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La novelista irlandesa Kate O’Brien, nació en 1897 en Limerick, Irlanda. Formaba parte de una familia de diez hermanos, su madre murió cuando ella tenía tan sólo cinco años y fue enviada a un internado y posteriormente estudió en University College Dublin, obteniendo la licenciatura en francés e inglés en 1916.

En 1922, tras ejercer de periodista y maestra en Inglaterra, Kate O’Brien se trasladó a España para trabajar como institutriz para la familia Areilza. Este paso representó un momento decisivo tanto en su vida como en su obra. Los diez meses que pasó con la familia Areilza en Bilbao y los posteriores viajes a través de la campiña española —y en particular por los vastos espacios de Castilla y de León— le dejaron como poso una arraigada y perdurable pasión por España.

Como escritora, la carrera de Kate O’Brien abarca un periodo de cuarenta años desde su primera obra teatral, Distinguished Villa (Villa Distinguida) escrita en 1926, hasta su último libro, memoria de su infancia, titulado Presentation Parlour (El Salón de las Presentaciones) publicado en 1963. Este fue un periodo de enorme agitación social y política en toda Europa. También fue un periodo de notable similitud, tanto política como social, entre España e Irlanda. Ambos países eran pobres, periféricos y distanciados (o al menos parcialmente) de las preocupaciones y los acontecimientos del resto de Europa; ambos países estaban profundamente imbuidos de un catolicismo tremendamente incrustado en todos los aspectos del Estado y cuya autoridad era absoluta; a ello se suma que el papel de la mujer en la sociedad estaba tan limitado que dejaba poco espacio para el deseo individual, la iniciativa y la independencia; y tanto España como Irlanda se distinguían por su fuerte carácter individualista y antiautoritario.

Tal vez fueran estas profundas similitudes entre la Irlanda de su infancia y la España que conocería como adulta las que inspiraron a Kate O’Brien a ambientar muchas de sus obras más famosas en España y a enfocar sus trabajos en temas como la libertad individual, la pasión y la libertad de expresión ante las opresivas tradiciones sociales de la época. Hay una anécdota al respecto en su libro de memorias y viajes, Farewell Spain (Adiós, España), publicado en 1937, que ofrece una buena muestra de su cariño casi visceral por España. Habla de su encuentro con un inglés que, como ella, había pasado el invierno de 1922 a 1923 viviendo en Bilbao. El hombre comentó que no le había gustado Bilbao: «Tanto lodo… y ese sentimiento de pasiones a flor de piel».1 Y ella escribió «Aquel a quien no le gustaron los lodos y las pasiones a flor de piel de Bilbao, es inglés —y yo soy irlandesa—. El lodo era tema corriente en Irlanda cuando yo era joven, y las pasiones —siempre y cuando no sean sexuales— nos resultan familiares. Así pues, las dos cosas que a él le parecieron nuevas y crudas, supongo que eran las que yo más di por sentadas y más familiares me resultaron»2.

De las once novelas y cinco obras de no ficción que escribió, las más famosas son aquellas ambientadas en España o sobre temas españoles. Mary Lavelle, escrita en 1936, habla de una joven irlandesa que viaja al extranjero por primera vez para trabajar como institutriz para la familia Areavagas y está, en parte, basada en el periodo que la propia Kate O’Brien pasó como «Miss» en Bilbao con la familia Areilza. Uno de sus alumnos durante el año que pasó allí fue José María de Areilza, entonces un joven de trece años y posteriormente una figura clave en la política española durante la transición y los primeros años de la democracia, llegando a ocupar el cargo de ministro de Asuntos Exteriores en 1975-1976. En 1952, don José María escribió a Kate O’Brien, tras haber conseguido y leído un ejemplar de Mary Lavelle (prohibido en Irlanda por las leyes de censura de la época).

«Estimada Miss Kitty, me pregunto si me recordará, fui su pupilo hace algunos años —¿cuántos?— Y desde entonces creo que nunca nos hemos escrito, aunque he tenido noticias ocasionales sobre su gran éxito en el campo de las letras… Finalmente encontré el famoso Mary Lavelle que buscaba desde hace años. Podrá imaginar con que ansiedad recorrí las páginas y las nítidas escenas de la vida en “Casa Pilar” en Cabantes, cerca de Altorno. Es un libro realmente fascinante. Y para mí fue aún más, todo un mundo que permanecía dormido en mi memoria desde hace años se despertó y volvió a soñar de nuevo como en los dorados tiempos de la adolescencia. ¡Gracias, Miss Kitty, por resucitar las queridas sombras de mi juventud!»3.

En 1946, Kate O’Brien publicó That Lady (Esa dama), una novela histórica sobre Ana de Mendoza y de la Cerda, princesa de Éboli. Fue su novela de mayor éxito económico y probablemente la más famosa. Posteriormente se hizo una película basada en ella y una obra de teatro en Broadway. Parece ser que los royalties obtenidos al respecto permitieron a Kate O’Brien volver en 1950 a Irlanda desde Inglaterra, donde había vivido y trabajado a lo largo de la II Guerra Mundial. Compró una casa en Connemara, al oeste de Irlanda, y se dedicó a escribir hasta que las dificultades económicas la obligaron a vender su casa en 1960 y volver de nuevo a Inglaterra.

De sus obras de no ficción destacan su libro de memorias y viaje Farewell, Spain (Adiós, España) y su biografía de Santa Teresa de Jesús, Teresa of Avila (Teresa de Ávila). La primera, escrita y publicada durante la guerra civil española, relata sus viajes por España antes de la guerra. Es un retrato íntimo y nostálgico de España antes y durante la Segunda República. Es la obra que mejor explica su permanente fascinación y pasión por España, lo que ella llama su enamoramiento. Escribe extensamente no sólo acerca de la gente, la historia y el paisaje, sino de lo que ella ve como el carácter esencial de España, complejo y contradictorio y al mismo tiempo «caballeroso y anárquico»4. Es también la obra en la que manifiesta con mayor claridad su sentimiento de que los caracteres irlandés y español están profunda e inefablemente unidos.

Farewell, Spain fue prohibido en España durante la época de Franco por su retrato solidario con la Segunda República y, desde luego, a la propia Kate O’Brien se le prohibió viajar a España a raíz de su publicación. La prohibición duró hasta 1957 cuando, aparentemente, intervino uno de mis ilustres predecesores como embajador de Irlanda en España: el Dr. Michael Rynne, embajador en Madrid durante los años cincuenta y pariente político de Kate O’Brien.

Teresa of Avila, una de las últimas obras de Kate O’Brien, trata de la vida de Santa Teresa de Jesús, una mujer a la que Kate se refirió como «un enorme e inconmensurable genio de los que ha habido pocos, y solamente una mujer»5.

Santa Teresa tiene muchos biógrafos, pero Kate O’Brien tal vez sea uno de los mejores. En menos de cien páginas trazó un retrato claro y perspicaz de los principales rasgos de su carácter y de la dramática trayectoria de su vida. Pero, más aún, Teresa of Avila demuestra el sentido de humor y la alegría, la energía y la perseverancia que caracterizaron su personalidad.

Es más, y a pesar de la distancia tanto geográfica como temporal que las separa, la santa y la irlandesa tuvieron mucho en común. Ambas eran mujeres interesantes y poco ortodoxas; ambas tuvieron dificultades con la autoridad, ya fuera con los censores de la dictadura o con los obispos de Roma; y ambas fueron escritoras. Sus obras eran muy distintas pero tenían la misma percepción de la condición humana. Teresa of Avila representa tal vez el ejemplo más claro de la complejidad de la personalidad de Kate O’Brien —la misma complejidad que ella reconoció inmediatamente y abrazó como la esencia del carácter español—, una mujer que luchó toda su vida para librarse del dogmatismo católico de la Irlanda del siglo XX escribiendo una de sus más apasionadas obras sobre una reverenciada santa católica.

Precisamente fue su biografía de Santa Teresa de Jesús la que inspiró la magnífica decisión este año por parte del Ayuntamiento de Gotarrendura, un pueblo en la provincia de Ávila donde vivieron los padres de la santa y donde se cree que ella nació, de nombrar calle Kate O’Brien a la calle que va desde la Plaza Mayor del pueblo hasta el palomar de la familia de Santa Teresa. Debo mencionar que la idea de poner el nombre de Kate O’Brien a una calle en Gotarrendura nació de José Antonio Sierra que fue agregado cultural de la Embajada de España en Irlanda y el primer director del Instituto Cervantes en Dublín, una persona que ha hecho mucho para promocionar los eslabones culturales entre nuestros dos países.

Fue un orgullo y un placer poder inaugurar la calle Kate O’Brien en Gotarrendura el pasado 7 de junio. Presentes en la ceremonia estuvieron el alcalde adjunto de Limerick, la ciudad donde nació Kate O’Brien, representantes de la Biblioteca Pública de Limerick y representantes del Comité Organizador del «Fin de Semana Kate O’Brien» (un evento literario que tiene lugar cada primavera en Limerick dedicado a las obras de Kate O’Brien), así como el alcalde de Gotarrendura, Sr. Fernando Martín Fernández. y miembros del Ayuntamiento, el presidente de la Diputación Provincial de Ávila, Sr. Agustín González González, el delegado de Cultura de la Junta de Castilla y León, Sr. Alejandro Nuñez, y los habitantes del pueblo.

Fue un día maravilloso. Después de la parte oficial de la ceremonia y los discursos, tocaron músicos irlandeses y castellanos y las mujeres de Gotarrendura prepararon una estupenda fiesta castellana, ¡cochinillo incluido! Me acordé de las palabras de Kate O’Brien en Farewell, Spain y de lo apropiadas y acertadas que fueron: «Me agradó en lo más profundo la inesperada España que había encontrado y tardaría años en darme cuenta hasta qué punto me alegró haber entablado relación con este país que llegaría a amar profundamente»6. Espero de todo corazón que este modesto comienzo conduzca a un mayor interés y reconocimiento en España de la obra de Kate O’Brien.

 

NOTAS

1. O’Brien. K, Farewell, Spain (Virago, 1937), pág. 209.
2. Ibíd, pág. 210.
3. Quoted in the introduction by Mary O’Neill to the Virago edition of Farewell Spain, 2006, pág. xi.
4. Op. cit., pág. 225.
5. Ibíd, pág. 102.
6. Ibíd, pág. 21.