decir grandes propietarios de fincas urbanas o rústicas del siglo XVIII o XIX, resulta exagerado. No se debe olvidar que aquellos rentistas no trabajaban, tampoco innovaban, tenían vasallos quedebían proveer al señor de alimentos, muebles, madera, piedra, seda, paños, lino, y no sólo a la persona del señor, sino a toda su familia y séquito.
[3] Wolf no plantea la posibilidad de que los elevados beneficios de los ganadores digitales reflejen el hecho de que las empresas proporcionan productos y servicios de gran valor a los clientes. Para él, los ganadores digitales son monopolistas afortunados que se librarán para siempre de la competencia. Por lo tanto, el gobierno debe intervenir y recortar los beneficios de estos ganadores.
[4] Wolf no menciona a las empresas que se han quedado por el camino como SixDegrees, Friendsters, MySpace o IBM que no lograron subirse a la gestión del cambio teconológico y entraron en declive.