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Ángel Gabilondo, ex ministro de Educación, portavoz del Grupo Socialista de la Asamblea de Madrid, estuvo en 2011 a punto de alcanzar un pacto para la Educación, como miembro del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. El PP se retiró en el último momento de la mesa por cálculos electoralistas. A día de hoy, unos y otros lo lamentan.

Así lo puso de manifiesto Alberto Ruiz-Gallardón, presidente de la Fundación Ciudadanía y Valores (FUNCIVA) y del Consejo Social de UNIR, en la presentación que ayer hizo de su huésped.

Catedrático de Metafísica, ex rector de la Universidad Autónoma de Madrid, Gabilondo disertó sobre ¿Qué significa acordar?, en el marco de las jornadas con académicos y profesionales que organiza FUNCIVA.

Como suele ser normal en él, el ex ministro hilvanó un discurso de grandes vuelos expuesto con una notable soltura retórica. Más precisión, cuando era necesario, iba a buscarla recurriendo al latín, al griego y a la formación de palabras en alemán. El desarrollo de campos semánticos y el juego de palabras fueron las dos técnicas adicionales añadidas.

Con esas premisas, recordó que acordar viene de cor, cordis, en latín «corazón», que con el corazón se quiere, y por lo tanto tenemos que querer un acuerdo como primera medida, y antes que nada con nosotros mismos. Para conseguir acuerdos no había en realidad manuales, o al menos él no los tenía. Era como preguntarse: ¿cómo convertirse en un buen latinista? Evidentemente, no solo estudiando latín, se necesita algo más.

Había que aprender a vivir con los que no piensan como nosotros y había que convencerse de que hay muchas maneras de hacer las cosas. El acuerdo no era una rendición, ni una claudicación, pero sí apuntaba a buscar el mayor consenso posible, porque la gente, la buena gente, y «todos tenemos algo de bueno», «está dispuesta a dejar decirse algo».

Obstáculos para llegar a acuerdos: el partidismo, el sectarismo, no los partidos; la gente «arrogante» y «engreída» que se creía «extraordinariamente preparada»; el «rígido», que no riguroso; el que aún no se ha enterado que vale la máxima griega «solo sé que no sé nada» (Sócrates); los peritos en desanimar, los impedidores. El convencido ha de ser, además, convincente. Y los argumentos no son nunca demostraciones: tras un debate queda la decisión, la toma de decisiones.

Gabilondo insistió en que un acuerdo se labra, se hace, se toma. Ante un buen acuerdo nadie se siente derrotado. El acuerdo era creativo (la póiesis griega), ponía en juego la inteligencia y la moral, no pensaba en los puntos medios ni el el simplista «yo te doy esto para que tú me des esto otro» porque aspiraba a algo bueno que solucionara de verdad problemas; requería ponderación (pondus, «peso» en latín), mesura en ese poner en juego los propios intereses, en ese conflicto de intereses en el que no se trataba de hacer idéntico lo que es diferente. El acuerdo, así visto, era una transformación, una transubstanciación (Gabilondo también utilizó este término técnico de la Teología), una metanoina (se llegaba a otra cosa mejor a través del cambio interior de los que negociaban); requería inteligencia práctica, no a «listillos» que piensan que es mejor negociar con gente poco inteligente.

El acuerdo requería saber escuchar, una escucha serena y activa (más difícil de lo que parece), y pasar del escuchar (en alemán, hören) al gehören (verbo que en alemán significa «pertenecer«).  Así se podría educar, porque la educación es en primer lugar comprender a los otros y comprender las situaciones.

Los acuerdos quedaban siempre abiertos, y había que saber qué se quedaba abierto y en dónde residían las diferencias; el acuerdo no era un «arreglito», acogía con gusto el pasado recibido y se anticipaba al futuro.

Finalmente, en la última vuelta de tuerca de su espiral filosófica subrayó que ya toda palabra es un acuerdo y entre otras razones por este motivo era tan necesario el amor y el respeto al significado de las palabras.

Entre los participantes había representantes de todas las tendencias sociales. Intervinieron animadamente en el debate desde Eduardo Maura, portavoz de Cultura de Unidos Podemos en el Congreso, pasando por Manuel Cruz (catedrático de Filosofía, diputado del PSC) hasta Cándido Méndez, ex secretario general de UGT.

(En el vídeo de arriba se puede seguir la conferencia de Ángel Gabilondo)

Director de «Nueva Revista», doctor en Periodismo (Universidad de Navarra) y licenciado en Ciencias Físicas (Universidad Complutense de Madrid). Ha sido corresponsal de «ABC» y director de Comunicación del Ministerio de Educación y Cultura.