No es una coincidencia que los promotores del anterior homenaje científico al profesor Antonio Fontán le diesen el título de Humanitas1 y que el acaba a salir a la luz2 comience también con la palabra Humanismo: si tuviésemos que buscar un término para definir a don Antonio creo que ninguno sería más acertado que el de humanista. Nuestro homenajeado ha hecho suya la famosa frase de Terencio3 que cimentó el movimiento humanístico: homo sum: humani nil a me alienum puto («Soy un hombre: no considero ajeno a mí nada de lo humano»).
No cabe duda que sólo con la palabra humanista podríamos dibujar de un trazo a un hombre que ha cultivado a lo largo de su dilatada y fértil vida quehaceres tan diversos. Es esta perspectiva la que nos hace comprender mucho mejor la sólida producción filológica de nuestro biografiado, que esbozaremos a continuación, así como sus no menos fecundos trabajos periodísticos y su activa participación en la política española, temas que dejaremos a un lado por haber sido encomendados a plumas mucho más autorizadas en este mismo número de Nueva Revista.
La producción filológica de don Antonio es la de un humanista. Juguemos por un momento con el tiempo y pensemos qué diríamos hoy de sus obras si él hubiese vivido en el Renacimiento. Como veremos, son muchas las razones que nos permitirían respaldar la afirmación de que nuestro sabio personaje no fue otra cosa que un gran humanista.
La primera de ellas provendría del propio trabajo que abre su extensa biografía, la traducción de una obra capital para entender la terminología cultural del Renacimiento4: el Pro Archia de Cicerón (1948). Recordemos, como bien ha señalado Carmen Castillo en relación precisamente a don Antonio5, que en ese ambivalente discurso «más que una defensa del poeta, se hace un elogio de la formación humanística».
Pero no sólo en ese detalle intuiríamos ya a este humanista. Como muchos de aquellos grandes hombres del Siglo de Oro español, nuestro docto sevillano comenzó su andadura científica recorriendo diversas bibliotecas italianas y francesas para preparar su edición crítica de los Diálogos de Séneca, que compuso como tesis doctoral bajo la dirección de su maestro, también hispalense, don José Vallejo.
Pero, es más, hasta la propia elección del autor del tema de su tesis doctoral y los muchos trabajos que posteriormente ha dedicado a Séneca nos llevarían a ver en don Antonio a un buen humanista del Renacimiento. Tengamos presente la importancia del filósofo español y las ediciones, estudios e imitaciones que sobre el mismo se hicieron en nuestro país a lo largo del siglo XVI y, sobre todo, en esa segunda mitad tan marcada por el neoestoicismo6. Pues bien, desde esta óptica engarzaríamos plenamente en aquel tiempo tanto los estudios de Fontán sobre la tradición textual de Séneca, como sus trabajos sobre el De prouidentia y la cronología de las últimas obras del filósofo cordobés (1950), sobre el De tranquilitate animi y el De breuitate uitae (1950 y 1987) o los intulados «Séneca, un español universal» (1965) y «La monarquía de Séneca» (1989).
Por otra parte, al leer el trabajo sobre «La Retórica en la literatura latina», que presentó en el V Congreso Español de Estudios Clásicos y publicó en 1978 dentro de las correspondientes Actas, escribiríamos que, como buen humanista, don Antonio también prestó la atención debida al campo de la retórica, ese campo cuya importancia en el Renacimiento nos pone de relieve mejor que ningún otro comentario la acertada etiqueta de L’Age de l’Eloquence que puso a este periodo M. Fumaroli7.
¿Y qué otra cosa diríamos, sino que, como muchos de los grandes humanistas, el profesor Fontán se interesó igualmente —y desde sus primeros años de trabajo— por la historia de la Antigüedad romana? A ese ámbito, razonaríamos, pertenecen sus trabajos «La trascendencia histórica de la conversión de Constantino», aparecido por primera vez en la revista Atlántida en 1966, y «La revolución histórica de Constantino», que fue impreso y enviado por el autor a sus amigos como felicitación navideña en 1990. A esta misma línea pertenece el espléndido conjunto de estudios sobre Tito Livio, que abarca no sólo la edición y traducción de los primeros libros, sino muchos aspectos literarios e histórico-políticos de la obra del paduano.
De otro lado, haciendo ver que los humanistas se preocuparon fundamentalmente, sí, por el mundo clásico, pero también por el medieval, traeríamos a la palestra, además, los trabajos de don Antonio sobre Martín de Braga (1950, 1974 y 1987, entre otros), el estudio que con el título «La segunda latinización de Europa» sacó a la luz en Excerpta philologica Antonio Holgado Redondo sacra (1991), o la magnífica Antología que preparó en colaboración con su discípula Ana Moure y que publicó en 1987.
Pero obviamente donde mejor trataríamos de hacer ver a nuestro humanista como tal es en sus trabajos dedicados al Humanismo y en su obra Humanismo romano. Entre los primeros comenzaríamos citando sus investigaciones más afamadas. De un lado, los artículos «Las tres corrientes del Humanismo español» (1968), «El humanismo español de Antonio de Nebrija» (1986), «El ciceronianismo de Vives, un humanista español» (1986), y, de otro, el libro Españoles y polacos en la corte de Carlos V realizado en colaboración con Jerzy Axer y publicado en 1994. Y, a renglón seguido, tras señalar que la fusión de humanismo y política en este último trabajo refleja de alguna manera la propia vida de nuestro homenajeado, sacaríamos a colación lo que escribió Agustín López Kindler sobre el humanismo atrayente de don Antonio: «Cuando llegue el momento de redactar la historia del humanismo español habrá que contar con estos centenares de páginas suyas, sugerentes y bien documentadas, en las que han quedado descritos tantos aspectos constitutivos de este fenómeno cultural»8.
Y como broche de oro hablaríamos de esa obra cuyo título dibuja por sí mismo la propia orientación cultural de su autor: Humanismo romano. Haríamos ver que en ese libro formado por dieciocho trabajos, unos ya publicados e inéditos otros, don Antonio hizo unas magistrales calas de la cultura humanística de expresión o tradición latina, desde la Antigüedad (Cicerón, Horacio, Virgilio, Livio y Séneca) a los siglos XIX y XX, cuando Theodor Mommsen, Jakob Burkhard, Werner Jaeger convirtieron la cultura clásica en objeto de una reflexión científica, pasando por el Medievo, donde el autor dedica espléndidas páginas a Martín de Braga e Isidoro de Sevilla, y el Renacimiento, donde encontramos tres enjundiosos trabajos dedicados uno a Dante como puente entre la Edad Media y el Humanismo, otro al latín de los humanistas y, por último, una introducción al Humanismo español.
Llegados aquí, concluiríamos que tanto por la diversidad de sus quehaceres vitales, como por la orientación y el contenido de su producción filológica, Antonio Fontán es un gran humanista.
Pero para llegar a esa misma conclusión no hacía falta jugar con el tiempo ni hacer piruetas literarias, sino hojear y ojear los cinco gruesos volúmenes, con más de dos mil setecientas páginas, de las actas del III Congreso Internacional de Humanismo y Pervivencia del Mundo Clásico. Homenaje al profesor Fontán (Alcañiz del 8 al 13 de mayo del año 2000), que acaban de salir a la luz y serán presentados públicamente en breve.
Dentro de la efemérides «Alcañiz, quinientos años después», esta ciudad cuna de humanistas, y, en su nombre, el recién creado Instituto de Estudios Humanísticos, decidió homenajear a un profesor que, como los grandes hombres del Renacimiento, no ha sido sólo un simple filólogo. Don Antonio ha escudriñado, sí, en los textos clásicos los mil entresijos de su atractivo ropaje, pero por encima de todo se ha afanado en buscar las huellas de un pasado que estuvo vivo en su momento y que, en muchos casos, hemos de tomar como modelo para hacer renacer la cultura y el bienestar de los hombres de nuestro tiempo.
Al proponer tan merecido homenaje a don Antonio, los organizadores tuvimos presente, por otra parte, su indudable papel de pionero en los estudios sobre Humanismo de nuestro país, así como su activo compromiso social y político acorde con los ideales humanísticos e igualmente sus infatigables esfuerzos a lo largo de toda su vida científica y política por preservar el cultivo de las lenguas clásicas y, sobre todo, de la latina.
El III Congreso Internacional de Humanismo y Pervivencia del Mundo Clásico. Homenaje al profesor Fontán fue todo un éxito de participación, como era de esperar. Pasaron por Alcañiz aquellos días no sólo investigadores de todas las universidades españolas y del CSIC, sino también otros muchos procedentes de otras universidades y centros de investigación de Portugal, Francia, Italia, Bélgica, Holanda, Inglaterra, Estados Unidos, Venezuela, etc.
Del contenido del congreso y de los cinco volúmenes de actas cabe señalar tres aspectos. De un lado, la mayor amplitud cronológica y geográfica de los humanistas estudiados (son ya muchos los trabajos dedicados a estudiar no sólo los textos latinos del Renacimiento, sino también las obras de autores de los siglos XVII y XVIII, fundamentalmente); de otro, el creciente relieve que va tomando el campo de la tradición clásica, como bien demuestran los múltiples trabajos que arrancan del mundo clásico y llegan hasta nuestros días; en tercer y último lugar, la mayor interdisciplinariedad de los trabajos presentados, pues, aunque la filología, gramática, literatura, retórica, teoría literaria, métrica, historiografía, epistolografía, epigrafía, pensamiento económico y político, filosofía, teología y mitología constituyen el grueso de las investigaciones, no obstante, entre los ciento ochenta y siete trabajos presentados, encontraremos también algunos dedicados a campos tan variados como la medicina, la botánica, la arquitectura, la iconografía, el cine y el teatro contemporáneos.
Son más de dos mil setecientas páginas de trabajos sobre Humanismo las recogidas en estos cinco volúmenes en homenaje a don Antonio Fontán o, por mejor decir, a ese gran humanista de nuestro tiempo, que en el Preliminar de su Humanismo romano escribió para recuerdo y advertencia de las generaciones venideras que «la tradición humanística es el más activo componente dinámico de la cultura occidental de raíz grecorromana. No hay propiamente más cultura humana que la que se articula en torno a la palabra y, por tanto, a los textos y a su historia y tradición»9.
NOTAS
1· Cfr. Humanitas in honorem Antonio Fontán, Gtedos, Madrid, 1992.
2· Cfr. J. Mª. Maestre Maestre, J. Pascual Barea, L. Charlo Brea (coords.), Humanismo y pervivencia del mundo clásico. III. Homenaje al profesor Fontán, Alcañiz-Madrid, Instituto de Estudios Humanísticos-Editorial Laberinto-C.S.I.C., 2002, vols. I-V.
3· Cfr. TER. Heaut. 77.
4· Recordemos que en el parág. 8, 19 de ese canto de las humanidades que es el Pro Archia Cicerón se divierte contraponiendo humanus frente a barbaria (cfr. J. Mª. Maestre Maestre, «Bárbaros contra humanistas», Estudios de Historia y Arqueología Medievales VII-VIII (1987-88), p. 135).
5· Cfr. C. Castillo, «Semblanza de don Antonio Fontán como latinista», en J. Mª. Maestre Maestre, J. Pascual Barea, L. Charlo Brea (coords.), op. cit., p. 25.
6· Cfr., para el caso de nuestro país, K. Blüher, Séneca en España. Investigaciones sobre la recepción de Séneca en España desde el siglo III hasta el siglo XVII, Madrid, Gredos, 1983.
7· Cfr. M. Fumaroli, L’Age de l’Eloquence. Rhétorique et «res literaria» de la Renaissance au seuil de l’époque classique, Genéve, Librairie Droz, 1980.
8· Cfr. A. López Kindler, «Un humanismo atrayente», Humanitas in honorem…, op. cit., p. 28.
9· Cfr. A. Fontán, Humanismo romano, op. cit., p. 8.