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«La burguesía ha desempeñado, en el transcurso de la historia, un papel verdaderamente revolucionario (…) La burguesía no puede existir si no es revolucionando incesantemente los instrumentos de producción, que tanto vale decir el sistema todo de la producción, y con él todo el régimen social» (Marx y Engels, Manifiesto Comunista, 1848). Ese texto, y otro de Contribución a la crítica de la economía política, de Marx, sintetizan admirablemente, en opinión de Gabriel Tortella, autor de Capitalismo y revolución, «el mecanismo del cambio social» en el período que abarca su libro: la Edad Contemporánea, es decir, desde mediados del siglo XVIII hasta nuestros días.
Tortella recuerda que cuando Marx y Engels hablaban de «la burguesía», se referían a lo que hoy llamamos «capitalismo», es decir, al «sistema económico en que una fracción sustancial del capital (conjunto de los «bienes de producción») se halla en manos privadas y una parte importante de las decisiones relativas a la producción de bienes y servicios, de su distribución y su consumo, está también en manos privadas y actuando a través de mercados libres».
Hoy, subraya Tortella en la introducción a su ensayo, «el sistema económico predominante no es el capitalismo puro, sino la socialdemocracia o Estado de Bienestar, que se caracteriza por una considerable participación del Estado en el sistema económico».
Tortella explica cómo se pasó en Europa, y en los principales países capitalistas, del capitalismo «puro», que nació a principios del siglo XIX (tras derribar las revoluciones de los siglos XVII y XVIII a las sociedades feudales englobadas con la expresión Antiguo Régimen), a la socialdemocracia, que, en sus diversas versiones, es el sistema social predominante en nuestros días.