Vivimos malos tiempos para la lectura en nuestro país, aunque también hay que decir que nunca hemos destacado precisamente por nuestros hábitos lectores, ni antes ni ahora. Por una serie de causas difíciles de precisar, entre las que hay que mencionar también la propia idiosincrasia hispánica, la lectura sigue siendo una actividad marginal, con unos porcentajes más bien pobres (se dice que el 50% de la población adulta no lee ni un mísero libro al año; de los jóvenes mejor no hablar). Para los interesados en datos, estadísticas, análisis y comentarios, recomiendo el volumen editado por la Federación de Gremios de Editores de España, La lectura en España. Informe 2002, coordinado por José Antonio Millán, y donde junto a reflexiones optimistas proliferan también afirmaciones poco entusiastas sobre el futuro de la lectura en España.
Dejando a un lado profecías más o menos apocalípticas, muy en boga a propósito del auge de las nuevas tecnologías y de la amenaza del libro electrónico, conviene levantar el ánimo. Es cierto que los datos no son para tirar cohetes, pero también es verdad que nada se adelanta tirándonos de los pelos. La mejor campaña de lectura, ahora que tanto se habla de ellas, debe basarse en el contagio, en el entusiasmo por una actividad en apariencia inútil pero totalmente imprescindible. En España, además, tenemos la suerte de contar con una excelente materia prima. Cada año se editan miles y miles de títulos en miles de editoriales, que abarcan todos los temas imaginables. La calidad de la edición es de primera, las colecciones de bolsillo ofrecen ofertas apetitosas y se editan puntualmente, no como antes, los libros más sonados en el plano internacional. Tenemos una industria editorial competitiva, donde se combinan las apuestas minoritarias de las editoriales independientes (que se merecen un premio) con la literatura dirigida a un público mayoritario.
En el número anterior de Nueva Revista, Ángel Peña, en un artículo titulado «Leer mientras el mundo gira lentamente», ofrecía una selección de algunos de los títulos publicados en los últimos meses. Nueva Revista me ofrece la oportunidad de continuar con esta misma idea, seleccionando de la numerosa y apabullante oferta que nos rodea aquellos títulos que yo destacaría.
En mi selección, muy personal, abundan las reediciones y, para delimitar un poco el campo de acción, sólo destacaré autores europeos.
INVASIÓN CENTROEUROPEA
No son grandes novedades, ni grandes descubrimientos, ni apuestas literarias revolucionarias. Sé que muchos lectores han leído y leen a estos escritores desde hace muchos años, pero un buen numero de lectores actuales, neófitos en estas lides, están recuperando el placer de la buena lectura gracias a la calidad de estos escritores. Suelen ser unos libros redondos, de gran calidad estilística y con unos argumentos que suelen enganchar, sin tener que recurrir a los ingredientes estrambóticos, rasgo que suena a imposición en muchas novelas recientes. Es el caso, por ejemplo, de Stefan Zweig (1881-1942), uno de los escritores más famosos y leídos del periodo de entreguerras. Su vida no fue nada fácil: a la contemplación del derrumbe de los ideales de toda una generación hay que sumar la persecución que padeció por ser judío, y que le llevó a poner fin a su vida en un agónico momento de lúcida desesperación. En los últimos años se han recuperado bastantes obras de Zweig, especialmente en la editorial El Acantilado, donde Jaume Vallcorba, un histórico francotirador de la edición, está recuperando lo mejor de su dilatada y proteica obra literaria. Ya el año pasado publicó sus memorias, El mundo de ayer, en una cuidada edición íntegra que recuperaba pasajes eliminados por la censura franquista. También ha publicado Novela de ajedrez y Veinticuatro horas en la vida de una mujer, dos excelentes novelas cortas.
Este año vuelve a la carga con Los ojos del hermano eterno, una parábola sobre el fin de la existencia humana, ambientada en el mundo oriental; y Carta de una desconocida, una de sus obras maestras. Escrita en 1922, Carta de una desconocida es una larga carta en la que una mujer revela a un escritor de renombre la amorosa pasión oculta que ha consumido su vida desde hace tantos años. Con pocas piezas, Zweig sabe captar como pocos la atención de los lectores con una historia muy humana, dramática, escrita de manera directa e intensa, sin apenas preciosismos decorativos ni circunloquios. El resultado es, como en todo Zweig, una prosa que va al grano, que penetra en la piel y que se dirige directamente hasta el corazón.
EL HÚNGARO SÁNDOR MÁRAI
LA ERUDICIÓN DE WERFEL
LAS NOSTALGIAS DE ROTH
LOS FRUTOS DE LA EDUCACIÓN
Menos difusión ha tenido la recuperación de una nueva obra del escritor húngaro Ödön von Horváth, Un hijo de nuestro tiempo, después del impacto que supuso Juventud sin Dios (Espasa), un esclarecedor análisis de los frutos de una educación manipuladora.
Una de las víctimas de esta educación fue el escritor y periodista alemán Sebastian Haffner, quien se suma a la ya larga lista de libros memorialísticos en torno al holocausto nazi con Historias de un alemán. Aunque lo escribió poco tiempo después de los hechos, tras su exilio en Londres, en 1939, no publicó sus memorias en vida; cuando aparecieron en 1999 en Alemania suscitaron una gran expectación, pues el retrato que hace Haffner de la sociedad alemana de su tiempo es certero y punzante, sin contemplaciones. Su propia biografía le sirve a Haffner para hacer un análisis de la sutil y violenta penetración de las ideas en todas las capas de la sociedad alemana. Haffner comienza hablando de la situación de Alemania tras la Primera Guerra Mundial; luego se refiere al periodo de entreguerras, germen del posterior terror; la llegada al poder de Hitler, que nadie pensaba, acelera los hechos y consagra por la vía del miedo y del temor una manera de enfocar la vida privada, social y política que ya se vislumbraba en años anteriores, pues lo que también queda claro después de leer estas memorias es que los nazis no se cambiaron de chaqueta cuando llegaron al poder, sino que sus ideales paranoicos eran de dominio público.
El libro trata de manera pormenorizada estos pasos, estos avances. Llega incluso un momento en el que Haffner teme por su vida por no compartir y combatir la espiral de delirio colectivo que se había apoderado de la sociedad alemana. Este interesante testimonio se suma a la lista, no pequeña, de libros escritos por autores que fueron víctimas del nazismo, algunos de ellos publicados recientemente en nuestro país, como El pianista del gueto de Varsovia (Turpial & Amaranto), del polaco Wladyslaw Szpilman; Sin destino (El Acantilado), la novela autobiográfica del húngaro Imre Kertész; y las memorias del famoso y polémico crítico literario alemán/polaco, Marcel Reich-Ranicki, Mi vida (Galaxia Gutenberg). Una breve pero significativa muestra de excelentes libros dedicados al horror, otra manera de reflexionar sobre la dignidad del ser humano.
EN LA PENÍNSULA IBÉRICA
Y aunque sólo sea para cambiar de tercio, un breve comentario a algunas novedades de España y Portugal.
En este caso, con el trasfondo de Mozambique y un Portugal ya periclitado, la enigmática María Clara, una joven de dieciocho años, habla de su familia, de sus temores, de sus ilusiones. El discurso es torrencial, vertiginoso, de felices hallazgos vivenciales y poéticos, que reclama un lector activo, trabajador, sensible, dispuesto a enfrentarse con un texto arduo pero que esconde, si se tiene paciencia, una increíble calidad literaria. Resulta sorprendente la arquitectura de sus novelas y el meticuloso, hermético y barroquizante lenguaje que emplea, rompiendo siempre con la obviedad. Esta manera de escribir le sirve también para trasladar al texto su desolada visión de la condición humana, empleando temas relacionados con la muerte, el desamor, el dolor y la destrucción, que encarna en personajes muy portugueses que son, a la vez, plenamente universales. En una entrevista publicada en el diario El País (7-V1-2002) durante la celebración de la Feria del Libro de Madrid, Lobo Antunes afirmaba: «Yo no quiero lectores que lean, sino que se enfermen de la novela». Y como también dice en el libro de entrevistas Conversaciones con Antonio Lobo Antunes, escrito por María Luisa Blanco, quien tiene mucho que ver con el prestigio de este autor portugués en España: «La intriga no me interesa, lo que yo quisiera es no que me leyeran, sino que vivieran el libro». No entres tan deprisa en esa noche oscura es el nuevo desafío narrativo de uno de los escritores más exigentes de la literatura contemporánea.
LA TRADICIÓN CERVANTINA DE LANDERO
Al igual que en sus novelas anteriores, Landero introduce la nota inverosímil dentro de un contexto realista (la vida madrileña de los últimos años del régimen de Franco). Domina el tono cervantino, con un tratamiento un tanto quijotesco de los personajes, especialmente los secundarios, que siempre en Landero adquieren un divertido protagonismo (el primo Raimundo, el profesor de filosofía, el inquilino Rodó). Todos ellos son fieles a su visión de la vida: «Mis personajes viven entre la persecución de sus anhelos y la bruma de lo cotidiano, en medio de una especie de ensoñación en la que puede más la voluntad que la propia realidad ». La novela tiene excelentes momentos, como la conversación sobre el oficio de escritor con Gustavo Rodó o la descripción de la esperpéntica gira musical. Pienso, sin embargo, que la novela toma un giro desafortunado al centrarse excesivamente en la historia de Emilio con la mujer del jete. A pesar de este reparo, Landero vuelve a demostrar su sobresaliente maestría estilística y confirma su sólido camino dentro de la novela última española: una literatura ingeniosa y atrayente en la que perviven los modelos clásicos de la tradición cervantina.
Josep Pla, maestro de la literatura memoralística
Estamos ante uno de los autores clave de la literatura memorialística del siglo XX español, ahora que estamos viviendo un momento de auge de los libros de memorias y diarios, como apunta y demuestra Jordi Gracia en su estudio Hijos de la razón. En la historia de la literatura española hay pocos escritores que hayan hecho del memorialismo su poética, su auténtica obsesión literaria. Hay buenos testimonios, eso sí, más de los que pueden parecer a simple vista, pero no podemos comparar la literatura memorialística española con la inglesa o francesa, mucho más dada a airear en público -eso son los diarios y las memorias – los diferentes pliegues de la intimidad. LA VIGENCIA DE EL CUADERNO GRIS En la literatura castellana Pla tiene una presencia intermitente. Sin embargo, los últimos meses han sido especialmente importantes, pues a la nueva edición de bolsillo de su obra más emblemática, El cuaderno gris, en Destino, su editorial habitual, hay que sumar (un histórico acontecimiento) la aparición en Espasa, en dos tomos, de todos sus dietarios (algunos de ellos todavía no estaban traducidos al castellano), y la publicación del Diccionario Pla de literatura, voluminosa antología de textos de Pla sobre los escritores y la literatura a cargo de Valentí Puig, uno de los más importantes expertos en la obra del escritor catalán y autor de una de sus biografías más objetivas y valiosas, El hombre del abrigo, que permite conocer en profundidad, al margen de curiosas anécdotas, el pensamiento y el carácter de un escritor irrepetible. Desde su publicación en castellano en 1975, en traducción ya casi canónica de Dionisio Ridruejo y Gloria Ros, el prestigio de El cuaderno Pla maneja una prosa realista, atenta al detalle, natural, donde destaca la asombrosa utilización de los adjetivos y la facilidad para retratar en muy pocas líneas a los personajes que van apareciendo. Detrás de esta facilidad para escribir, nada manierista, hay un elaborado proceso de depuración, que le llevó a romper en su tiempo con la tradición heredada del noucentismo y a elaborar una prosa antirretórica basada en su sobresaliente capacidad de observación. LA GRANDEZA DE LOS DIETARIOS Los mismos rasgos estilísticos que El cuaderno gris están presentes en el resto de sus diarios, que Xavier Pericay ha traducido por primera vez al castellano y que ha publicado Espasa en dos gruesos volúmenes. El primero de ellos, además de por El cuaderno gris, está compuesto por Notas dispersas, que se publicó por primera vez en catalán en 1969. En estas Notas, Pla reunió textos diarísticos que había escrito entre 1919 y 1960. No tienen la unidad que El cuaderno gris, pero mantienen el tono, los temas y el interés. En esos años, se forma su carácter, su visión del mundo, se amplían sus lecturas y, lo que es más importante, conoce muy de cerca la extensión del comunismo y la instauración del nazismo y del fascismo (uno de los textos más largos es precisamente la marcha de Mussolini sobre Roma, que Pla vivió en directo como corresponsal de prensa), que tanto determinarían su radical rechazo de cualquier forma de totalitarismo y su pesimista concepción del hombre y de la existencia. Las notas íntimas y personales (las menos abundantes, pero muy significativas) se complementan con múltiples anotaciones sobre todo tipo de cuestiones estéticas, sociales, climatológicas, paisajistas, etc., tanto de su tierra como de los países donde ejerció como periodista. El segundo tomo lo componen Notas para Silvia y Notas del crepúsculo. El primero de estos libros es el más misceláneo, pues se incluyen en él un largo texto sobre Grecia, unas cuantas poesías y un reportaje periodístico tan interesante como Madrid. El Advenimiento de la República, que Pla vivió como testigo cualificado. Junto con estos textos, aparecen los temas habituales del resto de sus diarios: sus impresiones sobre la vida, sus vecinos, sus lecturas, sus viajes, etc. Las notas de este libro culminan En conjunto, estos cuatro dietarios dan todavía mayor solidez narrativa a la apuesta estética de Pla por la literatura memorialística. Además, la literatura de Pla contribuyó como la de pocos escritores a modelar la lengua catalana para adaptarla a los retos estéticos que planteaba el siglo XX. También se aprecia su magisterio en algunos escritores actuales (Andrés Trapiello, Miguel Sánchez-Ostiz), que reivindican los diarios como el género más característico de nuestro tiempo. TODO EN PLA ES LITERATURA También merece destacarse la publicación del Diccionario Pla de literatura, exhaustiva selección de textos de la obra completa de Pla dedicados a la literatura y los escritores. Este volumen puede leerse como un tomo más de sus diarios, pues mantiene el tono memorialístico y subjetivo también cuando transmite sus opiniones literarias. Sus juicios no son los de un crítico literario profesional; como en tantas otras cosas, Pla es anticonvencional, vapor libre, también a la hora de explicar sus valoraciones literarias. Pero esto no significa que hable por hablar. Durante toda su vida, Pla fue un lector voraz y compulsivo, y si al principio leyó sin mucho orden, poco a poco completó una inusitada formación humanística en todos los frentes, acercándose a los grandes escritores y pensadores de su tiempo. A Pla le interesan muy poco el teatro, la poesía y la novela. Aunque leyó a la gran mayoría de los novelistas de su tiempo, consideraba la novela como «la literatura infantil de las personas mayores». Entre sus preferencias destaca la literatura memorialística {«la mejor literatura que han hecho los literatos es la que trata de sí mismos»), o ese tipo de novela, como las de Proust, más basadas en los recuerdos y la memoria que en la pura ficción. Como él mismo dice: «he realizado una literatura de observación, de visión, de materialización, de alguna forma de conocimientos, de realismo, fina. Yo soy un escritor realista, pero sin olvidar que en el realismo hay que utilizar un mínimo de adjetivación lírica». Conocía bastante bien la literatura europea de su tiempo, especialmente la italiana, francesa e inglesa. De la literatura norteamericana se interesó por escritores puntuales, como E. A. Poe. No faltan en este libro pormenorizadas reflexiones sobre la literatura catalana y sus protagonistas, que conoció de primera mano. |