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Murió joven y joven fue, por ende, la obra que nos ha dejado. Hablamos de Manuel Chaves Nogales, uno de los principales escritores de periódicos del siglo XX. Chaves Nogales, hijo de una familia muy vinculada al periodismo y a la cultura, nace en Sevilla en 1897, un año antes del desastre del 98’. Su padre, Manuel Chaves Rey ejerció el oficio del periodismo en El Liberal; en este diario su tío, José Nogales, abogado, escritor y periodista, trabajó como director. Desde el primer momento, si tomamos conceptos como Liberal, crisis del 98, periodismo, siglo XX…, obtenemos un campo semántico que bien resume la vida y la obra del escritor Manuel Chaves Nogales.

Los libros editados por el escritor nacido en Sevilla y fallecido en Londres son de sobra conocidos tras la reedición de muchas de sus obras, cuyas páginas pasaron, quizá demasiado tiempo, desapercibidas por la academia y el gran público. Por fortuna eso es pasado. Podemos decir, sin temor a errar en nuestras apreciaciones, que es Chaves Nogales, hoy día, un referente del periodismo español. Sin embargo, aún persisten pequeños hilos sueltos sin trenzar en su biografía personal y literaria, indagaciones e interrogantes sin resolver: ¿conocemos su ópera prima? ¿Cuáles fueron los primeros trabajos del joven periodista? ¿Qué sabemos de las primeras publicaciones, muchas de ellas inéditas, del autor?

Las publicaciones más reseñadas y mencionadas de Chaves Nogales se centran en el reportaje, la crónica, el artículo, la narración, el relato, la entrevista y la biografía de personajes relacionados con el periodo de entreguerras, como ejemplo la clásica entrevista a Joseph Goebbles y la antológica vida del torero Juan Belmonte retratada por la pluma del astifino escritor; por otra parte, muy leídos son los reportajes y las crónicas retratando sus viajes por Europa. No obstante, retornamos a las anteriores cuestiones, ¿qué nos queda del autor novato y principiante?

 LA CIUDAD. UNA OBRA CLÁSICA DE JUVENTUD.

El escritor que no hace en su obra ninguna propaganda a ninguna organización política, no puede ser medido por el mismo rasero con que se mide a los directores de los partidos; tiene derecho a cierta inmunidad, cierta abstracción, que serían imperdonables en cualquiera otra orientación interventora, pero que en literatura son imperiosamente exigidas, porque sin ellas, sin esa original ignorancia, sin esa unilateralidad, sin ese granito de incomprensión, no habría obra literaria posible, tal como la literatura se practica.Cuando el periodista escribe estas líneas aún no había conocido el exilio el Londres, ni la huida de París debido a la persecución de la Gestapo, tampoco había probado el trago amargo de la guerra civil en España ni había desistido en su afán y sus simpatías por el partido y la figura de Azaña, el escritor no había sentenciado frases como miedo de los sectarios al hombre libre e independiente. La causa de la libertad entonces en España no había quien la defendiera; nada de esto, Chaves Nogales tenía por aquel entonces entre diecisiete años y veintitrés años, le quedaban muy lejos las colaboraciones en Estampa, El Heraldo y La Gaceta Literaria así como el premio Mariano de Cavia o su libro A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España cuando publica un ensayo titulado La Ciudad.

No fue La Ciudad la ópera prima de Chaves Nogales, pero sí fue, por así decirlo, un libro que consagró su carrera literaria, un considerable punto de inflexión en su obra. En este ensayo –el género elegido por el autor para el desarrollo- no encontramos, eso sí, al ínclito periodista de los años 30’, sino al retórico joven que pretende deslumbrar, como otros tantos, al lector, en este caso con una sintaxis muy madura y barroca, dominando el lenguaje tras una desconcertante lucidez.

El ensayo lo vertebran tres apartados bien diferenciados. En la primera parte del libro nos encontramos con el ensayo sin alteraciones ni impurezas, en su inmaculada y misma esencia, divagando en un recorrido literario e idealizado por la ciudad de Sevilla a través de diversos signos y símbolos identificados con su acervo cultural: los patios, el cante jondo, los gitanos, los cantaores feos y bárbaros, la peineta, la Semana Santa, el caballero hispalense como biotipo diferenciado del señorito andaluz, la Sevilla intemporal de clérigos, caballeros y menestrales, las andanzas de Miguel Mañara, etc. En el segundo apartado de la obra, más interesante quizá para el lector ajeno a la ciudad de Sevilla y probablemente mejor depurado tanto en el estilo como en el argumento –sin la hojarasca y la retórica algo farragosa-, narra, aproximando el género más al relato que al ensayo, los sucesos acontecidos en los últimos días del trienio liberal en la capital de Andalucía; sucesos protagonizados por el retorno de Fernando VII y un pueblo, efusivo y novelero, gritando la consigna absolutista ¡Vivan las cadenas! mientras un liberal se inmola en una cafetería. Historia, literatura, crónica, periodismo… todo unido para contar uno de los episodios más emocionantes de la historia reciente de España; la faceta del brillante periodista se intuye en este pasaje. El tercer volumen del ensayo, el último, cuenta la huelga que inquilinos de corrales sevillanos plantan contra los abusivos alquileres de los arrendadores, relatado el acontecimiento desde la perspectiva de los propietarios y la perspectiva de los arrendatarios, estableciendo así una dicotomía que genera sugerentes miradas en ambos mundos: el ámbito del señorito y el ámbito del proletario.

La Ciudad, de Manuel Chaves Nogales, es un ensayo imprescindible para comprender, asimilar y entender al hombre y al periodista que fue, sería y es; una obra insólita en un escritor aún precoz, en donde se denotan las futuras aptitudes y las capacidades que quedaron demostradas en sus publicaciones. Para cerrar el reportaje, un breve párrafo del libro:

Para muchos, el sevillanismo, como tantas otras preocupaciones comarcales o regionalistas, es perfectamente despreciable llevado a la literatura; son los mismos que, a nombre de la patria, se complacen en agraviar a la región, y utilizando la región, coartan lo local. En definitiva, fundar méritos o deméritos en la limitación territorial de la obra literaria, aunque se examine en conjunto la obra de toda una generación, es absolutamente gratuito.