Éric Vuillard (1968). Escritor, director y guionista de cine. Ganador del premio Goncourt en 2017 por su novela El orden del día.
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«Con énfasis nos explican el reinado de cada rey, pero nunca nos hablan de las pobres chicas [de la regiones] de Sologne y de Picardie, estas bonitas mujeres mordidas por la miseria». El mensaje de Éric Vuillard tiene el mérito de ser claro. Todavía no ha muerto el rey y ya lo entierra para dejar su lugar al pueblo. Del 14 de julio, que da título a la novela, el autor hace un relato épico y descarnado, rebosante de gente humilde que converge con osadía camino de una fortaleza que hay que derribar, cuya toma se convertirá en el símbolo de la Revolución francesa. Al autor le gusta ocuparse de los mitos para desvelar la realidad oculta. Lo hizo con Pizarro en Conquistadors (‘Conquistadores’) y con Buffalo Bill en Tristeza de la tierra. Ahora se acerca a nosotros [los franceses], a lo que nos funda, a aquello que conmemoramos cada 14 de julio. Vuillard elige una fecha que abarca mucho, pero tiene la elegancia de hacerlo en un libro muy corto.
A la altura del hombre
Desde pequeños nos muestran esta jornada del 14 de julio recurriendo a momentos clave a modo de guerra de posición: desde los Inválidos a la Bastilla. Vuillard, él mismo, se pone a la altura del hombre y toma partido sable en alto. Se desliza por las calles con Adam, Branchon, Delâtre, Guindor, Kopp y Lecoq, y otros cuyos nombres recoge de los registros de la época.
El novelista rechaza con firmeza la postura del historiador. «Hay que escribir lo que se ignora», declara Vuillard yendo todavía más lejos, y narra con sus armas, con un estilo que ya conocemos salpicado de fulgores poéticos. Su sentido de la imagen, a menudo impactante, su sentido de las cifras y los hechos crudos, lanzados aquí allá para validar el propósito («un jornalero gana 10 sous al día [1 sous era la vigésima parte de un franco], un pan de cuatro libras, vale 15», o «hay en la cámara del rey cuatro relojeros y uno de ellos tiene como única misión darle cuerda cada mañana al reloj del rey»). Vuillard es a la vez lírico y prosaico, brillante y oscuro, exagerado y conmovedor. Tiene una manera muy personal de ponerle zancadillas a la historia. A esto se le llama la libertad del novelista. Vuillard no ha terminado con ella. Seguirá.
Artículo publicado originalmente en Le Figaró, reproducido en Nueva Revista con licencia. Traducción del francés al español por Magdalena García Más.
Novela en su versión francesa; versión en español.
Foto de cabecera: Eugene Delacroix, «La Liberté guidant le peuple». © Pixabay.com