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Eduardo Maura, portavoz de Cultura de Unimos Podemos, diputado, doctor en Filosofía, habló ayer sobre La transición democrática: ¿amenaza u oportunidad?, en el marco de los foros de Nueva Revista, a los que acude una representación plural de profesionales, académicos y políticos para debatir sobre determinadas materias de especial relevancia. Antes respondió a estas preguntas.

Si a usted lo nombraran ministro de Educación, ¿qué primera medida tomaría?

Sin duda intentaría conseguir la universalización práctica de la educación.

En Podemos han luchado para que vuelva la filosofía al bachillerato. ¿Por qué han enarbolado esa bandera?

Nos importa mucho que la filosofía vuelva al Bachillerato por dos razones al menos. En primer lugar porque nunca hemos entendido el motivo por el que desapareció, o por el cual dejó de tener el peso que tenía, y la respuesta a esa pregunta nos resulta un auténtico arcano. No entendemos por qué. En segundo lugar, porque la educación, desde los niveles más bajos hasta la educación superior, debe proporcionar a los estudiantes el mayor número de herramientas posibles, tanto cualitativa como cuantitativamente. La filosofía es una de esas herramientas, particularmente importante en un mundo en el que dotar de sentido a las cosas, dotar de sentido a la trayectoria vital que uno lleva, es fundamental. Sin filosofía es difícil disponer de herramientas para encontrar ese sentido.

¿Curan las humanidades? ¿Puede ayudar la lectura a un enfermo?

Yo creo que la relación entre literatura, arte y vida cotidiana es una relación productiva, sin duda, y en gran medida inseparable. No sé hasta qué punto las humanidades tienen capacidad o poder curativo, lo que sí tienen seguro es capacidad de transformar la manera en que nos vemos a nosotros mismos y la manera en que nos relacionamos con el mundo que nos rodea, también con las enfermedades.   

¿Qué le parece el premio Princesa de Asturias en Ciencias Sociales de este año, Michael Sandel?

Conozco su libro Justicia y es una persona de referencia en el ámbito anglosajón, pero ciertamente mi relación con la teoría anglosajona en el ámbito de la justicia pasa más por otra línea, por la de John Rawls.

¿Van de la mano lo políticamente correcto y la corrupción en la política española? ¿Cómo relaciona lo políticamente correcto con la libertad de expresión?

La idea de lo políticamente correcto es muy cambiante, en función de la época y del lugar, del contexto social y cultural. Lo políticamente correcto cambia con todos esos factores... En cuanto a la relación entre libertad de expresión y lo políticamente correcto obviamente es una relación tensa. Siempre ha habido tensión entre la libertad de expresióen todas sus dimensiones y lo políticamente correcto. Esa relación de tensión debe existir siempre, es saludable para que la opinión pública sea capaz de pensarse a sí misma críticamente, y capaz de avanzar hacia lugares que aún no conoce. Corremos el riesgo en nuestro días de que la libertad de expresión se convierta en una excusa para volver a manifestaciones que están cambiando. Eso sería una manera conservadora de entender la lucha contra la dictadura de lo políticamente correcto. Yo no estoy en contra de que hayan nuevas fórmulas que invaliden por ejemplo expresiones anteriores, no estoy en contra de que cosas que decíamos hace 30, 40 o 50 años hoy sean inaceptables. Eso es perfectamente razonable. La dictadura de lo políticamente correcto siempre es mala, pero cuidado con utilizar lo políticamente correcto y la lucha contra lo políticamente correcto como forma de aferrarse a un pasado que irremisiblemente no va a volver o no puede permanecer. Nada en arte, tampoco en música, es sagrado: ni siquiera la letra de José María Cano, ni siquiera la canción de Mecano es sagrada. Por tanto que esté abierta a cambios o que esté abierta a generar algún tipo de incomodidad a quien la canta décadas después es algo con lo que hay que contar.

Director de «Nueva Revista», doctor en Periodismo (Universidad de Navarra) y licenciado en Ciencias Físicas (Universidad Complutense de Madrid). Ha sido corresponsal de «ABC» y director de Comunicación del Ministerio de Educación y Cultura.