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Afirma el sueco Hans Rosling en Factfulness (conciencia plena de la realidad de los hechos) que todo lo que se lea en este libro es el resultado de dieciocho años de intensa colaboración entre su hijo, Ola Rosling, su nuera, Anna Rosling Rönnlund, y él, y apuntala el trabajo de la fundación Gapminder, creada por ellos en 2005 para «combatir la ignorancia mediante una visión del mundo basada en datos reales». En este ensayo Hans Rosling, nacido en Upsala en 1948, ha aportado la experiencia de toda una vida como médico, investigador y conferenciante sobre salud global. Ola y Anna se han encargado más específicamente del análisis de datos, de los gráficos y de las explicaciones visuales.

El 5 de febrero de 2016 a Hans Rosling le fue diagnosticado un cáncer de páncreas. Falleció el 2 de febrero de 2017. En ese año trabajó solo en esta obra, cuya coronación y promoción ya no vio. Escriben Anna Rosling Rönnlung y Ola Rosling (con fecha Estocolmo, 2018): «Trabajar en el libro había sido muy doloroso durante los últimos meses de su vida, pero fue extrañamente consolador en los meses inmediatamente posteriores a su muerte» (p. 297).


 

Factfulness Diez razones por las que estamos equivocados sobre el mundo. Y por qué las cosas están mejor de lo que piensas Hans Rosling | Ola Rosling | Anna Rosling Rönnlund

Hans Rosling, Ola Rosling, Anna Rosling Rönnlund: «Factfulness. Diez razones por las que estamos equivocados sobre el mundo. Y por qué las cosas están mejor de lo que piensas». Barcelona, Editorial Deusto, 2018.


El objetivo de este libro, según los autores y sobre todo según el autor principal, no es aportar un montón de estadísticas, sino proporcionar herramientas para pensar de manera sencilla, que ayuden a captar correctamente la imagen global y a mejorar la concepción de cómo funciona el mundo.

Rosling subraya que se aprecia una enorme ignorancia (no habla de estupidez ni de nada intencionado, sino simplemente de falta de conocimientos adecuados), y que las personas con mayor formación no puntúan mejor a este respecto, ni las más interesadas en estos temas tampoco.

Rosling, que fue profesor de Salud Internacional en el Karolinska Institutet,  ha puesto a prueba a audiencias de todo el mundo y de todos los ámbitos sociales con cuestionarios sobre salud global, pobreza y progreso. Eran estudiantes de medicina, profesores, conferenciantes universitarios, científicos eminentes, banqueros de inversiones, ejecutivos de empresas multinacionales, periodistas, activistas, e incluso destacados líderes políticos.

La mayoría, una rotunda mayoría, respondía incorrectamente a la mayoría de las preguntas de los cuestionarios. Algunos de los resultados más deplorables fueron en una ocasión los de un grupo de galardonados con el premio Nobel e investigadores médicos.

Datos optimistas y contrastables

-El 60 por ciento de las niñas en los países pobres finaliza la educación primaria.

-El porcentaje de personas que vive con menos de 1,9 dólares al día se redujo del 34 por ciento en 1993 al 10,7 por ciento en 2013.

-La media de esperanza de vida mundial para los nacidos en 2016 era de 72,48 años.

-Las muertes anuales como consecuencia de desastres naturales han disminuido el 75 por ciento a lo largo de los últimos cien años.

-Actualmente, el 88 por ciento de los niños de un año están vacunados contra alguna enfermedad.

-En todo el mundo, las mujeres de edades comprendidas entre 25 y 34 años han estado escolarizadas una media de 9,09 años, mientras que los hombres lo han estado 10,21 años.

-Ninguna de las especies clasificada de más amenazadas está en la actualidad más amenazada que lo estaba en 1996.

-La mayor parte de la población mundial, el 85,3 por ciento, tuvo cierto acceso a la red eléctrica en sus países.

En los últimos veinte años, la proporción de población mundial que vive en condiciones de pobreza extrema se ha reducido a la mitad, sin embargo, en un test con tres posibles respuestas (1. Casi se ha duplicado 2. Se ha mantenido más o menos estable 3. Casi se ha reducido a la mitad (esta es la respuesta correcta)), solo el 3 por ciento de los españoles acertaron, frente al 25 por ciento de los suecos. Los húngaros fueron «más pesimistas» aún que los españoles: solo el 2 por ciento de los húngaros acertaron. Y solo el 5 por ciento de los estadounidenses.

El que actualmente casi todos los niños del mundo estén vacunados significa que, en este momento, casi todos los seres humanos tienen algún tipo de acceso a servicios médicos modernos básicos. Sin embargo, la mayoría de la gente no lo sabe. Como término medio, solo el 13 por ciento (es el caso de también de España).

Los chimpancés aciertan más

Hay una visión falsa del mundo, sistemáticamente equivocada. Con sistemáticamente Rosling quiere decir que los resultados a las preguntas de sus cuestionarios eran peores que los que se obtendrían si los que respondieran no tuvieran ningún tipo de conocimiento. Los chimpancés, eligiendo al azar, obtendrían mejores notas.

Los errores de los humanos tienden a ir todos en la misma dirección: creen que el mundo es más aterrador, más violento y más desesperado de lo que es en realidad; las cosas van mal y parece que están empeorando; los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres, y el número de pobres no hace más que aumentar; dentro de poco nos quedaremos sin recursos naturales a menos que hagamos algo drástico.

Pero la ignorancia no es únicamente un problema de actualización del conocimiento. En parte, es culpa también de los medios de comunicación, que venden sobre todo lo negativo. Y del propio desconocimiento de los líderes mundiales.

Ignorancia, medios de comunicación, líderes equivocados… y un factor explicativo más: el cerebro humano, programado con instintos que ayudaron a nuestros ancestros a sobrevivir en pequeños grupos de cazadores y recolectores.

El factfulness, el «ser consciente de la realidad», puede y debe convertirse según Hans Rosling en parte de nuestra vida diaria, como llevar una dieta sana y hacer ejercicio de manera regular. Así se estará en condiciones de tomar decisiones más acertadas y se evitará sentirse estresado por fantasmas.

Contra los tópicos

Nuestra tendencia a dividir el mundo en dos campos: nosotros contra ellos; la manera en que consumimos la información de los medios: basada en la explotación del miedo; el modo en que percibimos el progreso: creyendo que las cosas siempre empeoran: todo ello apunta a que

nuestro problema es que no somos conscientes de lo que no sabemos, e incluso cuando estamos informados nos dejamos llevar por sesgos inconscientes y predecibles.

Rosling defiende que pese a todas sus imperfecciones, la realidad económica y social del mundo es mucho mejor de lo que pensamos, lo cual no implica que no haya motivos para preocuparse ni cuestiones que no requieran una mejora urgente. Quedan múltiples problemas que resolver, pero los datos muestran que el mundo cada vez va mejor.

Sumario de Factfulness

Nota del autor
Introducción
Capítulo 1. El instinto de la separación 
Capítulo 2. El instinto de negatividad
Capítulo 3. El instinto de la línea recta
Capítulo 4. El instinto del miedo
Capítulo 5. El instinto del tamaño
Capítulo 6. El instinto de la generalización
Capítulo 7. El instinto del destino
Capítulo 8. El instinto de la perspectiva única
Capítulo 9. El instinto de culpa
Capítulo 10. El instinto de urgencia
Capítulo 11. El factfulness en la práctica
Las reglas de oro del factfulness
Conclusión
Agradecimientos
Apéndice. ¿Qué tal lo ha hecho tu país?
Notas
Fuentes

A continuación, extractamos las principales ideas del libro capítulo por capítulo.

Capítulo 1. El instituto de la separación.

Los Rosling llaman “instinto de separación” al estado de conciencia de quienes perciben sin matices un mundo de ricos frente a otro de pobres. Este es un error capital, según ellos. Porque “los países pobres están mucho más desarrollados y en ellos vive muchísima menos gente de la que creemos. La idea de un mundo dividido, con una mayoría atrapada en la miseria y la privación, es una ilusión (p. 46).” La mayoría de la gente, el 75 por ciento de la humanidad, no reside en países pobres ni en países ricos, sino en países de ingresos medios (p. 47).

Factfulness trabaja con cuatro niveles para la clasificación económica de la población mundial. Nivel 1: unos mil millones de personas pasan con 1 dólar al día. Eso es pobreza extrema. Nivel 2: cuatro dólares diarios. “La vida es ahora mucho mejor, aunque sigue siendo muy insegura”. Tres mil millones de personas sobreviven con esos cuatro dólares (p. 51). Nivel 3. Dieciséis dólares diarios: dos mil millones de personas se las apañan con esa cantidad (p. 52). Nivel 4. Se ganan más de 64 dólares al día (mil millones de personas). “La dificultad, cuando has conocido siempre este elevado nivel de ingresos [el del nivel 4], radica en entender las enormes diferencias entre los otros tres niveles” (p. 53).

El término “pobreza extrema” denota por definición unos ingresos diarios inferiores a 1,9 dólares. Las dificultades sociales y económicas de encontrarse entre los más pobres de un país rico no deberían pasarse por alto, “pero no es lo mismo que ser pobre de solemnidad” (p. 61). Las personas en la pobreza extrema en el nivel 1 “saben muy bien cuánto mejoraría su vida si pudieran pasar de ganar un dólar a ganar cuatro, y no digamos ya dieciséis dólares al día” (p. 62).

Hace 200 años, el 85 por ciento de la población mundial se encontraba todavía en el nivel 1 (p. 54).  Hace 20 años, el 29 por ciento de la población mundial vivía en la pobreza extrema. Ahora, esa cifra es del 9 por ciento (p. 71).

Un dato más para la esperanza aportan los Rosling en este capítulo. El índice de mortalidad infantil mide la temperatura del conjunto de la sociedad, no solo da información sobre la salud de los niños. Pues bien: no hay “ningún país en el que la mortalidad infantil haya aumentado” (p. 36). Desde 1965 hasta hoy, “el mundo ha cambiado por completo… la mortalidad infantil es muy poco común en la inmensa mayoría de los países, incluidos los más grandes: China e India” (p. 41).

Capítulo 2. El instinto de negatividad

La mayoría piensa que el mundo va a peor cuando en realidad “miles de millones de personas han logrado deslizarse del nivel 1 a los niveles 2 y 3 sin que la gente del nivel 4 se haya dado cuenta” (p. 72). Desconoce también la mayoría que la esperanza media de vida en el mundo en la actualidad es de 72 años; en 1800 era de 30 años (pp. 71-72).

La idea equivocada de que el mundo se deteriora es muy difícil de sostener si situamos el presente en su contexto histórico. Por ejemplo, cuenta Rosling: “La Suecia en la que nací en 1948 se encontraba en el lugar en que se encuentra Egipto en el mapa de la salud actual” (p. 76). En 1975, “Suecia, como la Malasia de hoy, estaba a punto de entrar en el nivel 4” (p. 77).

“Tu propio país también ha mejorado una barbaridad. Puedo decirlo con seguridad aunque no sepa dónde vives, porque todos los países del mundo han aumentado su esperanza de vida durante los últimos 200 años. De hecho prácticamente todos los países han mejorado en prácticamente todos los aspectos” (p. 78).

El instinto de negatividad se fomenta por el recuerdo equivocado del pasado. También debido a la información selectiva por parte de periodistas y activistas. Y finalmente por la sensación de crueldad si prevalece el optimismo ante otros hechos incontestables y perversos. Pero “no hay contradicción” en celebrar avances y continuar luchando para que haya más “sin ignorar los terribles problemas del mundo” (pp. 90-91).

Capítulo 3. El instinto de la línea recta

En este capítulo los autores defienden que la población del mundo no crece siguiendo una línea recta con pendiente positiva. La razón de fondo que alegan para que eso sea así: cada vez más seres humanos pasan de los niveles bajos al nivel de riqueza.

“El cambio radical que se necesita para frenar el rápido aumento de la población consiste en que el número de niños deje de aumentar. Y eso ya está sucediendo” (pp. 104-105). “Cuando nací, en 1948, cada mujer daba a luz como media a cinco hijos. Después de 1965, la cifra empezó a reducirse como nunca había sucedido antes. Durante los últimos 50 años se redujo hasta alcanzar la asombrosamente baja cifra media mundial de menos de 2,5” (p. 105).

Pronostica Rosling que la disminución del número de hijos por mujer “continuará mientras más personas salgan de la pobreza extrema, más mujeres tengan acceso a la educación y el acceso a los anticonceptivos y a la educación sexual siga en aumento. No es necesario que suceda nada drástico. Basta con más de lo que ya estamos haciendo” (p. 106).

Según los Rosling, “el único factor que guarda una estrecha relación con las familias numerosas” es «la pobreza extrema” (p. 110). “Es en los países con mayores índices de mortalidad infantil, como Somalia, Chad, Mali y Níger, donde las mujeres tienen más hijos: entre cinco y ocho” (p. 112).

“Salvar a los niños pobres no hace más que aumentar la población” parece una afirmación correcta, pero sucede justo lo contrario. Es “retrasar la salida de la pobreza extrema” lo que “no hace más que aumentar la población”. Cada generación que permanezca en la pobreza extrema dará origen a otra generación aún más numerosa. El único método eficaz comprobado para poner freno al aumento de la población es el de erradicar la pobreza extrema y mejorar las vidas de las personas, lo cual incluye proporcionarles educación y anticonceptivos. En esos casos, los padres de todo el mundo han decidido por sí mismos tener menos hijos (pp. 112-113). “Los hijos por mujer parecen volver a aumentar cuando las personas obtienen ingresos realmente elevados en el nivel 4” (p. 113).

En definitiva: “Muchas tendencias no siguen líneas rectas, sino que son curvas en forma de S, de tobogán, de montículo o de duplicación. Ningún niño ha mantenido jamás el ritmo de crecimiento alcanzado durante sus seis primeros meses de vida, y ningún padre esperaría que lo hiciera” (p. 122).

Capítulo 4. El instinto del miedo

Hace que prestemos atención a los peligros más improbables y que pasemos por alto lo más arriesgado (p. 146).

Desastres naturales, accidentes de aviación, asesinatos, fugas nucleares, terrorismo: ninguno de ellos mata a más del uno por ciento de las personas que fallecen cada año. Las causas aterradoras no son necesariamente las más peligrosas. “Nuestros miedos naturales a la violencia, la cautividad y la contaminación hacen que sobrevaloremos sistemáticamente esos riesgos” (pp. 147-148).

La razón por la que los desastres naturales matan a muchas menos personas en la actualidad “no es que la naturaleza haya cambiado. Es que la mayoría de las personas ya no viven en el nivel 1” (p. 130).

En 2016, cuarenta millones de vuelos comerciales de pasajeros aterrizaron sin problemas en su destino. Solamente diez acabaron sufriendo un accidente fatal: el 0,000025 por ciento del total. Pero “los vuelos sin incidentes no merecen aparecer en las noticias” (p. 134).

En 1986, había 64.000 cabezas nucleares en el mundo; actualmente, 15.000. “Así que no cabe duda: el instinto del miedo puede ayudarnos a eliminar cosas terribles de la faz de la Tierra. En otras ocasiones, el miedo distorsiona nuestra valoración de riesgos y provoca un daño terrible” (p. 138).

El 11 de marzo de 2011 se produjo el accidente nuclear de Fukushima. “La gente huyó de la provincia tan rápido como pudo, pero murieron 1.600 personas más. No fue la fuga radiactiva lo que las mató. Aquellas 1.600 personas perecieron en la huida. Incluso después del peor accidente nuclear de la historia, el de Chernóbil en 1986, cuando la mayoría de gente esperaba un enorme aumento del índice de mortalidad, los expertos de la OMS no fueron capaces de confirmarlo, ni siquiera entre los habitantes más próximos” a Chernóbil (p. 138).

“La mejora de las normativas no ha sido impulsada por los índices de mortalidad, sino por el miedo y, en algunos casos -Fukushima, DDT– el miedo a una sustancia invisible se ha desbocado y está causando más daño que la propia sustancia” (p. 142). Nos ha quedado un nivel de miedo generalizado a la contaminación química “que raya en la paranoia. Se le denomina quimifobia”, que lleva incluso al rechazo de las vacunas (p. 140).

Sobre el terrorismo: si bien ha ido en aumento en todo el mundo, en realidad ha ido disminuyendo en el nivel 4. “Desde 2001, ningún terrorista ha conseguido matar ni a un solo individuo secuestrando una aerolínea comercial. De hecho, cuesta imaginar una causa de muerte que mate a menos personas que el terrorismo en los países de nivel 4” (pp. 144-145).

Capítulo 5. El instinto del tamaño

“Prestar demasiada atención a una víctima individual y visible, en lugar de fijarnos en la cifras, puede llevarnos a emplear todos nuestros recursos en una pequeña parte del problema” (pp. 152-153). Porque lo que salva vidas de niños en los países de los niveles 1 y 2 no son los médicos ni las camas de hospital. “Casi todo el aumento de la supervivencia infantil se debe a las medidas preventivas”, a invertir en “escuelas de educación primaria, formación de enfermeras y vacunas. Los grandes e imponentes hospitales pueden esperar” (pp. 154-155).

En 2016 murieron 4,2 millones de bebés. “Es algo absolutamente terrible y aún peor si sabemos que prácticamente todos murieron a causa de enfermedades fácilmente evitables”. Pero en 2015 la cifra fue de 4,4 millones, y en 2014 de 4,5. En 1950 había sido de 14,4 millones. “De repente, esa cifra terrible empieza a parecer más pequeña. De hecho, nunca ha sido más baja” (p. 156).

El mensaje del “instinto del tamaño” es el siguiente: “Nunca creas que una cifra puede ser significativa por sí misma… pide siempre, como mínimo, otra más. Algo con lo cual compararla” (p. 155). Hay que poner las cosas en proporción. Además: “¿Te han dado una larga lista? Busca los conceptos mayores y ocúpate de ellos en primer lugar. Es bastante probable que sean más importantes que todos los demás juntos. Divide. Las cantidades e índices pueden explicar historias muy distintas. Los índices son más significativos, especialmente si se comparan grupos de diferente tamaño” (p. 169). Tanto si se trata de medir el VIH, el PIB, las ventas de teléfonos móviles, los usuarios de internet o las emisiones de CO2, “la medición per cápita casi siempre será la más significativa” (p. 167).

Capítulo 6: El instinto de generalización

Rosling cuenta una anécdota de cuando pasó un verano de prácticas en un hospital de India. Venía él, sueco de nacimiento y residente en Suecia, con un acendrado complejo de superioridad. Pero se dio cuenta en ese tiempo de que sus compañeros estudiantes indios de Medicina sabían más que él, estaban más preparados que él y trabajaban mejor que él. “Recuerdo toda aquella experiencia como la primera vez en mi vida que tuve que cambiar mi visión del mundo: dar por sentado que yo era superior por el hecho de venir de donde venía, la idea de que Occidente era lo mejor y que el resto nunca estaría a la altura” (p. 180).

África es un continente inmenso: tiene 54 países y 1.000 millones de habitantes. La habitan personas en todos los niveles de desarrollo. No tiene sentido hablar de “países africanos” o “problemas africanos”. “Sin embargo, la gente lo sigue haciendo constantemente. Eso tiene consecuencias ridículas, como que el ébola en Liberia y Sierra Leona afecte negativamente al turismo en Kenia, situada en el otro extremo del continente, a cien horas de distancia en coche. Una distancia mayor que la que hay entre Londres y Teherán” (p. 186).

Las generalizaciones erróneas, pues, “son bloqueadores mentales para todo tipo de razonamientos” (p. 173). Cuando muchas personas son conscientes de una generalización problemática, se denomina estereotipo. “Con mucha frecuencia, la gente habla de la raza y del género estereotipando” (p. 172).

Afirman los autores: “Podríamos llenar todo un libro con imágenes que muestran las sorprendentes similitudes entre personas que viven con los mismos ingresos en diferentes países, y las enormes diferencias con que viven las personas dentro de un mismo país” (p. 181).

Hay que llevar también mucho cuidado con el término “mayoría”: “La mayoría significa solo más de la mitad. Pregúntate si se refiere al 51 por ciento, al 99 por ciento, o a un porcentaje intermedio” (p. 192).

Capítulo 7. El instinto del destino

Es el pensamiento de que las características innatas determinan los destinos de las personas, de los países, de las religiones y de las culturas. Es la idea de que las cosas son como son por razones inevitables e inexorables: siempre han sido así y nunca cambiarán (p. 194).

En cierta ocasión, un grupo de importantes gestores financieros invitó a Rosling a que les diera una charla porque a esos intermediarios “les costaba mucho hacer entender a sus clientes que las inversiones más rentables ya no se encontraban en las capitales europeas que alardeaban de sus castillos medievales y calles adoquinadas, sino en los mercados emergentes de Asia y África” (p. 193).

Rosling sostuvo que los mejores lugares para invertir en la actualidad eran probablemente “aquellos países africanos que acababan de vivir décadas de rápidas mejoras en cuanto a educación y supervivencia infantil”. Mencionó a Nigeria, Etiopía y Ghana (p. 194).

Al final de la conferencia, se le acercó un oyente y le dijo: “”Bueno, he visto sus cifras y he escuchado lo que ha dicho, pero me temo que hay más posibilidades de encontrar una bola de nieve en el infierno que ver a África salir adelante. Lo sé porque he trabajado en Nigeria. Está en su cultura, ¿sabe? No les va a permitir crear una sociedad moderna. Jamás” (p. 194).

Pero las culturas, las naciones, las religiones y las personas no son rocas. Son objeto de constante transformación (p. 197). “El instinto del destino hace que nos resulte difícil aceptar que África pueda ponerse a la altura de Occidente”. De tal manera que, por ejemplo, “el progreso de África, si es que llega a apreciarse, se considera un golpe de suerte casual, una pausa temporal de su destino pobre y asolado por la guerra” (p. 200).

Los valores machistas que se observan en muchos países asiáticos y africanos no son valores asiáticos o africanos. No son valores musulmanes. No son valores orientales, según Rosling. “Son valores patriarcales como los que encontrábamos en Suecia hace tan solo sesenta años, y, con el progreso social y económico, desaparecerán, igual que desaparecieron en Suecia. No son inalterables” (p. 208).

En 1900, el 0,03 por ciento de la superficie terrestre estaba protegida. Actualmente, un asombroso 15 por ciento de la superficie de la tierra es objeto de protección, y la cifra sigue aumentando.

“Algunos estadounidenses ven a Suecia como un país socialista, pero los valores pueden cambiar. Hace algunas décadas, Suecia llevó a cabo la que probablemente fue la más drástica liberalización del sistema de educación pública y ahora permite que haya escuelas totalmente privadas que compitan entre sí y obtengan beneficios (un valiente experimento capitalista)” (p. 210).

Nkosana Dlamini-Zuma, presidenta de la Unión Africana de 2012 a 2017, le comentó a Rosling en 2013, opinando que al final África será más relevante que Europa: ”Son mis nietos los que irán a visitar su continente y viajarán en sus trenes de alta velocidad y visitarán ese exótico hotel de hielo que, según tengo entendido, tienen ustedes en el norte de Suecia. Llevará mucho tiempo, ya lo sabemos. Harán falta muchas decisiones inteligentes y grandes inversiones. Pero mi visión dentro de cincuenta años es que los africanos seremos turistas bienvenidos en Europa y no refugiados no deseados” (p. 212).

Para “controlar el instinto de destino”, no hay que confundir “un cambio lento con la ausencia de cambio.” Hay que mostrarse «abierto a nuevos datos y preparado para ir actualizando tus conocimientos” (pp. 209-210). Y “si te sientes tentado de afirmar que los valores son inalterables, trata de comparar los tuyos con los de tus padres o tus abuelos (o los de tus hijos o nietos). Intenta conseguir sondeos públicos de tu país de hace treinta años. Casi seguro que verás un cambio radical” (p. 210).

Capítulo 8. El instinto de la perspectiva única

Hay que abrir la puerta a la complejidad. Combinar ideas. Ceder. Resolver los problemas caso por caso.

“En lugar de hablar únicamente con personas que están de acuerdo contigo, o de recopilar ejemplos que se ajusten a tus ideas, trata con personas que te contradigan, que estén en desacuerdo contigo y plantea ideas diferentes como un excelente recurso para entender el mundo” (p. 217).

Ser inteligente, ser bueno con los números, tener un alto grado de formación, ganar un Premio Nobel, “no es un atajo para llegar a tener un conocimiento global de los hechos. Los expertos solo son expertos en su campo” (p. 219).

“Igual que Cuba es el más pobre de los países sanos debido a su fijación en una única idea [marxismo], Estados Unidos es el más enfermo de los países ricos [culpa: un tipo de capitalismo que mata la asistencia sanitaria pública básica]” (p. 228). Estados Unidos “gasta más del doble per cápita en asistencia sanitaria que otros países capitalistas del nivel 4…, pero 39 países tienen una esperanza de vida mayor” (p. 230).

Lo anterior, según Rosling, prueba que “cualquiera que afirme que la democracia es una necesidad para el crecimiento económico y las mejoras en el ámbito de la sanidad corre el riesgo de que la realidad le contradiga. Es mejor reivindicar la democracia como un fin en sí misma en lugar de como un medio superior para lograr otros objetivos que nos gustan” (p. 233). “No se trata de uno u otro. Se trata de las dos cosas y hay que ir caso por caso” (p. 233).

Un consejo más dentro de este capítulo sobre perspectiva única: “Si has analizado un problema en profundidad, puedes acabar exagerando la importancia de ese problema o de tu solución. Recuerda que ninguna herramienta sirve para todo” (p. 234). “La historia está llena de visionarios que utilizaron visiones utópicas sencillas para justificar actos terribles” (p. 235).

Capítulo 9. El instinto de la culpa

Encontrar lo que parece una razón clara y sencilla por la cual ha sucedido algo malo da al traste con nuestra capacidad de construir una conciencia verdadera del mundo y basada en datos reales (pp. 238-239). Si realmente se quiere cambiar el mundo, hay que “entender cómo funciona en realidad” y olvidarse “de darle una bofetada a alguien en toda la cara” (p. 255).

Por ejemplo: “Culpar de un accidente aéreo a un piloto que se duerme no nos ayudará a evitar futuros accidentes. Para ello deberíamos preguntar: ¿Por qué tenía sueño? ¿Cómo podemos elaborar normas que eviten que haya pilotos que se duerman en el futuro?” (p. 239).

Tampoco los periodistas tienen la culpa de todo: “No demonicemos a los periodistas: tienen las mismas concepciones absolutamente equivocadas que el resto del mundo” (p. 244).

Capítulo 10. El instinto de la urgencia

Cuando estamos asustados, presionados por el tiempo y planteándonos los peores escenarios, “tendemos a tomar decisiones realmente estúpidas. Nuestra capacidad de pensar de manera analítica puede verse superada por la necesidad de tomar decisiones rápidas y actuar inmediatamente” (p. 260).

Las medidas no se han de adoptar “impulsadas por el miedo y la urgencia, sino por datos y análisis desapasionados” (p. 266). Cuando hay que pasar a la acción, a veces la acción más útil “es mejorar los datos” (p. 267).

“Las personas que intentan resolver un problema sobre el terreno, las cuales siempre querrán recibir más fondos, tampoco deberían ser las encargadas de medir sus avances. Ello podría dar lugar a cifras realmente engañosas… Los datos deben utilizarse para decir la verdad, no para llamar a la acción, por muy nobles que sean las intenciones” (pp. 271-272).

Lo anterior hay que aplicarlo también al cambio climático: “Es un riesgo mundial demasiado importante para ignorarlo o negarlo, y la inmensa mayoría del mundo lo sabe. Pero también es demasiado importante para dejarlo en manos de los peores escenarios y de profetas apocalípticos” que procuran sobre todo llamar la atención (p. 267).

“El porcentaje de personas que viven atrapadas en la pobreza extrema es menor que nunca. No obstante, todavía quedan 800 millones de personas en esas condiciones. A diferencia de lo que sucede con el cambio climático, no necesitamos predicciones y escenarios. Sabemos que 800 millones de personas están sufriendo ahora mismo. Sabemos también cuáles son las soluciones: paz, escolarización, asistencia sanitaria básica universal, electricidad, agua limpia, inodoros, anticonceptivos y microcréditos para que las fuerzas del mercado puedan ponerse en marcha” (p. 277).

“No te estoy diciendo que no te preocupes. Te digo que te preocupes por las cosas que te tienes que preocupar” (p. 278). 

Consejo: “Cuando tu instinto de urgencia se activa, tus otros instintos se ponen en marcha y tu capacidad de análisis se bloquea. Pide más tiempo y más información. Casi nunca se trata de ahora o nunca y casi nunca se trata de una cosa u otra… Si algo es urgente e importante, debería medirse. Cuidado con los datos relevantes pero inexactos, o exactos pero irrelevantes. Solo son útiles los datos relevantes y exactos… Las mejores prácticas y graduales y la evaluación de sus consecuencias son menos dramáticas, pero, habitualmente, más eficaces” (p. 279).

Capítulo 11. El factfulness en la práctica

Una última advertencia: mejor las estadísticas que las noticias para llegar a la compresión de un mundo sin dramatismos. Rosling recomienda estudiar la conferencia de Alan Smith Why you should love statistics (“Por qué debieran gustarte las estadísticas”).

“Depende de nosotros, como consumidores, aprender a consumir las noticias con una mayor conciencia de la realidad de los hechos, y ser conscientes de que las noticias no son muy útiles para entender el mundo” (p. 290).

Director de «Nueva Revista», doctor en Periodismo (Universidad de Navarra) y licenciado en Ciencias Físicas (Universidad Complutense de Madrid). Ha sido corresponsal de «ABC» y director de Comunicación del Ministerio de Educación y Cultura.