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La formación económica deja mucho que desear en nuestros planes de enseñanza. Por eso, libros como los que publica Pascual y Vicente (Economicina es el último) vienen muy bien a todos aquellos que no se conforman con quejarse por lo que ocurre, sino que buscan actuar antes de que llegue la catástrofe. Si se escucharan voces como la suya a tiempo, quizá el caos económico de España no se habría producido, al menos, con esta crudeza que padecemos.

Julio Pascual, en un momento de la entrevista

–¿Ponen las dificultades económicas de España, y de otros países occidentales, en tela de juicio el sistema de mercado?

–No. Lo que pone en tela de juicio es la falta de sentido crítico de las autoridades. No olvidemos, por ejemplo, que el sistema bancario actual crea dinero de una manera casi ilimitada, porque la reserva fraccionaria está sujeta a un coeficiente de caja muy pequeño. Vivimos en un sistema de reserva fraccionaria. El negocio de un banco no está en que usted le dé un dinero al banco por un tipo de interés y luego el banco lo preste a otro a un tipo de interés más alto. El banco puede prestar veinte, treinta, cuarenta, cincuenta veces la cantidad de dinero que usted le ha depositado. El Estado ha hecho dejación de sus responsabilidades de controlar la cantidad de dinero en el sistema. Por tanto no es culpa de la economía de mercado.

–¿Es solo un problema de controladores políticos y económicos?
–Sí. De ambos, y del propio sistema de reserva fraccionaria que está establecido en todo el mundo, sujeto a estas vicisitudes si no se ejerce un control estricto del coeficiente de caja por parte de las autoridades bancarias. ¿Lo hemos hecho? No. La teoría económica explica perfectamente lo que ha ocurrido. Además, en España ha habido un tumor que se ha estado incubando durante los «años de esplendor». Una de sus manifestaciones es el derroche de un sector público disparatado. ¿Tiene sentido que la Coca Cola mundial posea un consejo de administración de quince personas y la asamblea de la comunidad autónoma equis de una provincia, solo de una provincia, cincuenta miembros en la asamblea? Así en todo… Gabinetes de asesores…Esto es lo que produce el déficit público. Dejémonos de bromas. Hay que reducir el gasto público drásticamente. Drásticamente.

–El gran protagonista de la economía es el emprendedor, ¿pero qué hacemos cuando los verdaderos emprendedores se pueden contar con los dedos de la mano?
–La palabra emprendedor a mí me molesta enormemente, me parece que se usa porque en vez de volver a acreditar la palabra empresario y quitar las corruptelas en que se ha podido incurrir, nos inventamos otro término. El emprendedor es un empresario.

–¿Qué hacer cuando hay tan pocas personas capacitadas para ser verdaderos empresarios?
— No es un problema de capacidad. Yo creo que es un problema de vocación. Un empresario es sobre todo una persona que quiere ser independiente, que quiere ser dueño de su propio futuro. Y entonces tiene un sentido del riesgo, controlado. Pero no es fácil ser empresario, claro. Tampoco es fácil ser un buen médico, o un buen sacerdote. Ser un médico malo e ir tirando, es fácil. Lo que pasa es que un empresario se arruina y desaparece. Ser escritor, teóricamente es muy fácil. Pero ser un gran escritor, reconocido, y que la gente compre sus libros masivamente es muy difícil. Ser un magnífico cirujano ocular, y que se reconozca , también es muy difícil. Todo es muy difícil haciéndolo bien. Y la clave es tratar de hacerlo todo bien.

–Pero el papel del empresario es más decisivo en la creación de riqueza, y hay pocos buenos.
–Insisto: lo que sucede es que el empresario no se puede ocultar: si lo hace mal, se hunde. En otras profesiones, se puede uno tapar más. El empresario tiene que estar todos los días ganándose el puesto. El empresario que se instala en el éxito, sucumbe. Si eres empresario, tienes que estar todos los días como si estuvieras empezando. Todos los días. Eso es muy estresante.

–Es una actitud vital importante en cualquier profesión.
–En efecto, y para un país muchos así es magnífico.

–¿Cómo se forman a esas personas?, ¿cómo se crea el clima para que surjan? ¿Es la educación? Porque probablemente ahí está el caldo de cultivo para que un país salga adelante.
–Yo creo que la cultura de un país es un factor muy importante: que valore el esfuerzo, el trabajo bien hecho, el mérito.

–El clima cultural alemán, inglés, estadounidense… no se diferencia mucho del español, y esos países tienen, sin embargo, más y mejores empresas, sí que crean más que nosotros.
–Esta última década para España ha sido ominosa, de pérdida de valores. Aquí no ha contado ni el esfuerzo, ni el trabajo, ni el mérito.

–¿Cómo es la defensa de la competencia en España?
–Creo que es bastante eficaz, está entre las mejores del mundo, reconocido.

–Usted es un gran defensor de la economía de mercado, del respeto de los pactos voluntarios. Pero la búsqueda del crecimiento económico a toda costa lleva al consumismo, a veces a la destrucción del medio ambiente.
–Eso no es atribuible al mercado, es atribuible a las personas que intervienen en él. En el mercado se intercambia lo que las personas quieren.

–Algunas empresas crean falsas necesidades.
–Si usted tiene claras sus prioridades, ya le pueden ofrecer el oro y el moro. Usted no comprará si no le hace falta.

–¿Es un problema entonces de formación personal?
–Sí. El problema es el de la moral imperante y el de cada una de las personas que intervienen en los mercados. Si la gente tuviera unos principios éticos más altos, no se intercambiarían algunas cosas que se intercambian hoy. Si usted analiza los bienes que ahora se intercambian en el mercado con los de hace años, cincuenta años, se dará cuenta de que es así. Echar la culpa al mercado es evadir la responsabilidad personal. El mercado es un mecanismo impersonal donde se intercambia lo que se ofrece y lo que se demanda. El mercado es amoral, no inmoral ni moral. Igual que la ley de la gravedad.

–¿No tenía razón el economista Ernst Friedrich Schumacher, cuando pedía conformarse con poco, cuando pedía que no se trate a los recursos naturales como hacen muchas empresas ahora?
–Yo relativizaría su visión icónica de «lo pequeño es bello», de lo próximo. El gran beneficio que la humanidad obtiene de la globalización, que es lo contrario de lo pequeño, es inapreciable, y beneficia más al poble que al rico. Un lapicero, un sencillo lapicero, reúne el esfuerzo de miles de personas de los cinco continentes. Uno plantó el árbol, otro obtuvo carbón de las minas en otro continente… Es una cooperación máxima multinacional.

–Pero no creo que Schumacher estuviera contra eso, sino más bien contra un consumismo irresponsable.
–Lo que señalo sobre todo es que no nos podemos quedar solo con su máxima de «lo pequeño es bello».

–¿No lleva la división del trabajo tal y como se entiende y se practica a puestos de trabajo aburridos y a la insatisfacción personal generalizada en los puestos de trabajo?
–Probablemente la división del trabajo puede llevar, no necesariamente, pero puede llevar a que uno haga cosas que no le divierten nada. Pero sin ella no se habría elevado el nivel de vida de todas las personas.

–¿Considera que es un mal menor?
–Sí, ante los enormes beneficios que ha traído. Está muy bien que tratemos hoy de ayudar a los que lo pasan mal, pero los que lo pasan mal ahora están mucho mejor que antes de que empezara el principio de la división del trabajo. Hay que seguir en la línea del perfeccionamiento y la mejora, más que en la de buscar otra alternativa. La alternativa sería empobrecedora.

–¿Por qué se habla tanto de globalización y luego hay trabas enormes al comercio libre?
–Por los grupos de presión. ¿Por qué Europa tiene una protección agraria como la que tiene? Pues porque el lobby agrario en Europa es muy fuerte. Los políticos piensan que si cambian el criterio igual pierden votos, apoyos, y ya no gobernarán. Así de sencillo. Mientras proclamamos en los parlamentos que hay que dar ayudas al Tercer Mundo tenemos unos aranceles que impiden que el Tercer Mundo nos pueda exportar lo que produce. Eso es una fechoría. Es una cosa escandalosamente perversa. Lo que habría que hacer, si de verdad queremos ayudar a esos países, y beneficiarnos nosotros mismos, es suprimir todos los aranceles. Pero no se hace.

–¿Está justificado el sueldo de algunos altos ejecutivos?
–Hay aquí una mezcla de populismo y razón. Por una parte es populismo porque si el mercado demanda los servicios de unas personas para dirigir empresas y la oferta es tan pequeña en relación con la demanda que los precios tienen que ser altos, habrá que pagar esos precios altos. Pero ocurre que el sistema está bastante viciado. Cuando las grandes compañías tienen el accionariado muy repartido, al final, si uno se fija, en los consejos de administración siempre están los mismos. Hay empresas, como Apple, en las que el consejero delegado puede ganar mil millones bien ganados, y en otras no se justificaría ni cien mil euros. Piense en las cajas de ahorros en España. Sus consejos se habían mimetizado en la fijación de sueldos con las grandes compañías que ganan mucho dinero. Y eso es de cárcel. Está el caso Steve Jobs y el caso Bankia. No confundamos.


Julio Pascual: Economicina. Unión Editorial, 2012.

Director de «Nueva Revista», doctor en Periodismo (Universidad de Navarra) y licenciado en Ciencias Físicas (Universidad Complutense de Madrid). Ha sido corresponsal de «ABC» y director de Comunicación del Ministerio de Educación y Cultura.