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Ver productosUlrich L. Lehner subraya la dimensión misionera y teológica del nuevo pontífice y lo entronca con el legado de Francisco, León Magno y León XIII
9 de mayo de 2025 - 4min.
Avance
El Apocalipsis es un libro de esperanza para tiempos oscuros como los que, sin ir más lejos, nos toca vivir. «El león de la tribu de Judá, la raíz de David, ¡ha vencido!», dice un versículo bíblico. En términos parecidos, Robert Francis Prevost, ya el papa León XIV, ha transmitido esperanza al orbe: «Dios nos ama, a todos nosotros, el mal no prevalecerá». El león del que hablan las Escrituras es Cristo, y la victoria es la resurrección: el triunfo definitivo sobre el mal y la muerte.
En sus primeros momentos como papa, Robert Francis Prevost hizo lo que se espera del sucesor de Pedro: confesó a Cristo resucitado y prometió ser un constructor de puentes —de ahí la palabra pontífice— porque «el mundo necesita su luz». Y ha entroncado en su primera aparición pública con Juan Pablo II y Benedicto XVI, porque llevaba, como ellos, la tradicional muceta. Y con Francisco, sobre todo, al afirmar: «Queremos ser una Iglesia sinodal, caminando y buscando siempre la paz, la caridad y la cercanía, especialmente con los que sufren». Como pueblo peregrino de Dios, la Iglesia es siempre sinodal —la voz griega sínodo se compone de los términos syn (juntos) y hodos (camino)—. En este sentido, la Iglesia es también misionera, esto es, testigo en todos los países y latitudes del amor que redimió al mundo. «¿Y qué mejor encarnación de la sinodalidad, de caminar con el Señor desde el nacimiento hasta el Gólgota y la Pascua, que María?». Por eso, el nuevo papa guió a la multitud que se congregó ayer en la plaza de San Pedro o que le seguía a través de la televisión en el rezo del Ave María. La verdadera sinodalidad que fortalece la fe en todos los cristianos es «siempre fruto del amor y la oración, no del sentimentalismo ni del activismo», subraya Ulrich Lehner.
No es casual la elección del nombre de León por Robert Francis Prevost. El primer pontífice que se llamó así era León I Magno (390-461), al que Benedicto XVI calificó como uno de los más importantes en la historia de la Iglesia. Decisiva fue su huella doctrinal, «frente a un mar de confusión y heterodoxia», al rechazar en el Concilio de Calcedonia la herejía eutiquiana que negaba la verdadera naturaleza humana de Cristo, y al confirmar la unión hipostática de sus dos naturalezas (Dios y hombre). «Pedro ha hablado por boca de León», comentaron los obispos. Y «alma de león» demostraría aquel papa al enfrentarse con Atila, según cuenta la leyenda, y convencerlo de que no marchara sobre Roma. Se trata de una referencia oportuna en este comienzo del siglo XXI en que la paz está amenazada. Como también lo está la dignidad de la persona. Ahora que «el Estado de Nueva York ha dado los primeros pasos para legalizar el suicidio asistido», deberían resonar en nuestros oídos las palabras de León Magno: «Cristiano, reconoce tu dignidad […]. Recuerda que fuiste rescatado del poder de las tinieblas y llevado a la luz y al reino de Dios».
León XIII (1810 – 1903) es la otra gran referencia homónima del nuevo pontífice. Nadie esperaba que en 1891, cuando era un anciano de 81 años de voz suave, aquel papa promulgara la encíclica Rerum Novarum (subtitulada Sobre la situación de los obreros). «En pocas páginas, desafió a los poderosos a respetar la dignidad del trabajador, la familia y las necesidades humanas básicas. Su rugido es tan fuerte hoy como lo fue entonces, ya que este texto sigue sentando las bases de la doctrina social de la Iglesia».
León XIII también «aportó claridad en una época de confusión teológica», promulgando la encíclica Aeterni Patris (1879), en la que reivindicaba la filosofía tomista para hacer frente a determinados errores. Quizás veamos «el renacimiento de un papado más teológico». Las matemáticas —carrera que estudió Prevost— exigen una atención completa, a menudo comparada con el enfoque amoroso que los místicos tienen por Dios, como escribió Pascal. Y el derecho canónico —en el que León XIV se doctoró— no es únicamente una disciplina jurídica sino «teológica», fundada en la misión y la autoridad otorgadas a los apóstoles para guiar y santificar al pueblo de Dios. Este enfoque en el amor fue encarnado por Benedicto XVI, otro papa notablemente influido por san Agustín, «quien legó a la Iglesia algunos de sus escritos más bellos sobre la caridad, la esperanza y la fe».
Por todas estas razones, las sandalias del pescador le vendrán bien a Robert Francis Prevost, un «un alma de león» e hijo de san Agustín y de su amor inquebrantable, quien proclamó: «En Él somos uno».
Avance elaborado por Nueva Revista a partir del artículo This Pope will roar, publicado por Ulrich L. Lehner el 9 de mayo de 2025 en First Things, que se puede consultar aquí. Lehner es historiador y profesor de Teología de la Fundación Warren en la Universidad de Notre Dame (Estados Unidos).
Foto: León XIV saluda a la gente reunida en la Plaza de San Pedro, en su primera aparición pública como papa, el 8/5/2025. Licencia de Wikimedia Commons que se puede consultar aquí.