John Kampfner. Escritor y periodista británico. Ha sido corresponsal en Moscú y Bonn, e informó de la caída del Muro y la reunificación de Alemania para The Daily Telegraph. Ha sido corresponsal político jefe del Financial Times y comentarista político de la BBC. Ha publicado otros cinco libros.
John Kampfner: Por qué los alemanes lo hacen mejor. Notas sobre la primera economía europea. Capitán Swing, 2023.
Avance
El autor, prestigioso periodista y comentarista, con experiencia profesional en Alemania, presenta una radiografía de este país por medio de algo como un sistema de coordenadas: un recorrido cronológico desde 1945, en el que destacan cuatro momentos históricos: la creación de la Alemania Federal (1949), el enfrentamiento con su terrible pasado (1968), la caída del Muro (1989) y la crisis de los refugiados (2015); y un análisis de diversos aspectos del país: la economía, la cohesión social, la política exterior, la inmigración, la memoria histórica o la figura de Angela Merkel. El balance es tan positivo como sugiere el título.
Aunque no carezcan de problemas o tareas pendientes, los alemanes extrajeron valiosas lecciones de su pasado y han sabido construir una sociedad cohesionada y estable, muy atenta al medio ambiente, y una economía social de mercado que está en la base de su milagro económico y se apoya en valores como el ahorro, la prudencia o la importancia de la vida comunitaria. Alemania, cuya constitución como República Federal en 1949 considera el autor uno de los mayores triunfos de la democracia liberal, le parece hoy la mejor esperanza de Europa, sobre todo tras la salida de Gran Bretaña, y un bastión del decoro y la estabilidad.
Artículo
En el verano del 2020, recuerda el autor de este libro, algunos periódicos británicos que jamás hubieran dicho nada positivo de Alemania empezaron a preguntarse porqué los alemanes lo estaban haciendo mucho mejor. John Kampfner decidió recoger ese guante, y reconoce que, cuando empezó pensar en la respuesta afirmativa que sugiere el título, la veía más como una hipótesis a verificar que como la constatación de una realidad. «Pero a medida que iba examinando cómo han abordado su historia reciente, su manera de hacer política, su manera de hacer negocios, su manera de gestionar las crisis, su trato mutuo y su actitud en relación con el resto del mundo, fue aumentando mi convencimiento de que en efecto [los alemanes] lo hacen mejor». El estilo alemán es lento pero seguro. Su reticencia a innovar, a arriesgarse, puede tener un efecto paralizante, admite Kampfner. Pero esa manera puntillosa y reflexiva de proceder ha actuado como un escudo protector frente a los bandazos imprevistos y ha permitido a Alemania superar con éxito los cuatro momentos clave de su historia posterior a 1945.
El libro desarrolla la tesis del título a través de diversos aspectos de la realidad del país (política exterior, cohesión interna, inmigración, papel de una figura destacada como Angela Merkel…), tomando como mojones históricos los cuatro momentos clave aludidos: 1949, cuando se crea la arquitectura política de la RFA, «uno de los mayores triunfos de la democracia liberal»; 1968, cuando, ante la interpelación de los jóvenes a la generación anterior, el país encara su pasado; 1989 y la caída del Muro, y la crisis de los refugiados de 2015.
Tras constatar que «ningún país ha causado tanto daño en tan poco tiempo» y que «ningún país ha conseguido tan buenos resultados en tan poco tiempo», el autor sostiene que «Alemania se mantiene firme como bastión del decoro y la estabilidad», que, «en comparación con las alternativas que se ofrecen en Europa y más allá, tienen muchos motivos de orgullo» y que «la Alemania actual es la mejor que ha conocido el mundo».
En la reconstrucción física, política y moral de Alemania (hasta 1989, el libro se centra en la RFA occidental) la memoria colectiva juega un papel importante. Si en un primer momento, predominó un vaivén entre el recuerdo y el olvido, incluso el silencio en aras de reconstruir una nación devastada, más tarde se impuso una tarea de expiación que dio paso a un intenso estado de alerta moral, todavía vigente y provechoso.
Y si ha habido una coyuntura que haya puesto a prueba al país, esta fue la de la reunificación. Proceso cuyo mayor error le parece a Kampfner el de no haber sabido encontrar a más personas del Este capaces de ocupar puestos de responsabilidad. Pero, pese a todos los errores y agravios, Alemania llevó a cabo lo que otros no habrían sido capaces de hacer, sostiene el autor con palabras que –iguales o parecidas- se repiten a lo largo del libro. «¿Qué otro país podría haber capeado una situación como esa con tan pocos altibajos? La tarea habría arruinado a otros Estados y el trauma social habría sido mucho mayor».
La figura histórica de Merkel
Una excepción a esa integración de personas del Este es Angela Merkel, dirigente que —le parece al autor— tiene un lugar de honor entre sus colegas. «Ella ha sido la personificación del profundo anhelo de estabilidad del país». La fiabilidad y la prudencia han sido dos de las características dominantes de la vida en la Alemania actual, y ambas las ha personificado esta mujer que ocupará un lugar en la historia mucho más destacado que la mayoría de sus homólogos europeos y occidentales.
Merkel jugó un papel importante en «uno de los momentos más extraordinarios de la rehabilitación de Alemania después de la guerra», la crisis de los refugiados de septiembre de 2015, cuando la espontánea solidaridad de la gente hizo que Alemania mostrara su mejor cara. «Ningún país manifestó ni por asomo una generosidad equiparable». Merkel ha destacado también en la tarea de recordar el Holocausto, «una responsabilidad que no acaba nunca» y cuya conciencia forma parte de la identidad nacional alemana, según sus propias palabras. Aunque la relación con la inmigración se haya vuelto más complicada en Alemania, nada corrobora la sospecha de que las tendencias xenófobas sean allí más pronunciadas. El aumento de la intolerancia en los últimos años es global, y lo que distingue a Alemania es su contexto histórico, que es precisamente lo que permite albergar la esperanza de que resistirá mejor a la era de la intolerancia.
La asignatura pendiente de Alemania es la política exterior, y la pregunta a este respecto es: ¿cuándo empezará a actuar como una potencia de primer orden? En este aspecto, como en otros de los que se ocupa el libro, el autor repasa la trayectoria alemana desde 1945; concretamente sus relaciones con Estados Unidos y con la URSS y luego Rusia. Con esta última, Merkel mantuvo (por oposición a su predecesor, Gerhard Schröder) una línea dura, asumiendo incluso un riesgo muy poco de su estilo, pero que define su mandato, y logrando la «hazaña notable» de no haberse dejado intimidar nunca por Putin. Lo malo es que, al igual que Schröder, muchos alemanes conceden al Kremlin el beneficio de la duda (el libro es anterior a la invasión de Ucrania). Actitud preocupante, pero (insiste el autor en lo que parece un estribillo) muchos países, antes de criticarla, deberían ver qué hacen ellos. Como sea, el futuro se presenta más incómodo, y, como dijo la propia Merkel, ya no se pueden apoyar en otros. Ya no son la criatura protegida que han sido demasiado tiempo y, tras el brexit, Alemania ha devenido la piedra angular de Europa. Le corresponde jugar un gran papel y tomar decisiones difíciles; ese es el reto del actual canciller.
Una sociedad estable y cohesionada
Pero si en algo destaca Alemania es en su milagro económico, basado en la economía social de mercado, síntesis entre la libertad de mercado y la protección social. Esta economía se basa, a su vez, en el llamado Mittelstand (la clase media); las empresas medianas, que ocupan a las tres cuartas partes de la fuerza de trabajo alemana, generan más de la mitad de su producto económico. El Mittelstand se caracteriza por la vinculación regional, los lazos familiares (las empresas familiares generan alrededor del 80% del PIB alemán), responsabilidad social y el acento en la especialización (muchos de los empresarios más exitosos han ideado un solo producto). Otro aspecto destacado de la economía alemana es la presencia por ley de los trabajadores (elegidos habitualmente por la vía sindical) en los consejos de administración. Esa participación tiene efectos neutros o muy positivos según todos los criterios de evaluación del éxito empresarial; y contar con sindicatos fuertes y canales de participación regulados es preferible a una representación de los trabajadores más débil y airada, y menos predecible. «Los alemanes no ven ninguna contradicción entre el éxito económico y la cohesión social… Cuando en Alemania se convoca una huelga, se trata invariablemente de un último recurso, y la mayoría suelen desembocar en un compromiso». Por supuesto, ni el país carece de problemas (la puntualidad de los trenes es nula, leemos con estupefacción) ni de tareas pendientes, como poner orden en un sistema financiero desastroso o progresar en el campo de las tecnologías de la información y la comunicación, y la inteligencia artificial. Pero nada de eso demuestra que el sistema haya dejado de funcionar o que no siga obteniendo mejores resultados que sus rivales.
La cohesión social, plasmada como tal en documentos oficiales del Ministerio del Interior (en qué otro país ocurriría algo así, se pregunta el autor), tiene otras facetas. Además de las tradicionales coaliciones de gobierno (de socialdemócratas y conservadores o, como ahora mismo, de liberales, verdes y socialdemócratas), algo que parece anecdótico y, a primera vista, un inconveniente, como los limitados horarios de las tiendas, es la manifestación de un orden de prioridades más equilibrado, con la vida comunitaria como eje social.
Algo en lo que Alemania fue pionera es la preocupación por el cambio climático. Su movimiento verde, ligado al principio a la agenda antinuclear, es uno de los más antiguos e influyentes del mundo. El medio ambiente, siempre importante en Alemania, hoy ocupa la primera línea de su guerra cultural. «Los alemanes han enraizado el ecologismo en el corazón de sus comunidades como pocos países lo han hecho».
Una conclusión del libro es que «el sentido de identidad nacional que desarrollaron los alemanes después de la guerra está basado en la vergüenza por el legado nazi y la aversión al mismo, junto con las lecciones que hubo que aprender». Por eso «en Alemania no ha sido necesario recuperar valores que el mundo anglosajón había desdeñado perentoriamente como anticuados, como la familia, la responsabilidad personal y el papel del Estado. Simplemente no se habían perdido». Alemania ha instaurado un nuevo paradigma de estabilidad, y en esta época de nacionalismo, contrailustración y miedo, es la mejor esperanza de Europa, en opinión del autor del libro.